jueves, 15 de enero de 2009

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer ( 3ra. Parte)

LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA

 Mientras el trabajo con los grupos proseguía se hizo muy claro que, como dice Elisabeth Lukas: "Nunca la pregunta por el sentido de la vida está tan presente como ante una pérdida dolorosa"(14). Todos los padres se preguntan si la vida aún tiene sentido. Algunos temen el vacío existencial que perciben les espera, mientras que otros se dan cuenta por primera vez que éste ha sido el compañero inseparable de sus vidas.

 Y así como Frankl les dice a sus camaradas prisioneros(15), nosotros lo hacemos en el grupo: que no importa lo que nosotros esperemos de la vida sino lo que la vida aún espera de nosotros. Que debemos dejar de preguntarnos sobre el sentido de la vida y más bien vernos a nosotros mismos como los que estamos siendo cuestionados, y que la pérdida de un hijo es la pregunta más importante que la vida nos ha hecho. Cómo respondemos a este interrogante marcará la diferencia entre una vida llena de sentido —quizá por primera vez— o una sumida en la desesperanza y la tristeza. Más aún hará la diferencia entre encontrar sentido en la partida de nuestros hijos o llorar para siempre sobre preguntas sin respuesta, permitiendo así que nuestra vida sea destruida por esa persona que tanto amamos. Si nuestra elección es la primera, al vivir nuestra vida en homenaje a nuestros hijos los hacemos trascender en la forma en que la vivimos. En otras palabras: siendo responsables.  

  En los grupos se enfatiza que, como seres únicos e irrepetibles que somos merecemos vivir una vida plena de sentido, y nuestro desafío yace en descubrir qué tarea la vida aún nos reserva. Nadie puede vivir nuestra vida por nosotros, el grupo puede sostenernos, apoyarnos, amarnos y guiarnos para encontrar nuestro propio camino, pero no puede cargar nuestra cruz individual. Nuestra oportunidad se encuentra en la forma en la que llevamos nuestra carga. Saber que nuestro sufrimiento puede tener un sentido nos ayuda a darnos cuenta de la oportunidad de crecimiento personal y espiritual inherentes al sufrimiento, haciéndolo más dulce y fácil de llevar.

 De acuerdo con Frankl hay tres caminos principales para llegar al sentido de la vida y los hemos visto hacerse realidad en RENACER(16):

 1- A través del encuentro con alguien, o sea los valores vivenciales. 
 2- A través de los valores de creación, realizando una tarea.
 3- Simplemente viviendo nuestra vida cuando las circunstancias no pueden ser cambiadas; tratando solo de comprenderla tal como es y vivirla con coraje; no escapándose de ella, no ocultándose de ella, enfrentándola con valentía, sea lo que sea, buena o mala, divina o maligna, el cielo o el infierno. Recordemos que Frankl dijo en una ocasión: “de las cosas que más orgulloso me siento son aquellas que nadie me envidiaría, son los sufrimientos vividos con dignidad”. En otras palabras, sufriendo cuando el tiempo de sufrir ha llegado, pero sufriendo con dignidad, elevándonos por encima de nosotros mismos, trascendiendo ese sufrimiento y demostrando así uno de los aspectos más humanos del hombre: la capacidad de convertir una tragedia personal en triunfo. Estos tres caminos confluyen en uno sólo, como quizás en ninguna otra ocasión en la vida, en RENACER: el ser sufriente a quien ayudar se vuelve la tarea a cumplir, a través de los valores de actitud (17).

 Y así lo hacen los padres, al emerger más sabios, más amorosos, más receptivos hacia aquellos que los necesitan, preparados para extender una mano o prestar un hombro hermano. Sabiendo que, frente a lo irreversible, frente a aquello que no puede ser cambiado, el hombre tiene aún la última de las libertades individuales: elegir la actitud conque lo enfrentará. Si será como la débil hoja arrastrada por los primeros vientos de otoño, o como el árbol fuerte pero flexible que se inclina y estremece pero se yergue fortalecido cuando la tormenta pasa.

En las palabras de Kübler Ross: “Si protegiéramos las quebradas de los vendavales nunca veríamos la belleza de sus tallados”
 De esta manera, los padres en los grupos son testimonio viviente que hay una dimensión en el ser humano que lo ayuda a trascenderse a sí mismo hacia metas más allá de sí, hacia un sentido que está más allá de sus necesidades personales. Es esta libertad individual lo que le da propósito y sentido a la vida. Y nosotros sabemos que esto es lo menos que les debemos a nuestros hijos y a nosotros mismos.

