martes, 26 de mayo de 2009

Una Historia de Amor (2da. Parte)

LA PILETA VACÍA

Gustavo: “Cuando llegamos a la casa de mi hermana, a los dos minutos llegaron unos amigos de mi hermana y mi hermana dice "¿por qué no van a buscar la carne para hacer un asado?”, era un domingo y, por supuesto, que otra cosa se iba a hacer en Córdoba un domingo que no fuera un asado y fuimos con ese muchacho que recién había llegado, nos subimos al auto y yo iba muy callado, y este muchacho empezó a hablar y me empezó a contar su vida y, entre ello, me contó que hacía unos años había perdido una hija a los siete años y me dijo cuánto la extrañaba y cuánto la añoraba.

A mí me llamó mucho la atención que esta persona a quien yo no conocía ni había visto nunca, me contara a cerca de la pérdida de su hija y cuando volví, llamé a mi hermana y le dije: "dime, ¿ustedes le contaron a este muchacho lo que nos había pasado con Nicolás?"

No, me dice, recién han llegado. 

Entonces, yo me decía tengo que hacer quinientos kilómetros, para tratar de olvidar y lo primero que hago es encontrarme con otra persona que ha perdido un hijo.

Luego conversamos con Alicia, que eran demasiados padres que habían perdido hijos... a los que estábamos encontrando, entonces, frente a esa evidencia, que no podíamos desechar, nos quedaba analizarla y no encontramos más que dos alternativas: o era una casualidad o era una señal.

Nosotros teníamos que elegir entre las dos y podríamos haber elegido "una casualidad", sin embargo, nosotros dijimos: si esto es una casualidad no tenemos nada que hacer, pero ¿qué pasa si esto es una señal? ¿qué pasa si esto es un mensaje y nosotros lo dejamos pasar? ¿Y si lo dejamos pasar y es la única oportunidad?

Entonces nos preguntamos, ¿mensaje de qué puede ser? ¿una señal de qué puede ser? y la señal estaba clarita: júntense con otros padres.

Así lo vimos nosotros y en un acto de fe nos tiramos de cabeza a una pileta vacía.”

Alicia: “Interpretando esa señal de la vida, con Gustavo decidimos que íbamos a comenzar esto que realmente era nuevo, era absolutamente nuevo, era una idea que no existía.”


UNA LUZ EN EL CAMINO

Alicia: “Entonces, aquí, adentro de nuestro corazón, algo nos decía que una experiencia límite semejante, una conmoción existencial semejante, no podía sino contener un mensaje tan importante como aquello que acababa de partir de nuestro lado.

Porque no puede ser que un ser tan hermoso como un hijo se vaya de nuestro lado sin que nosotros nos preguntemos si hay algo más en esta partida.”

Gustavo: “Cuando nosotros comenzamos esta tarea, en Río Cuarto, intuíamos que para continuar con una vida plena después de haber perdido un hijo, era necesario una luz en el camino, que fuésemos capaces de pensar o imaginar algo en nuestro futuro que tuviese el mismo significado, el mismo valor que esos hijos, de lo contrario sabíamos, y esto ya con certeza, que nuestra vida sería distinta y de menor calidad, ensombrecida por la posibilidad de un lamento pertinaz, de una victimización, y enfrentados al miedo y desesperanza de un futuro opaco y vacío, sin una luz que iluminara nuestro camino. 

Esa luz en el camino, que por entonces éramos capaces de imaginar, tenía que ser una luz que brillara con intensidad propia, que tuviese vida propia, una luz que fuera objetiva, un valor tan importante que nos convocara a levantarnos por encima de nuestro dolor y decirle sí a la vida. 

Esa luz debía ser lo suficientemente poderosa como para abrirse paso entre la maraña de emociones y sentimientos negativos que dominan ese tiempo durante el cual resuenan en nuestra alma esas "crepitaciones de un pan que en las puertas del horno se nos ha quemado" 

En otras palabras, esa luz tendría que estar en el mundo, fuera de nosotros pero a la vez cubriéndonos, protegiéndonos y alimentándonos, y la única luz que nos protege y nos alimenta y en la cual podemos vivir en plenitud es la luz del amor incondicional, el mismo amor que sentimos por nuestros hijos, ya sea que estén de este o del otro lado de la vida.”

