martes, 30 de junio de 2009

Del libro de Robert A. Neimeyer: “Aprender de la Pérdida”

 En el capítulo 9 incluye ejercicios que pueden ayudar a elaborar las pérdidas y a avanzar en el proceso del duelo. Uno de los ejercicios es la HISTORIA METAFORICA: Indicaciones: en algunas ocasiones la metáfora de una pérdida puede ser tan rica que pueda ampliarse para dar lugar a una parábola o historia metafórica, que, además de captar una imagen momentánea del dolor, facilite una descripción de su evolución a lo largo del tiempo.

Podríamos decir que las metáforas son como fotografías instantáneas de la experiencia del duelo, mientras que las historias metafóricas son como películas o documentales sobre la pérdida, que definen con más claridad su pasado, presente y futuro. Este tipo de historias pueden evolucionar a partir de una sola imagen a la que se van añadiendo otros componentes que se obtienen haciendo preguntas o facilitando algunas pistas .

Ejemplo: Steve Ryan es un padre que sufrió la pérdida de su hijo Sean. A diferencia de la mayoría de los ejemplos clínicos que he utilizado a lo largo de este libro, en los que he tomado precauciones para proteger las identidades de las personas implicadas, la identidad de Steve es real. El mismo me dio permiso para incluir su ejercicio en este libro con la esperanza de que pudiera servir de algo a otras personas que se encontraran en la misma situación angustiosa de ser padres que han perdido a uno de sus hijos y de que pudiera difundir su creencia de que la reconstrucción de la propia vida, aunque dolorosa, es posible.

Me gustaría expresar públicamente mi agradecimiento hacia Steve por su valor y perspicacia y hacia mi colega y amigo Stephen Fleming por haberme dado a conocer la conmovedora narrativa de Steve.

Sean, nació en marzo de 1994 con una grave lesión renal. A lo largo de una vida que fue increíblemente difícil para toda la familia, Sean nunca abandonó su buen humor y sus ganas de vivir. Steve cree que Sean enseñó con su ejemplo a los demás miembros de la familia a superar las adversidades en lugar de sobrevivir sin más. Steve, su esposa Carol y el hermano mayor de Sean, Colin, siguieron el camino que Sean les marcó y la fuerza de su carácter les hizo sentirse muy orgullosos como familia. Sean murió el 1 de mayo de 1996, a raíz de las complicaciones que siguieron a un trasplante de riñón. Tras la muerte de su hijo, Steve empezó a luchar contra la incoherencia que había entre sus propios sentimientos y el ejemplo que Sean le había dado viviendo su vida.

Escribió la siguiente historia metafórica, “Casas de tres paredes”, como un “mensaje a si mismo” en el que se recordaba por qué tenía que vivir su vida en lugar de quedar atrapado por su ira amarga y el deseo de recuperar a su hijo. Su historia, que he reproducido aquí con su permiso, es la siguiente:
   
Casas de tres paredes
  Estoy construyendo una casa de tres paredes. No es un buen diseño. Con una pared expuesta a las inclemencias del tiempo, nunca podrá dar un buen cobijo para los fríos vientos de la vida. Sería mucho mejor que tuviera cuatro paredes, pero uno de los lados no tiene cimientos, por lo que sólo puedo levantar tres paredes.

  La estoy construyendo en los escombros de la casa que tenía antes. Era un lugar sólido y acogedor y era donde más me gustaba estar en este mundo. Tenía cuatro buenas paredes y yo pensaba que podría soportar la tormenta más violenta. Pero no fue así. Una tormenta que va más allá de mi capacidad de comprensión echó la casa abajo y dejó sus fragmentos a mi alrededor en el suelo.

  Durante algún tiempo he estado paseando entre los restos de mi vida, buscando pequeños recuerdos de lo magnífico que era ese lugar. Pero estas ruinas no hacen justicia a la casa que antes hubo en este lugar. La grava de un río no puede reflejar la grandeza de la montaña donde está la roca de la que se desprendió. Estas piezas hechas pedazos no pueden decir nada de la calidez que este lugar tenía antes.

  Y, sin embargo, el solo hecho de pensar en reconstruirla parece un sacrilegio. ¿Hay alguna ley que diga que esta tierra tenga que quedar yerma? No hay ninguna estructura que puede aproximarse a la belleza de la que había antes. Desde que esa tormenta echó mi casa abajo, he dejado las vigas y las piedras rotas encima de mí, como un santuario de la pérdida, sin hacer caso de la necesidad de resguardarme de las tormentas más pequeñas que aún puedo encontrarme en el camino.

