martes, 25 de noviembre de 2008

Suicidio

Por Gustavo y Alicia Berti - Publicado en el Boletín de Renacer Nº 84.

Reflexiones sobre el suicidio de Karl Jaspers “En el hecho de que el hombre, sólo el hombre, pueda quitarse la vida con una decisión clara, pura, sin enturbamiento por los afectos, sino más bien siendo fiel a sí mismo, en este hecho reside su dignidad, Todos los despotismos, todas las iglesias, toda violencia que salió del hombre y pasó por el hombre, han rechazado con horror el suicidio: aquí se atestigua la libertad del individuo particular, del hombre en tanto que hombre, el cual se sustrae a la opresión y al sufrimiento aniquilador. La disposición al suicidio hace libre. El suicida ha traspasado la frontera ante la que nos hacemos preguntas, pero ante la que, al final nos quedamos parados en silencio y con profundo respeto” Jaspers, Karl. Cifras de la trascendencia. Alianza Editorial, Madrid 1993: 131

Reflexiones de Rollo May
“El símbolo del suicidio como una posibilidad tiene implicancias positivas de largo alcance. Nietzsche dijo una vez que el pensamiento del suicidio ha salvado muchas vidas. Yo dudo que nadie tome su vida con total seriedad a menos que se de cuenta que dentro de si mismo yace el poder de cometer suicidio” May, Rollo. The Discovery of Being.W.W.Norton. New York, London, 1994: 169
TRADUCCIÓN DE “THE DEATH” Página 293 de EXISTENCE de BISWANGERSOBRE EL SUICIDIO En la medida en que una persona lleva a su existencia al final de manera voluntaria, el análisis de tal existencia debe suspender, más que nunca, todo juicio originado en cualquier punto de vista, sea ético, religioso, medico, psiquiátrico o psicológico, que indague en los motivos de tal decisión. Tampoco debemos evaluarlo desde el punto de vista, sustentado en el “saludable sentido común”, de la “dignidad de la vida” , desde el que se mira con pena y horror a quienquiera que la “muerte le haya sucedido” , especialmente a quién toma su propia vida. No debemos tolerar ni desaprobar el suicidio, tampoco trivializarlo con explicaciones médicas o psicoanalíticas, ni dramatizarlo mediante juicios éticos o religiosos. Jeremías Gotthelf ha dicho al respecto: “Pensemos cuan oscura se torna la vida cuando un mero humano quiere ser su propio sol” o la sentencia de Kierkegaard: “No importa cuan profundo un hombre haya caído, siempre ‘puede’ caer aun más, y este ‘poder’ es el objeto se su angustia”. Esta creciente oscuridad y hundimiento no debe ser comprendido por el análisis de la existencia en base a la religión o ética, sino que debe ser visto y descrito antropológicamente. Esto no es posible hacerse desde una única perspectiva, no importa cuan cercana a nuestro corazón, cuan familiar resulte a nuestro entendimiento o cuan de acuerdo esté con nuestra razón, porque, como dice Paul Valery, “En la medida en que acusamos y juzgamos, aun no hemos tocado el fondo” Ese fondo, esa base —dado que permanece un secreto para todo ojo humano—es, para estar seguro, no obtenible, sino alcanzado mediante la imaginación en la medida en que el ser humano abandone o se salga de la actitud de abrir juicio, condenar o aun absolver, esto es, fuera del modo o la manera plural de ver la existencia. El fondo debe ser alcanzado más allá de toda dicotomía sujeto-objeto. Pero esto sólo es posible en la medida en que estemos libres de los prejuicios de la manera dual, a través de la unión del Yo y el Tú en el Nosotros. Y esto significa en la unión de la existencia humana con el fondo común que Yo y Tú compartimos y la formación antropológica que de ello emerge.

En esta unidad también nos hallamos antes de la dicotomía que determina nuestra relación con nosotros mismos, la relación de la sociedad con el individuo y de éste con la sociedad y, finalmente, antes de la dicotomía que rige el “ Juicio de la historia”. Esta unión también es previa a dicotomía entre libertad y necesidad, culpa y destino o, en términos psicológicos reduccionistas, entre actividad y pasividad, entre acción y sufrimiento. Y esto sucede así porque la existencia, en el fondo abarca ambos opuestos. Así como en los ojos del amor “todo es posible” así también “todo es necesario”. En otras palabras, el amor no tiene respuesta a la pregunta de si el suicidio de una persona acaece por una “necesidad fatídica” o si existió una posibilidad de escapar a ese destino. En vez de levantar la cuestión del destino o de la culpa frente al suicidio y tratar de decidir sobre estos aspectos, el amor intenta llegar al “fondo de la existencia” y desde este fondo entenderla antropológicamente.

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