“Intuimos que teníamos que comenzar por abrirnos a la vida nuevamente ¿por qué? pues cuando sufrimos nos cerramos, nos cerramos a la vida, nos cerramos a los demás, el sufrimiento nos hace egoístas.”

  “Entre de las opciones que se nos presentaron, una fue la de ayudar a otras personas que estaban pasando por el mismo trance doloroso. Elegimos esa opción y buscar en nuestra ciudad a los padres que habían perdido hijos en el año previo e invitarlos a formar un grupo que en aquel momento llamamos de autoayuda.”

“El propósito era unirnos, no por una enfermedad como la mayoría de los grupos de autoayuda, sino por una conmoción existencial que nos sacudió de raíz, que nos unía, pero que no constituía, en sí mismo, una enfermedad.

Queríamos reunirnos por la muerte de un hijo, por la partida de uno o del único hijo o de todos los hijos, pero ¿para qué?

Ahí comenzó otra búsqueda, teníamos muy en claro que íbamos a comenzar con un grupo de ayuda para padres; el tema era cómo hacerlo, porque no podía ser un grupo a donde iríamos a llorar nuestras pérdidas, eso ya lo habíamos hecho. ¿Qué podíamos hacer?

Alicia: “Elisabeth Kübler Ross, que es una doctora estudiosa del fenómeno de la muerte, acompañante por veinte años de niños, pacientes terminales, niños en sus lechos de muerte, ella había escrito unos libros maravillosos “Sobre los niños y la muerte” y “La muerte un amanecer” y a través de esos libros empezamos a descubrir y a reconciliarnos con la idea de la muerte.”

Gustavo: “La idea de juntarnos se originó en una decisión moral de quienes descubren que la vida y las cosas no necesariamente deben ser como se las ve que son, y en ese “no necesariamente deban ser como se las ve que son”, pueden ser mejores.” 

¡Y NACE RENACER!

Gustavo: “Como institucionalmente no había una respuesta a esa conmoción existencial, empezamos a buscar a otros padres que habían pasado por la misma circunstancia para invitarlos a juntarnos y formar un grupo.” 

“A los tres meses de la partida de Nicolás, resolvimos visitar a padres para invitarlos a concretar esa idea que teníamos de agruparnos para cambiar nuestra vida de aquí en más, intuitivamente sabíamos que era de aquí en más; cómo hacíamos para vivir nuestra vida de acá en más, qué significaba una nueva vida, porque nos dábamos cuenta, como saben todos ustedes, que la vida cambia absolutamente.”

“Cuando salimos a buscar a la gente y cuando invitamos a las personas para formar un grupo y encontrar juntos un camino para superar esta circunstancia nadie nos ayudó; fuimos casa por casa de quienes sabíamos habían perdido hijos, para decirles que nosotros también habíamos perdido un hijo y queríamos decirles que se puede, que se puede vivir bien y queríamos invitarlos a formar un grupo y todos nos miraban como si habláramos en chino.”

“Ellos nos preguntaban ¿qué vamos a hacer? Y nosotros les decíamos, todavía no sabemos, pero una cosa es cierta: no vamos a ser un grupo de llorones, vamos a juntarnos para ver cómo podemos encontrar un sentido, un significado a esto que nos pasó.”

Alicia: “¿Un grupo? decían ¿para qué?, pero ¿qué van a hacer? ¿van a ir a llorar? No. No nos vamos a juntar para llorar sino para tratar de encontrar un camino y una salida que nos permitiera una vida digna más allá de nuestra pérdida.”

“Para nosotros la respuesta al problema que se presentaba, era la recuperación integral de la persona, o sea, la recuperación espiritual, la recuperación emocional, la recuperación afectiva, la recuperación social y a nivel profesional en la actividad que cada uno desarrolle, es estar acompañado con pares en un grupo de ayuda mutua. Ese era para nosotros el camino.”

“Todos nos recibían respetuosamente, pero no terminaban de entender y todos nos dijeron, palabras más palabras menos: justo ese día que ustedes dicen que se van a reunir por primera vez, tenemos que hacer. 

Entonces el 5 de diciembre pensamos que nosotros íbamos a estar solos, porque todos habían puesto pretextos, pero nosotros dijimos, vamos a estar igualmente.

El Colegio Médico nos había cedido sus salones, lo que facilitó enormemente nuestra tarea y entonces nos sentamos a esperar.

