miércoles, 16 de marzo de 2011

Tenemos la oportunidad de transformarnos

Nosotros hablamos, fíjense, de una transformación interior, decimos que a través del dolor tenemos la oportunidad de transformarnos; ¿por qué me voy a transformar? ¿Por qué tengo la oportunidad de transformarme? ¿Por qué debo hacerlo?

Porque cuando lo trágico nos acontece, despierta una conmoción existencial, que significa que toda nuestra existencia está siendo conmocionada de raíz.

Nos miramos al espejo y no nos reconocemos, estamos en un mano a mano con la conciencia, sabemos lo que hicimos bien y lo que hicimos mal.

Es como si estuviéramos de rodillas frente a la vida diciendo: “solo sé que no sé nada”, “yo creía que la vida era una cosa, pero resulta que la vida es otra cosa”.

Los hijos que no están, despiertan en nosotros ese amor incondicional, aquel que no tiene ni reclamos ni expectativas, que no necesita siquiera de la presencia física del ser querido para amar, para expandirse, pues pese a no tenerlo físicamente igual los seguimos amando.

Y frente al amor incondicional, sabemos que esta vida es vista, por primera vez, con los ojos del espíritu, los ojos al desnudo, mi yo frente a mi existencia, desnudo frente a mi existencia.

Por eso tengo la posibilidad desde allí, desde esa posición de rodillas frente a la vida, levantarme porque elijo hacerlo y porque elijo, por sobre el dolor, elijo el amor.

El amor por nuestros hijos debe ser el que, lentamente, vaya ganando terreno al dolor, por eso hablamos de que el dolor va cediendo, pero será en la medida en que, como siempre decimos, debemos ejercer la autorrenuncia, cuando entramos a un grupo como Renacer que nos muestra ese camino.

¿Por qué la autorrenuncia?

Significa un gran desafío, renunciar a muchas cosas, pero significa renunciar, por sobre todo, a mis emociones que son encontradas, violentas, opuestas, renuncio al dolor desesperado, pero para que haya un acto de renuncia, uno sólo puede renunciar a algo por algo más elevado, algo que de por sí, contenga un sentido a esa renuncia y esto es el amor por los hijos, por los hijos que no están, por los hijos que están que nos reclaman, por la vida y por nosotros mismos.

Tenemos que recuperar el sentido de la autovalía; hay un momento en que pensamos que no servimos para nada, el dolor es tan grande que creemos que ya no servimos para nada, no hemos podido llevar a buen puerto a nuestros hijos, nos parece que, de alguna manera, hemos fallado.

En lugar de debatirnos en todas esas emociones y sentimientos que realmente son totalmente pasajeros y contingentes, renunciamos por algo más elevado: por el amor a los hijos.

(Del Mensaje de Renacer, sobre el poder de transformación: En Montevideo febrero de 2001)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario o tu testimonio