martes, 1 de marzo de 2011

Un aporte hacia los próximos 50 ó 100 años de Renacer

Hubo una frase de la Dra. Kübler Ross que nos llamó mucho la atención, esa frase dice: “Por más absurdo que pueda parecer, el hecho de perder un hijo, podía provocar en los padres un verdadero despertar espiritual.”

A partir de ahí, empezamos a buscar, empezamos a leer para encontrar una definición adecuada de lo que es la espiritualidad que sirviese a Renacer y la encontramos cuando llegó a nuestras manos un libro de un filósofo francés llamado Michel Foucault.

Foucault llama espiritualidad a la búsqueda, a la práctica o las experiencias, mediante las cuales el sujeto efectúa en sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad; para. él espiritualidad es el conjunto de esa búsqueda y agrega que sin una transformación, la persona no puede acceder a la espiritualidad y con ello a la verdad.

Explica que esas prácticas o métodos consisten, entre otros, en el ascetismo, en la meditación profunda y en los cambios existenciales; esto último, los cambios existenciales, es lo que nos atañe a nosotros porque nuestra existencia cambió en el mismo momento que murió un hijo.

Como sostiene Foucault, los cambios existenciales son la puerta de acceso a la espiritualidad; en otras palabras, a través de un cambio existencial el hombre, si lo desea, si es corajudo, si continúa en este viaje, puede tener acceso a la dimensión espiritual, cuyo resultado será estar en la verdad.

Concordantemente, Víctor Frankl dice: “El sufrimiento posee no sólo dignidad ética sino también relevancia metafísica: hace al hombre lúcido y al mundo transparente”, y estar en la verdad significa estar lúcido, estar despierto, estar consciente y ver al mundo como realmente es, sin ningún velo que lo cubra.

Foucault va más allá y dice que a través de las conmociones existenciales, en las que una persona resulta verse bruscamente de cara a la verdad, tiene, como contrapartida, la paz interior y el cese de todas las turbulencias de las emociones.

En esencia, la muerte de un hijo que es una situación límite, al producir un cambio existencial, abre una puerta de acceso a la espiritualidad y como consecuencia se puede llegar a la verdad y la verdad tiene una contrapartida que es la paz interior.

Cuando tratamos de definir a la espiritualidad entramos en terrenos complejos en los que a la intuición le faltan las palabras para definirla.

Las lenguas occidentales poseen términos muy deficientes para definirla; por esa razón hemos acudido a conceptos del Dalai Lama que nos da una definición de espiritualidad que transcribimos porque nos parece adecuada para todas las creencias, sean o no religiosas:

"La espiritualidad me parece algo relacionado con las cualidades del espíritu humano, como son el amor y la compasión, la paciencia, la tolerancia, el perdón, la contención, el sentido de la responsabilidad, el sentido de la armonía, etc., que aportan la felicidad tanto a uno mismo como a los demás. Así como el ritual y la oración, junto con las cuestiones del nirvana y la salvación, están directamente relacionadas con la fe religiosa, estas cualidades internas, las espirituales, no tienen por qué estarlo. Por lo tanto, no existe razón alguna por la cual no deba el individuo desarrollarlas, incluso hasta su grado máximo, sin recurrir a ningún sistema de creencias religiosas o metafísicas. Por eso digo algunas veces que la religión es algo sin lo cual nos podríamos pasar. En cambio, de ninguna manera podemos prescindir de esas cualidades espirituales básicas."

Prestemos atención aquí a aquello que es de capital importancia; Foucault dice en palabras claras lo que muchos de nosotros hemos experimentado, que las modificaciones de la existencia son puerta de acceso a la espiritualidad, que aquellos a quienes se les cambia la existencia radicalmente, se les otorga como premio el de acceder a la verdad y por ende a la libertad.

Interróguense ahora, a ustedes mismos, si no es correcto decir que después de perder un hijo ya no podemos seguir siendo la mismas personas que antes, como hemos sostenido desde la primera reunión de Renacer, el 5 de Diciembre de 1988, que es imposible volver a ser la misma persona, siendo “la misma persona menos un hijo”, que es imposible porque en nuestras vidas se ha producido un cambio radical.

Esta manera de acceder a la verdad, nos coloca en el pensamiento filosófico y no en el psicológico, otra de las razones por las que es incorrecto fundamentar la tarea del grupo en el análisis de las emociones y sentimientos.

Entonces, para que se dé la espiritualidad en una persona es preciso que el sujeto se modifique, se transforme, se convierta, en cierta medida, en distinto de sí mismo, pues la verdad sólo es dada al sujeto a un precio que pone en juego el ser mismo de éste, o sea que no puede haber verdad sin una transformación del sujeto.

Foucault, cita lo que él llama efecto "de contragolpe" de la verdad sobre el sujeto, y aquí tenemos algo sumamente importante para nosotros los que permanecemos en grupos de Ayuda Mutua, insistiendo en que la verdad no es simplemente lo que se da al sujeto para recompensarlo; la verdad es lo que ilumina al sujeto, lo que le da la bienaventuranza, lo que le da la tranquilidad del alma.

Si nosotros no somos capaces de ver a Renacer con estos ojos, jamás seremos capaces de comprender la razón por la que muchos integrantes permanecen por años en un grupo, precisamente, porque han accedido a la verdad y con ella a la liberación y la paz del alma.

Renacer es un lugar donde vamos a dar lo mejor de nosotros en nombre de todos los hijos que, con su partida, han contribuido a despertar espiritualmente a tantos padres a ser seres solidarios y compasivos, receptivos al dolor de los que sufren.

El padre que a través del dolor descubre, asombrado, su dimensión espiritual, y a través de ella su capacidad de trascender y renunciar a su sufrimiento, lo hará a través de lo que escucha en Renacer y de su propio camino intuitivo, alimentado por el amor que encuentra en el recibimiento y en las reuniones en sí, y no lo hará porque lo leyó en los objetivos, menos aún si se hace con la visión reduccionista y psicologista de quienes niegan en el ser humano su dimensión espiritual.

Así también decimos que la paz y la serenidad no son objetivos en sí mismos, sino el resultado de una tarea bien hecha al trascendernos para acercarnos al otro ayudándolo a recuperar su esperanza, nace en nosotros una paz interior profunda y perdurable.

El Mensaje de Renacer lo que hace, realmente, es despertar la fuerza indómita del espíritu de cada papá cuando entra a Renacer.

El Mensaje de Renacer, asentado en los valores espirituales, los valores más humanos del hombre, sostiene que de una experiencia tan dolorosa pueden surgir seres más fuertes, más solidarios y compasivos, capaces de vivir una vida plena de sentido, afirmándose de esta manera como una escuela de vida.

En la dimensión espiritual es donde se generan los fenómenos más humanos del hombre: el amor, la libertad y la responsabilidad, que son los que nos permiten darnos cuenta de un hecho capital para enfrentar nuestro destino: una cosa es lo que nos ha pasado y otra cosa, y muy distinta, es lo que cada uno de nosotros decide hacer con aquello que nos ha sucedido.”

Es necesario trabajar con una nueva realidad, una realidad que ha estado oculta, pero que comienza a dejarse ver a través de este camino de espiritualidad al que la muerte de un hijo nos abre las puertas, toda otra visión, todo otro proyecto, enfrentado a éste queda disminuido.


Alicia Schneider Berti- Gustavo Berti

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