  Pero parece que ese camino está plagado de santuarios y los monumentos me impiden ver el alma con la que quiero estar en contacto. Hacemos construcciones para señalar acontecimientos y olvidamos la vida que dio lugar a esos acontecimientos. Lo mismo sucede con mi propio recuerdo amargo. Conservo los escombros que parecen decirme que su muerte fue el momento que definió la existencia de mi hijo. Si siguen en ruinas no podré olvidar que ha muerto. Pero ¿no debería recordar cómo vivió? Qué duro es recordar la belleza que tuvo su vida desde esta tristeza. Este montón destrozado puede reflejar cómo ha quedado mi corazón, pero no hace justicia a la memoria de mi hijo.

  Y por eso tengo que volver a construir. No, como muchos curiosos dirían, porque vuelva a necesitar cobijo. La tormenta ahora viaja conmigo y no puedo cobijarme de esa tempestad con puertas o paredes.

  ¿Quién puede enseñarme a construir aquí? No hay arquitectos, ni expertos que sepan diseñar casas de tres paredes. Pero entonces, ¿por qué hay tantas personas que quieren darme consejos? “Sigue adelante”, me dicen, convencidos de que otra casa puede reemplazar la que he perdido. ¿Acaso no saben lo atados que estamos a las casas que construimos? No hay ningún alma que acepte a gusto un cambio de residencia y, si, “siguiera delante”, habría una parte de mí que se quedaría atrás.

  Cada vez tengo más cuidado con estas indicaciones equivocadas, que suelen darse con gran convencimiento. Me dicen que el tiempo lo cura todo, como si estos escombros fueran a volver a unirse sólo porque yo les diera todo mi tiempo. Algunas personas se paran a mirar y me dicen que tengo que levantar otra pared. Como si pudiera elegir.

  Sé que mis vecinos desean más que nadie volver a verme instalado en una casa segura. Pero, en realidad, también les preocupa el aire de abandono que estas ruinas dan a la calle. Les gustaría que edificara otra casa sólo para no tener que ver este recordatorio de lo cruel que puede ser la naturaleza. Con cada nueva hilera de ladrillos, un suspiro de alivio.

Presionado para disfrazar las evidencias externas de mis problemas, pongo revestimientos e instalo contraventanas antes de colocar los marcos en su sitio. ¿Construir de fuera a dentro es la forma más sensata de construir una casa? Lo dudo.

  Entre aquellos que desean volver a ver mi casa en pie también hay verdaderos héroes, personas que no se amilanan ante los escombros. No es nada agradable para ellos porque se llenan de polvo y no pueden quitárselo hasta que se marchan a sus casas. Entienden que la cuarta pared ha desaparecido para siempre y no pretenden que sea de otro modo. Están dispuestos a recordar conmigo lo perfecta que era mi casa. Y me ayudan a levantar piedras cuando intento volver a ponerlas en su lugar. Pero, sobre todo, se dan cuenta de lo difícil que es esta tarea y no dicen nada del tiempo que debería tardar en terminarla.

  Cuando contemplo el trabajo que me queda por hacer, me cuesta encontrar la voluntad que necesito para sacar adelante el proyecto. Trabajé muy duro para construir mi primera casa y sin embargo sé que ésta será mucho más difícil de levantar. Mis materiales son los que ahora están rotos a mis pies. De algún modo tengo que volver a encajar estas piezas. Y hay una pregunta que me va martillando para que abandone: “De todos modos, ¿acaso las casas de tres paredes sirven para algo?”

  La única respuesta que puedo encontrar es que son más útiles que un montón de rocas y cenizas. Sé que, incluso cuando acabe de construir este lugar, será imperfecto. Dentro de algún tiempo mi casa estará en pie entre las de mis vecinos y no tendrá el aspecto de algo descuidado y destrozado. Y, cuando haga buen tiempo, miraré la pared que le faltará viendo más la belleza que tuvo que la amargura por lo que perdí. Pero, cuando las nubes descarguen, la pared que falta me dejará expuesto a la lluvia. Los suelos y las paredes temblarán y chirriarán con el viento. Al final, lo mejor que toda mi voluntad y esfuerzo podrán conseguir sólo pondrán de manifiesto lo importante que era esa pared para que mi casa estuviera completa.

  Pero, si esto puede tener sentido para otras personas, ya es suficiente motivo para construirla. Debo recuperar mi vida porque sólo entonces podré volver a percibir la gloria de lo que podría haber tenido. Tengo que construir esa casa imperfecta de tres paredes porque me permitirá ver lo fantástica que era la original cuando estaba en pie. Su vida fue un testimonio brillante de valor y personalidad y, si quiero honrar su memoria, debo vivir siguiendo su ejemplo.

 Aporte del Sr. José Divizia al grupo Renacer - Yahoo.

1 comentario:

  1. Me ha encantado ésta página y vustro proyecto. felicidades sinceras y adelante.
    Rosa Mª Espinosa

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