martes, 22 de marzo de 2011

Sobre las emociones

Una vez comprendida la realidad existencial del sufrimiento y su carácter sustancial con capacidad de dar origen a emociones, pasiones y sentimientos, hemos de tocar un tema que ha sido siempre conflictivo, como es el tema del papel que juegan en nuestra vida las emociones, pasiones y sentimientos.

Tomemos, como ejemplo, el enojo, que es una emoción.

Nosotros no planeamos o decidimos estar enojados. El enojo nos toma, nos controla, se apodera de nosotros, nos afecta de manera súbita y turbulenta, sacándonos de nosotros mismos.

Lo mismo sucede con otra emoción como es la alegría, a tal punto que cuando estas emociones son particularmente intensas decimos que la persona está fuera de sí misma por un enojo, o loca de alegría.

Empujados por las emociones, actuamos impulsivamente; las emociones nunca son “cultivadas” por nosotros.

Resulta entonces evidente, que las emociones nos afectan haciéndonos perder el dominio sobre nuestro propio ser, nos hacen perder el poder de reflexión y, por lo tanto nos ciegan.

Merced a estas características, en especial al hecho que no son deseadas ni buscadas y son de breve duración, la respuesta puramente emocional al sufrimiento que se da en el periodo inicial, sólo entonces tiene valor como descarga ante una gran crisis.

Por lo tanto, pretender basar la tarea de un grupo de ayuda mutua, en el análisis y “elaboración” de fenómenos transitorios y tan incontrolables como son las emociones, representa no sólo una pérdida de energía, de por sí tan escasa en esos momentos, sino también una pérdida de tiempo para todo el grupo.

Creemos que es suficiente con saber que, así como las emociones son de intensas, así también lo son de breves y desaparecen oportunamente.

Si en un grupo de ayuda mutua, permanecemos en el análisis y elaboración de la causa del sufrimiento y de los síntomas y emociones por él provocadas, el análisis de la propia existencia es imposible.

Si, por el contrario, nos reunimos para ver qué podemos hacer con lo que nos pasa, entramos de lleno en el plano del análisis de la propia existencia y nos vemos obligados a trabajar con los fenómenos humanos, en lugar de trabajar con categorías tales como antes y después o síntomas, trabajaremos con las dimensiones de lo mejor y lo peor, entonces se hace patente que el sufrimiento no es una enfermedad sino una condición existencial del ser humano al que se le abren perspectivas enteramente nuevas.

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En “La Ayuda Mutua como factor de renovación cultural, moral y social” y en “Podemos convertir en triunfo una tragedia”)

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