viernes, 9 de enero de 2009

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer

Trabajo Publicado en la Revista Mexicana de Logoterapia en 2003 (1ra. parte)

Dr. Gustavo A. Berti y Prof. Alicia E Schneider-Berti

DESARROLLO
Nosotros consideramos la pérdida de un hijo (irrespectivamente de la edad y causa de la muerte) el desafío existencial más severo que el ser humano pueda vivir, desafío para el que no encontramos referencia previa en nuestra historia personal que nos ayude a superarlo en soledad. Nunca es el ser humano confrontado con el sufrimiento, la culpa y la muerte tan abruptamente como cuando pierde un hijo. Muy profundo dentro de nosotros nos damos cuenta que esto que nos sucede no es una enfermedad, sino una situación de gran sufrimiento espiritual por lo que no encontramos, en la mayoría de los casos, ayuda adecuada de instituciones o profesionales. Como dice Frankl: “Solo el hombre que está adentro sabe. Su juicio puede no ser objetivo, su evaluación fuera de proporción, esto es inevitable...” Este sólo pensamiento convalida la creación de grupos de ayuda mutua para personas que enfrentan un sufrimiento espiritual, una verdadera conmoción existencial inevitable. En las palabras de Elisabeth Lukas: “Donde el conocimiento científico fracasa, lo esencialmente humano debe prevalecer. En los límites de la comprensión la empatía debe encontrar las palabras”(7)
Durante el primer año de trabajo en el grupo recogimos experiencia de una manera intuitiva. También aprendimos de Kübler Ross que el proceso de duelo en padres dolientes se asemeja estrechamente a las etapas por las que atraviesa un paciente terminal (8):
1-Shock, negación.
"No, no mi hijo", cuando se nos notifica del accidente, o se nos da un diagnóstico.
2-Enojo, rebelión.
"Por qué yo", "por qué mi hijo", "Dios no existe", "Qué clase de Dios es este"
3-Negociación. (generalmente con Dios)
"Si me dejas ver a mi hijo una vez más te prometo..."
4-Depresión.
"La vida no tiene sentido"
5-Aceptación.
"Todo está bien"

Sin ayuda social (el grupo) hemos visto a padres quedarse en cualquiera de las primeras cuatro etapas por largos períodos de tiempo, pueden ser años, y en muchos casos puede prolongarse de por vida.
Inicialmente trabajamos de una manera intuitiva, con el concepto de que en medio de tanta adversidad, nosotros debíamos no solo sobrevivir, sino llevar nuestro sufrimiento con dignidad, "caminar con la frente alta". Estábamos siendo, sin advertirlo, testigos del despertar "del poder indomable del espíritu", llegándose muy profundo dentro de la dimensión de la libertad humana no sujeta a leyes deterministas. Un año después un "regalo de Dios" vino a nuestras manos en forma de un pequeño libro: "El hombre en Busca de Sentido" de Viktor Frankl. Al leerlo experimentamos el fenómeno del ¡ahá! (9).
Inmediatamente encontramos un paralelo entre nuestros sentimientos y los de los prisioneros en campos de concentración:
Como el prisionero, para el padre que pierde un hijo, el tiempo parece ilimitado y eterno. Frankl lo llama "la extraña experiencia del tiempo", un día puede antojársenos eterno, mientras que una semana puede pasar inadvertidamente en su totalidad. Cada día debe ser vivido con todos sus minutos, con los recuerdos diarios y las rutinas sin la presencia del ser amado. Confrontados con la realidad de nuestro hijo muerto sentimos, como lo expresa Frankl que "todo lo que poseemos es nuestra existencia al desnudo". La experiencia nos muestra con toda su crudeza y por primera vez, la transitoriedad de la vida. Confronta a los padres con su propia finitud. Como el prisionero, ven ahora la existencia como provisional y de duración desconocida. No saben cuánto tiempo se sentirán de esta manera, no saben cuánto
tiempo podrán vivir de esta manera. Frankl dice que "el hombre que no puede ver el fin de su existencia provisional es incapaz de plantearse una meta en su vida. Cesa de vivir para el futuro". En nuestro caso la vida misma no puede ser concebida sin ese hijo, esa posibilidad nunca fue siquiera considerada. Por lo tanto debemos encontrarle un nuevo sentido a nuestra existencia
Hemos perdido aún nuestra identidad, ya no sabemos cuáles son nuestras creencias, y nos cuesta reconocer nuestra propia imagen en el espejo.



(Dado lo extenso de este trabajo el mismo será publicado por partes)

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