Ustedes no se imaginan el estado de ánimo que podíamos tener Gustavo y yo, ¿a ver qué se les ocurre? Díganme alguna palabrita.”

Los padres: Ansiedad… soledad… nervios… miedo… esperanza…  

Alicia: “Todo junto, eso es, todo eso junto…

En eso apareció una mamá, era la mamá de un amigo de Nicolás que no había perdido un hijo, pero quería ir a apoyarnos, así de entrada supimos qué es Renacer.

Esa mamá no iba a opinar ni dar consejos a los papás que pudieran llegar; esa mamá estaba allí para, silenciosamente, apoyarnos; no quiso que estuviéramos solos y nosotros la recibimos como si fuera Mahatma Gandhi resucitado, y quedamos con ella allí esperando…y fueron apareciendo uno a uno todos los invitados. 

No lo podíamos creer, todos empezaron a presentarse entre ellos y se decían “¿a vos que te pasó?”, se abrazaban y lloraban y nosotros con Gustavo nos mirábamos y decíamos pero esto no es lo que queremos.

Pero, claro, era la primera vez que nos reuníamos y los papás estaban que no podían creer que se encontraran con otros papás que también habían perdido hijos, pues, hasta ese momento, habían estado solos, con la familia que los acompañaba, no se habían encontrado con otros padres y creían que eran a ellos a los únicos a los que les había pasado eso y a estos dos locos que un día habían ido a su casa a hablar con ellos. 

De repente se dan cuenta que había otros padres a quienes les había pasado lo mismo.

Cuando se calmaron los ánimos, Gustavo hizo la introducción y dijo que la muerte, ese huésped no invitado, que entró en nuestra casa un día y dejó una habitación vacía, una cama vacía, quizás una cuna vacía o un vientre vacío si el hijo murió al nacer.

Ese huésped no invitado, que un día entró a nuestro hogar dejando vacía una cama, una habitación, una cuna o un vientre, estaba allí para quedarse y no la conocíamos, porque la muerte en occidente la negamos, no existe, es la derrota, como será que siempre vemos que a un hospital las personas enfermas entran por un lado, pero los que mueren salen por la puerta de atrás, pues tratamos de no estar en contacto con la muerte.

Que a nosotros la muerte nos dio una bofetada y nos dijo acá estoy ¿qué van a hacer conmigo?

Es un huésped que está en mi casa ¿qué hago? ¿la echo? ¿la echo a escobazos? ¿trato de destruirla? 

Si está ahí y vino para quedarse, entonces ¿qué hago? La conozco, la comprendo, trato de entenderla.

Nos dimos cuenta, a través de la lectura y de mucho reflexionar sobre la muerte entre nosotros, que en realidad, todos tenemos nuestro momento, nadie muere un minuto antes ni un minuto después; ese era el momento de Nicolás y ese era el momento de cada uno de nuestros hijos.

Ahora la pregunta era: ¿Qué hacíamos con esto?”

Gustavo: “Desde esa primera vez, apelamos a la responsabilidad del padre frente a su hijo, frente a los que aún esperan de él y frente a la vida misma y en un acto de supremo amor y autorrenuncia, los invitamos a levantarse por encima de su dolor, saltar la barrera de sus emociones, elevar la mirada hacia el horizonte para poder descubrir el sentido de su vida, aquel que sólo él puede realizar. Que la paz interior, el profundo consuelo y la vida plena serán, entonces, la consecuencia de una tarea bien hecha, con entrega y amor por la responsabilidad asumida.” 

“Les recomendamos la lectura de los libros de Elisabeth Kübler Ross y ahí intuimos que la verdadera respuesta era dar, dar todo ese amor que quedó vacante a todos los seres que sufren y que de aquí en más pueden necesitar de nosotros.”

“Elisabeth Kübler Ross, nos respondió muchos interrogantes que en ese momento eran muy acuciantes sobre todo para nosotros dos, porque muchos papás venían y nos preguntaban sobre sus inquietudes; esto fue muy importante para Renacer; pienso que ese primer año sin ella no hubiese sido posible, y Renacer sin ese primer año tampoco hubiese sido posible, a ella también le rendimos tributo en este momento.”

Alicia “Entonces, aquel puente que antes teníamos construido entre nosotros y el mundo de afuera y con los demás, roto de repente, porque la vida nos había estafado y nos había sacado aquello que no creímos que nunca nos iba a sacar o a arrancar, como lo veíamos en ese momento, ese puente comenzó nuevamente a construirse.

