viernes, 28 de agosto de 2009

Vivir de una manera que incluya amorosamente a nuestros hijos

  “Hay una realidad en la que, muchas veces, poco pensamos y es que, por más que un hijo haya partido, así sea el único, esto no nos priva a nosotros de la condición de padres. Seguimos siendo padres pues los hijos son para toda la vida, estén o no estén con nosotros; ellos siguen siendo nuestros hijos y nosotros sus padres, por lo cual tenemos que pensar qué clase de padres queremos ser.

  Seguramente que lo habíamos pensado antes, cuando los hijos estaban al lado nuestro, nos habíamos hecho el propósito ser un padre digno para este hijo o hijos, un padre que muestre valores, que enseñe valores o ¿dejábamos que se criaran solos sin ningún ejemplo?

  ¿Ejemplo de qué les dimos a nuestros hijos cuando estaban vivos?

  Si entonces les dimos ejemplo de dignidad, ¿Por qué vamos a dejar de darlo ahora que no están? 

  Es importante darse cuenta que, en ese sentido, seguimos teniendo la misma obligación que teníamos cuando nuestros hijos estaban presentes físicamente.

  Hay que elevarse como dice Víctor Frankl, en “las alas indómitas del espíritu”, que significa hacer el esfuerzo de ponerse de pie, significa elevarse por encima de lo que nos está pasando, por amor a ese ser tan amado y a los que quedan.  

  Esto no significa que no se pueda estar triste, pues es natural estar triste, es natural llorar un poquito, extrañarlo, pero no esa desesperación, no ese desasosiego interior que uno no puede estar consigo mismo ni dentro de sí mismo, siendo un extranjero o una extranjera dentro del propio cuerpo; eso es lo que no puede ser.

  ¿Hay algo que podamos hacer por los hijos que no están físicamente con nosotros?

  A veces alguien puede pensar que ya no se puede hacer nada por él o ella.

  ¡Cómo que no se va a poder hacer nada! Se puede sí, porque una cosa es lo que nos pasó y otra muy diferente es lo que hacemos con esto que nos pasó.

  ¿Qué podemos hacer con esto que nos pasó?  

  Se puede renunciar al dolor desesperado, se puede renunciar a sentir esa pena prolongada, se puede hacer el esfuerzo de hacerlo pues ellos lo merecen, se merecen nuestro mejor esfuerzo, y cuando hablamos de dar el mejor esfuerzo es que tenemos que renunciar a nuestras lágrimas cuando las hemos puesto en el lugar del hijo para que ese hijo se sienta libre, libre del peso de nuestro dolor y de nuestras lágrimas y siempre va a ser nuestra la responsabilidad de cómo vamos a vivir cada día de nuestra vida de aquí en adelante.

  Venimos a Renacer a dar algo de nosotros mismos en recuerdo, en memoria, de ese hijo que partió; tengo que dar algo hermoso, no voy a dar tristeza, llanto, bronca o rabia, y, si voy a dar algo hermoso en memoria de mi querido hijo, lo único que tengo para dar es amor.

  Así, cuando nos toque partir, no nos haya quedado nada sin hacer, ni nos haya quedado amor por dar.

  Como ustedes ven, todavía podemos sentir y dar amor en nombre de los hijos que no están, pues estamos en Renacer no solamente porque hayamos perdido un hijo, estamos en Renacer porque habiendo perdido un hijo, no queremos seguir viviendo como estábamos viviendo, y para que podamos hablar de ellos sin lágrimas, para recuperar, sin lágrimas, el recuerdo de nuestros hijos. 

  De esa manera, aprenderemos a vivir de una manera digna, que incluya amorosamente a nuestros hijos.”  

  Alicia Schneider Berti- Gustavo Berti

 Este es un aporte a la difusión del pensamiento de Renacer, a través de la palabra de los creadores de los Grupos Renacer, Alicia y Gustavo Berti. Julio de 2009.

  Ulises, Ana y Enrique  

  De Renacer Congreso – Montevideo Uruguay, “Por la Esencia de Renacer

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario o tu testimonio