 En las reuniones de grupo tres instancias se suceden, como veremos más adelante, sin que esto implique un orden o duración estrictas de las mismas. Si bien en un primer momento consideramos que una primera instancia debía ser la de catarsis, pronto nos dimos cuenta que este volver atrás sobre los hechos dolorosos y la exploración de emociones tan encontradas y negativas, propias de los primeros tiempos después de la partida del hijo, nos mantenía en un nivel emocional desde donde se hacía muy difícil vislumbrar un proyecto de vida. Y lo que es más aún, se hacía difícil no caer en la hipereflexión, consecuencia lógica de este tipo de procesos.

 Eventualmente nos dimos cuenta que los padres que se acercan a RENACER lo hacen en realidad no sólo porque han perdido un hijo, sino que habiéndolo perdido no quieren seguir viviendo como lo están haciendo. La mayoría de ellos han hecho catarsis, quizá durante el velorio del hijo, los días posteriores con amigos, o familiares. Al llegar al grupo y advertir inmediatamente que no son los únicos que sufren, su perspectiva cambia inevitablemente. Como una primera instancia entonces, hemos llamado "el recibimiento", a ese espacio de tiempo antes de la reunión en sí, donde los padres más antiguos van recibiendo a los nuevos, en una atmósfera distendida, de una manera cálida, interesada, y si no ha habido contacto previo con este papá, es esta la oportunidad de enterarnos de sus nombres, el nombre del hijo que partió, y su circunstancia particular de vida.

Hay un aspecto que es necesario aclarar con respecto a la catarsis, y es que lo correcto es decir que no la fomentamos, no que no la permitimos. Así es que los padres que coordinan las reuniones —y que rotan en cada reunión—, han aprendido que si la primer pregunta que se le hace al padre que se acerca por vez primera es ¿Cómo estas?, ¿Cómo te sientes?, o algo similar, la respuesta invariablemente es una catarata de llanto y catarsis, la que, a su vez, es contagiosa para el resto del grupo; por eso es que primero hablan los padres más antiguos y hacia la mitad de la reunión se les da la palabra a los padres que recién se acercan y se les pregunta ¿Qué opinan de lo que han escuchado? ¿Se sienten cómodos? U otras preguntas que tienden a hacer dirigir la mirada hacia los otros integrantes del grupo.

También se les pregunta por las dificultades puntuales que están encontrando en sus vidas, sobre sus dudas y todo aquello que pueda ser respondido desde una perspectiva existencial antes que psicológica o emocional.

 Muchas veces el primer contacto se hace a través de una nota personal y algún material de RENACER, y quizá una visita previa antes de la primera reunión, lo que facilita la inserción del padre nuevo al grupo. De esta manera, y mezclando padres con diversos tiempos de duelo y asistencia a RENACER desde el primer momento los padres que recién ingresan tienen la posibilidad de incluir a otros en su vida (dereflexión)

 Con respecto a la catarsis, si bien como hemos dicho, no es fomentada, es importante describirla solamente con el fin de objetivar los inconvenientes previamente señalados. Durante la catarsis los sentimientos de culpas y pérdida de la auto estima predominan. Hemos encontrado que el continuo desmenuzamiento de la forma en que los hijos se van, de lo que ocurrió ese día etc. no es útil para el proceso de recuperación, por el contrario, es el aquí y ahora que deben ser considerados y toda las energías puestas en planear el futuro sin el ser amado. El grupo asiste al padre a comprender la futilidad de mirar hacia el pasado que no puede ser cambiado, ya que, como padres, hemos actuado "de la mejor manera que supimos y pudimos" y al mismo tiempo enfatiza el potencial positivo de la culpa y lo que podemos aprender de nuestros errores de manera de no repetirlos. De esta forma el padre se da cuenta que el cambio, la transformación, es una actitud redentora que ayuda en la recuperación de la autoestima

 En algún momento comienza la aceptación de la realidad, al comprender el padre que ya su hijo “no volverá”. Es aquí que debemos aprender a dejar ir a esos hijos con nuestro permiso, después de todo es lo más importante que han hecho en su vida; puede no gustarnos, pero debemos respetarlo. Hemos encontrado que ésta es una instancia muy importante para dejar el enojo y la rebeldía atrás y concentrarse en responder la pregunta: ¿Qué hago con mi vida de aquí en más?