Nos dimos cuenta que uniéndonos a otros, la conexión con el mundo y con los demás comenzaba a rehacerse y eso nos daba, de repente, esa sensación de estar otra vez con los pies plantados en la tierra.

Porque en el momento que los hijos parten, uno piensa que está un poco entre el aquí y el allá, entre la realidad y la irrealidad, no sabemos que es real y que no lo es.

Ahí nos dimos cuenta de la existencia de aquello que se llama amor incondicional, aquello que no necesita siquiera la presencia física del ser amado para que ese amor se manifieste, crezca y se expanda como la vida misma.

Comenzamos lentamente a construir ese puente que nos devolvía a la relación con el mundo y a la relación con el otro.

Nos dimos cuenta que estábamos en el mundo y que por lo tanto algo teníamos que hacer; si no, nos hubiéramos muerto, y ahí estaba nuestra hija, ahí estaba mi mamá y ahí estaban otros familiares y ahí estaban los amigos y amigas, quienes nos miraban a ver que íbamos a hacer.”


UNA OBRA DE AMOR

Gustavo: Si bien al principio nos faltaban las palabras para explicar esta intuición, con el tiempo nos fueron muy útiles los conceptos de Martin Buber sobre el amor y los sentimientos de Jesús: nos dice Buber que los sentimientos de Jesús por sus discípulos bienamados y por los fariseos eran distintos, sin embargo el amor por ambos era el mismo. 

Continúa Buber diciendo que, mientras los sentimientos y emociones habitan en el hombre, el hombre habita en el amor.

Así, de esta manera comenzamos a trabajar, ayudando a otros padres que habían perdido hijos, llevándole a ellos una palabra de esperanza y tratando que ellos también pudieran ver la pequeña luz al final del túnel, y haciéndolo en nombre del amor que sentíamos por Nicolás y que, por cierto, no había muerto con su partida. Por eso podemos decir, sin ninguna duda, que Renacer nació como una obra de ese amor en el que todos habitamos.

Muchos de ustedes han ingresado a Renacer cuando los grupos estaban afianzados y reconocidos en su tarea por la sociedad y no conocen, por lo tanto, las disyuntivas que se plantearon desde el principio, inclusive antes de comenzar con la primera reunión de padres en Río Cuarto el 5 de Diciembre de 1988, seis meses después de la partida de Nicolás en un accidente en el que su motocicleta fue tocada por un automovilista que se dio a la fuga. 

Teníamos, por aquel entonces, dos posibilidades: la primera, de dedicar nuestros esfuerzos para hacer algo en contra de algo, en contra de los accidentes de tránsito, en contra los conductores desaprensivos, en contra de vialidad nacional por no mantener los caminos, en contra de las leyes vigentes o en contra de lo que a ustedes se les ocurra; la segunda posibilidad era la de trabajar a favor de algo, a favor de la vida aun y a pesar de todo su dolor, trabajar para un decir sí a la vida a pesar de todo... 

Piensen ustedes donde estaríamos hoy todos si nosotros hubiésemos decidido, en 1988, trabajar "en contra de..." Desde un principio fuimos conscientes que nada grande, duradero o significativo ha sido realizado desde la perspectiva del "en contra de", que la historia mostraba que todo lo duradero había sido creado " a favor de". 

Que al trabajar en contra de algo como una mera reacción continuaríamos implicados en la esencia de aquello contra lo que se luchaba como le sucede a todos los movimientos contra algo. Así por ejemplo, si luchamos contra la violencia permanecemos implicados en la esencia de la violencia, es decir que nosotros, los luchadores contra la violencia estamos insertos, somos parte de esa misma violencia. Así es como Kafka en uno de sus aforismos nos dice: "Uno de los medios de seducción mas efectivos que tiene el mal es invitar a la lucha".

Este mensaje a favor del amor incondicional como respuesta a los golpes del destino fue muy difícil de transmitir al principio. 

Nuestra cultura indicaba que lo acostumbrado era trabajar con las emociones y sentimientos y así, cuando nos encontrábamos con padres cuyos hijos habían sido víctimas de hechos violentos y les decíamos que Renacer era un mensaje de amor y que, en nombre de nuestros hijos sólo tenía sentido devolver una obra de amor a la vida, esos mismos padres nos miraban con desconfianza y en ocasiones hasta con desagrado, y nos hablaban, una y mil veces, sobre sus emociones y sentimientos y sus deseos de justicia, que en la mayoría de los casos eran deseos de venganza más que de justicia.”

