Volviendo a lo dicho anteriormente, el duelo es la respuesta emocional normal frente a toda pérdida significativa. Es la respuesta que damos. Esa respuesta es siempre activa. El duelo es un proceso activo. ¿Qué quiere decir esto?: que depende de nuestra actividad, de lo que nosotros hagamos. Nosotros sabemos que no podemos cruzarnos de brazos y esperar que el tiempo todo lo resuelva. No podemos porque el duelo tiene un tiempo que es interno y no cronológico. No es un post operatorio, que a los 7 días nos sacan los puntos y a los 15 días caminamos. El duelo no es un post operatorio. No responde a un tiempo cronológico. ¿Por qué, si a todos les pasó un año, por qué están distintos? Es de acuerdo a lo que hicieron cada una de las personas. Están distintos porque cada uno dio una respuesta activa y personal.
El duelo es una respuesta comprometida, responsable, solidaria, digna y libre. Yo le pongo todas esas palabras a la definición de duelo.
Comprometido y responsable… ¿con quién?: con los hijos muertos, con quienes murieron.
Yo digo: “murieron”; otros dicen: “se fue”, “partió”. Yo digo “murieron”. Y me parece prudente decir que murieron, porque el duelo no comienza como proceso si no hay una aceptación de la irreversibilidad de los hechos y de la muerte física de su hijo. El duelo comienza desde la imagen de que el hijo es inexistente. No existe más físicamente. Tenemos que separarnos de la idea del desaparecido, porque el desaparecido puede reaparecer.
Un duelo digno no es un duelo lloroso y sufriente, que vive pidiendo limosna de afecto.
Un duelo ególatra es aquél por el que transitan los que no pueden salir de su sufrimiento; entonces lleva trabajo hacer el egocidio. “Al vinal, acá yo pierdo protagonismo”, dice el ególatra. Pero todos estamos en lo mismo. Eso ayuda a hacer el egocidio.
Después de llorar mucho, después de vomitar todo ese desgarro emocional, finalmente puedo levantar la vista y verlos a todos, y ver que ustedes también perdieron a sus hijos. Esto es trascender el dolor, hacer el egocidio. Por ustedes, que en un principio me acercaron un vaso de agua, bueno, ahora yo puedo acercarles un vaso de agua a ustedes y a otros padres. Eso es el egocidio: trascender al dolor.
Los Berti se apoyan en la Logoterapia. El padre de la Logoterapia es Víktor Frankl. “El destino a todos nos hace preguntas, a algunos nos hace preguntas más difíciles que a otros, pero la lucha no es tan despareja como parece, porque a todos les da posibilidades de responder”. Entonces, ahí estamos nosotros: buscando respuestas.
“El hombre que se levanta de su dolor para ayudar a los demás, trasciende como ser humano”. Víktor Frankl
Esto es lo que pienso como trascendencia del dolor: egocidio.
No puedo poner a mi hijo detrás de mí, que tire para atrás, porque no me deja caminar. Mi hijo tiene que estar al lado mío, adentro mío, compartiendo mi proyecto de vida, y no limitándolo. Repito: compartiendo mi proyecto de vida. De otro modo, yo viviría en el pasado; con la fantasía de no perder a mi hijo, vivo en el pasado porque mi hijo quedó en el pasado. Hay madres y padres que, por no perder a ese hijo, se quedaron viviendo en el pasado.
Es necesario asumir el compromiso de sostener el vínculo amoroso que tuvimos con nuestro hijo. Nuestro hijo no puede ayudarnos ni a que lo recordemos ni a que lo olvidemos. Somos nosotros los que tenemos que sostener el vínculo amoroso que tuvimos con nuestro hijo y llevarlo con nosotros, al lado nuestro, acompañando nuestro proyecto de vida. Y en ese proyecto de vida no tenemos duda de que están nuestros hijos.
Nadie es igual después de perder un hijo.
El grupo no tiene la respuesta.
Extrañamiento: todo es extraño después de la muerte de mi hijo y yo soy extraño a mí mismo. Debo ser consciente de ese extrañamiento, porque si tomo decisiones de acuerdo a lo que era antes, me voy a equivocar, ya que ya no soy el que era. Debo ser consciente de ese extrañamiento, tengo que elegir caminos, generar un proyecto de vida que incluya el recuerdo cariñoso de mi hijo y que le dé sentido a mi vida.
No me cabe duda de que el sentido que tiene mi vida me lo dio Martín cuando murió. Él le puso sentido a mi vida. En este caso, más que ninguno. El sentido de mi vida está relacionado con la muerte de Martín. Yo quiero a mis otros dos hijos vivos, pero no inciden tanto como incidió la muerte de Martín y como hubiese incidido la muerte de cualquiera de mis otros hijos.
El hijo que muere es único.
Tenemos que cuidarnos de no empeorar las cosas.
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