martes, 1 de marzo de 2011

Estamos frente al máximo grado de responsabilidad de la vida

Como el prisionero, para el padre que pierde un hijo, el tiempo parece ilimitado y eterno. Frankl lo llama "la extraña experiencia del tiempo", un día puede antojársenos eterno, mientras que una semana puede pasar inadvertidamente en su totalidad. Cada día debe ser vivido con todos sus minutos, con los recuerdos diarios y las rutinas sin la presencia del ser amado. Con nuestro hijo muerto sentimos, como lo expresa Frankl que "todo lo que poseemos es nuestra existencia al desnudo".

Nos muestra con toda su crudeza y por primera vez, la transitoriedad de la vida. Enfrenta a los padres con su propia finitud. Como el prisionero, ve ahora la existencia como provisional y de duración desconocida. No sabe cuánto tiempo se sentirá de esta manera, no sabe cuánto tiempo podrá vivir de esta manera.

Frankl nos dice que "el hombre que no puede ver el fin de su existencia provisional es incapaz de plantearse una meta en su vida. Cesa de vivir para el futuro". En nuestro caso la vida misma no puede ser concebida sin ese hijo, esa posibilidad nunca fue siquiera considerada. Por lo tanto debemos encontrarle un nuevo sentido a nuestra existencia.

Hemos perdido aún nuestra identidad, ya no sabemos cuáles son nuestras creencias, y nos cuesta reconocer nuestra propia imagen en el espejo.

Muchos puntos en común con el análisis existencial de Frankl se nos hicieron evidentes, particularmente el hecho que pone el acento en la vida desde este momento en adelante, preocupándose no por los “de donde” y los “por qué” sino por los “para qué” y “hacia donde”, trabajando con los aspectos más fuertes de nosotros mismos, haciéndonos ver que no somos víctimas indefensas del destino, aprendiendo que esa lucha con el destino no es tan desigual como parece.

El destino nos interroga, quizá para algunos las preguntas pueden ser más complejas, el suicidio de un hijo, la pérdida del hijo único, la pérdida de todos los hijos, pero a todos nos da igual oportunidad de responder. Si esta respuesta se canaliza a través de los valores de actitud lo haremos de la manera más digna y elevada que el hombre puede elegir. Pues estos valores que emanan del hombre mismo, no están dirigidos a él sino a la vida misma, a Dios, y representan el máximo grado de responsabilidad individual ante la vida.

Los valores de actitud son la respuesta existencial del hombre frente a situaciones que no pueden ser cambiadas, en las que sólo queda la actitud a tomar, viviendo nuestra vida tratando sólo de comprenderla tal como es y vivirla con coraje, no escapándose de ella, no ocultándose de ella, enfrentándola con valentía.

(Del Mensaje de Renacer, su fundamento filosófico: En “La muerte de un hijo. Resolución a través de la Ayuda Mutua” y en “La pregunta sobre el sentido de la vida” Revista Mexicana de Logoterapia 2002)

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