“El mensaje de Nicolás pudo haber sido: que trabajase elaborando mi miedo a perder control, mi miedo a volverme loco, que trabajase con mi confusión, que trabajase con mi despersonalización, que trabajase con mi sensación de inseguridad, “que trabajase”, significa ir a los grupos a discutir y a analizar y a elaborar estas cosas, que trabajara con mi sentimiento de abandono, o de ambivalencia, de angustia, de ansiedad, de dependencia, de desesperación, de miedo, de culpa, de inadecuación, de inseguridad, de agresión, de agitación, etc. etc. etc.

¿Ese es el mensaje que ustedes creen que sus hijos les han dejado? 

¿Es ese el mensaje que ustedes quieren trasmitir?

¿O prefieren ustedes trasmitir un mensaje de amor incondicional?

Por eso nosotros hablamos de amor y dejamos de lado los sentimientos y las emociones, porque el amor y el sufrimiento son universales, son comunes a todos, mientras que las emociones y los sentimientos son distintos.

Decimos siempre que Renacer tiene que ser un oasis, tiene que ser un lugar de paz, un lugar de esperanza, a donde nosotros vamos, precisamente, a encontrar ese mensaje que nuestros hijos nos han dejado.”  

“En los comienzos de Renacer se propuso por otros grupos, que se formaran grupos por afinidades, es decir, un Renacer de papás jóvenes, un Renacer de papás de hijos muertos por accidente, un Renacer de papás de hijos muertos por conductores alcoholizados, y nosotros dijimos que no, porque cuando se nuclean los padres por afinidades de partidas, esos grupos se transforman rápidamente en grupos de víctimas. 

Y la característica de la víctima es que transfiere la responsabilidad a un tercero y se vuelven grupos que trabajan “en contra de”, hay grupos que trabajan en contra de los conductores alcoholizados, en contra de los accidentes de tránsito, en contra de las drogas, en contra del SIDA, etc., etc. Y no hay ningún ejemplo en la historia, de algo valioso que se haya hecho trabajando “en contra”, sino siempre a favor.

Renacer ha estado siempre a favor de la vida y a favor de la recuperación de los padres.”

“A pesar de todas estas dificultades iniciales, continuamos mostrando a Renacer como un mensaje de amor y sosteníamos que, para ver y mostrar a otros padres a Renacer como una obra de amor, no era necesario detenernos en las emociones y sentimientos que predominan al principio, por lo transitorio, justamente, de su naturaleza, sino detenernos en lo perdurable, en el amor que los padres aun sienten por ese hijo. 

Hacer ver a los padres que, invariablemente, este sentimiento de amor es más fuerte que la muerte, inclusive más fuerte que la forma que la muerte adopta para llevarse a sus hijos.”

HACIENDO CAMINO

Alicia: “Así, lentamente fuimos haciendo el camino, que no fue fácil papás, porque la comunidad no nos entendía; los profesionales de la salud no entendían lo que hacíamos, la misma Iglesia, en un primer momento, desconfió de nuestra tarea, porque, claro, éramos un grupo no confesional.”

“Tuvimos que luchar contra muchos molinos de viento, pero lo hicimos con mucho silencio, no hicimos ningún tipo de publicidad y durante casi un año funcionamos silenciosamente.

Los papás se iban enterando de boca a boca y se acercaban al grupo y así se formó un segundo grupo en la ciudad de Coronel Moldes a 80 kilómetros de Río Cuarto y un tercer grupo en villa Mercedes en San Luis.

Entonces nosotros viajábamos para ayudarlos y así ir afianzando el movimiento, moderando las reuniones, intuyendo que debíamos evitar la elaboración de sus emociones por parte de los papás.

Fuimos viendo qué debíamos hacer, observando, probando y luego corrigiendo, cotejando experiencias y así seguimos atentos a todo.

Fueron años maravillosos de mucha lucha, años duros, para poder instaurar en la comunidad una idea que no existía, que podía existir un grupo de ayuda mutua para padres por una crisis existencial como es la muerte de un hijo y que no constituía en sí mismo una enfermedad.

Fue una tarea titánica porque en la comunidad no lo podían entender.”