Al distanciarse el padre de sus sentimientos que hasta ese momento no lo han dejado ver con claridad, al comenzar a aceptar la realidad, puede ahora escuchar y considerar las ideas y perspectivas expresadas por los miembros más experimentados del grupo quienes ya han vivido lo mismo, para aplicar a su propia realidad. En este momento el padre tiene la oportunidad de verse reflejado en los otros padres, quienes hacen las veces de espejos o referentes, ayudándolo a comprender, aceptar y finalmente trascender los sentimientos negativos, reemplazándolos por otros más positivos y constructivos. Esto ayuda a esclarecer conceptos e ideas que hasta ese momento han sido considerados desde una perspectiva totalmente negativa. Es aquí donde el ejercicio de ladereflexión -según es explicada por la Logoterapia- es especialmente útil. A los padres se les explica cómo una misma situación, o un mismo sentimiento pueden ser vistos desde una perspectiva totalmente opuesta, mucho más reconfortante y constructiva, y el énfasis es puesto en los aspectos positivos de la vida de la persona, en sus puntos fuertes, lo que le ayudará a construir su nueva vida a partir de allí.  

  A medida que el padre va descubriendo más aspectos positivos en su vida, ésta aparece como un proyecto a considerar nuevamente, pero de otra manera. Hasta ese momento el dolor lo ha hecho consciente sólo de sus necesidades, nadie sufría más, ningún otro dolor importaba. Ahora incluye a otros en sus consideraciones, y se da cuenta que, simplemente llegándose al otro, elevándose más allá de sí mismo hacia un hermano que sufre, provee a su propio sufrimiento de sentido, haciéndolo más suave de llevar. Como lo dice la Logoterapia: la derreflexión es una liberación de la hiperreflexión y el egocentrismo. En las palabras de Elisabeth Lukas: "Es un impulso hacia la dimensión espiritual del ser humano". Cuanto más pronto el padre trascienda su propio sufrimiento, más pronto logrará tomar responsabilidad por su propia vida.

  Frankl nos dice que el sentido de la vida no puede prescribirse, debe ser hallado individualmente en las opciones concretas que la vida presenta al hombre. Sin embargo hemos visto que RENACER provee a muchos padres, durante un período en sus vidas en el que el sentido no se encuentra (y mucho menos se lo espera), con un sentido colectivo (principalmente aliviando el sufrimiento del otro) que está allí para tomarlo. Esta opción es ansiosamente aceptada por muchos padres mientras comienzan a reconstruir sus vidas destrozadas y, al tener nuevos proyectos, ayudados e incentivados por el grupo, comienzan la búsqueda por un nuevo proyecto de vida.

 En este punto hemos visto que los pensamientos de Frankl sobre el sufrimiento resolviéndose a través del servicio y la culpa a través del cambio existencial se hacen realidad. Y más aún, la muerte ya no es el temido enemigo porque los padres aprenden a apreciar las oportunidades que la vida les ofrece para realizar acciones de valor en homenaje a sus hijos, y deben hacerlo hoy, ya que desconocen la duración de sus propias vidas.

 Nosotros consideramos a RENACER como un grupo de crecimiento interior y transformación y como tal de potencial ilimitado. Y no puede ser de otra manera. Confrontado el hombre con una verdadera conmoción existencial como la pérdida de uno o más hijos, tarde o temprano se enfrasca en un diálogo mano a mano con su conciencia. Allí surge, sin cuestionamiento o racionalización alguna, todo lo bueno y lo malo que hemos hecho y por sobre todo surge aquello que debe ser cambiado. Pero todo cambio asusta y más un cambio existencial. Allí es donde el grupo acompaña a cada uno de sus integrantes a dar ese gran salto, le apoya y fortalece, le da las herramientas para ese cambio que, después de todo, sólo puede hacerse en la más absoluta soledad existencial.

 Y siguiendo con esta misma línea de pensamiento podemos decir que toda persona que ingresa a un agrupo de ayuda mutua lo hace porque está atravesando una circunstancia de vida muy difícil para ser trascendida individualmente, y si bien es verdad que los padres inicialmente identifican "trascendencia" con "dejar atrás el dolor", pronto se dan cuenta que fundamentalmente significa elevarse por encima de si mismos para dirigir su esfuerzo y amor hacia otros. Desde ese momento el grupo se vuelve una entidad capaz de facilitar su crecimiento interior. Ya hemos visto que la mayoría de los padres dolientes que se acercan a RENACER lo hacen porque no les gusta la forma en que están viviendo sus vidas. Esto implica un deseo, consciente o no, de lograr una transformación interior, de ser, de alguna manera, diferentes y por sobretodo, mejores personas de lo que fueron alguna vez. En muchos grupos esto es descrito como un camino a la espiritualidad, que podría ser definida como un estado de conciencia ampliado, expandido, en el que valores como la solidaridad, el bien, la compasión, la justicia y el amor incondicional predominan.



 

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