Gustavo: “Inicialmente trabajamos de una manera intuitiva, con el concepto de que en medio de tanta adversidad, nosotros debíamos no sólo sobrevivir, sino llevar nuestro sufrimiento con dignidad, "caminar con la frente alta". Estábamos siendo, sin advertirlo, testigos del despertar "del poder indomable del espíritu", llegándose muy profundo dentro de la dimensión de la libertad humana no sujeta a leyes deterministas.” 

“Elisabeth Kübler-Ross nos respondió muchas preguntas personales acerca de la manera en que los hijos parten, con ella hasta allí pudimos andar, hasta que, un año después, apareció en nuestras vidas un "regalo de Dios" vino a nuestras manos en forma de un pequeño libro: "El hombre en Busca de Sentido" de Viktor Frankl. Al leerlo experimentamos el fenómeno del ¡ajá!”

Alicia: “Cuando ya habíamos experimentado que el darnos a los otros era un camino precioso, maravilloso, casi inexplorado, descubrimos a Víctor Frankl.”

Gustavo: “La obra de Víctor Frankl. nos dio el sustento filosófico antropológico necesario para fundamentar la tarea de Renacer, sobre todo para que Renacer pudiera reproducirse en otros lugares sin la presencia nuestra, porque si nuestra presencia hubiese sido requerida para formar un grupo, eventualmente, esto hubiera sido la obra de un par de iluminados, cosa que no es así, porque vuelvo a repetir, todos ustedes tomaron el mensaje, les gustó y lo adoptaron, y por eso es que existe hoy Renacer en tantos lugares.

Frankl nos hizo ver el sufrimiento de manera distinta, nos hizo ver el sufrimiento como catalizador de un crecimiento interior, nos dijo Frankl: “el hombre que se levanta por encima de su dolor, para ayudar a un hermano que sufre, trasciende como ser humano”, es decir, el hombre que aun sufriendo prioriza la presencia del otro, se humaniza, por eso pudimos decir un día, cuando quizás nadie nos entendió, pues poca gente nos entendía, que Renacer es un imperativo ético, porque el resultado final para aquellos valientes que se animaban a dar el salto de la trascendencia, era la transformación interior, era el acceso a la verdadera humanidad del hombre.”

“Víctor Frankl nos dijo muchas cosas que nosotros fuimos adoptando en la metodología de trabajo y entonces permitió que esta experiencia de Renacer pudiera ser repetida en otros lugares, sin que estuviéramos nosotros, que el mensaje, en sí mismo, es lo suficientemente poderoso para que solo se plantara como lo hizo, cruzando fronteras, cruzando el océano sin que necesariamente estuviéramos nosotros.” 

Alicia: Víctor Frankl, para los que no lo conocen, es un psiquiatra vienés, un gran pensador de nuestra época, a quien llegamos incluso a conocer personalmente, que nos dice que no importa lo que nos pase en la vida y que te pueden arrebatar todo en la vida, menos la última de las libertades individuales, que es lo que hacemos nosotros con lo que nos pasó, qué actitud asumo yo frente a esto que me pasó, qué hago yo con esto que me pasó.

  Víctor Frankl perdió a toda su familia en los campos de concentración y salió de ahí diciendo: “Sí a la vida, a pesar de todo”.

  “Cuando descubrimos a Víctor Frankl nos dimos cuenta que lo que estábamos haciendo era lo que él en sus libros científicamente describía.

  Cuando tuvimos la dicha de conocerlo, le comentamos lo que hacíamos y le dimos gracias por haber escrito esos libros y él nos dijo: “no, gracias a ustedes, porque ustedes han probado que es real lo que yo escribí, ustedes lo han probado en el campo de acción.”

  Es real que se puede emerger de un dolor tan grande, como un ser más fuerte, más sabio, más compasivo, tal como cada uno quiera, elija, adopte y asuma la responsabilidad de emerger frente a este sufrimiento, frente a ese dolor.”

“Tengo que decir dos palabras sobre Víctor Frankl, él es y será siempre nuestro maestro, lo descubrimos al año de haber empezado con "Renacer" y nos dimos cuenta que lo que él decía acerca de que la Logoterapia, o sea, la actitud de encontrar sentido a lo que la vida nos presenta, no importa cuan doloroso sea, lo estábamos practicando sin necesidad de haberlo leído, luego, al leerlo nos dimos cuenta que eso era exactamente lo que estábamos haciendo.”

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