miércoles, 12 de agosto de 2009

A los que lloran la muerte de un ser querido

Este es un fragmento de un libro que se llama A LOS QUE LLORAN LA MUERTE DE UN SER QUERIDO DE C.W. Leadbeater.
A mi me dejó pensando...espero que a Uds. también.
Cariñosamente
Nora, mamá de Ceci
 
Lo Primero que aprendemos es que la muerte no es el fin de la vida, como ignorantemente hemos presumido, sino meramente el paso de una etapa de vida a otra. Ya he dicho que es como el quitarse un sobretodo; pero que, después, el hombre se encuentra vestido con su acostumbrada ropa interior –el cuerpo espiritual-. Pero que, aun cuando por ser tanto más fino, San Pablo lo llamó el “espiritual”, es siempre un cuerpo, y por consiguiente, material, aunque la materia de la cual se compone sea mucho más fina que cualquiera de las conocidas comúnmente por nosotros. El cuerpo físico sirve al espíritu como medio. Sin ese cuerpo como instrumento no le sería posible comunicarse con este mundo, ni recibir impresiones de él. Vemos aquí que el cuerpo espiritual sirve exactamente para el mismo propósito; el de actuar como intermediario del espíritu con el mundo superior y espiritual. Pero este mundo espiritual no es algo vago, lejano y fuera de
alcance; es, sencillamente, una parte superior del mundo que actualmente habitamos. Ni por un momento niego que hay otros mundos mucho más elevados y más remotos; estoy afirmando tan sólo que lo que comúnmente se llama muerte no tiene nada que ver con ellos, y que es meramente un traspaso de una etapa o condición a otra, en este mundo que todos conocemos. Puede decirse que el hombre que hace tal cambio se vuelve invisible para ti; pero si lo piensas bien, verás que el hombre siempre te ha sido invisible, que lo que acostumbras mirar era únicamente el cuerpo que él habitaba. Ahora él habita otro cuerpo más delicado, el cual se encuentra más allá de tu vista ordinaria; pero no necesariamente, de modo alguno, fuera de tu alcance. 
El primer punto por realizar es el de que, aquellos que llamamos los muertos, no nos han dejado. Hemos sido educados en una creencia compleja, la cual implica que cada muerte es un milagro separado y maravilloso, que cuando el alma abandona el cuerpo se desvanece y entra, de alguna manera, en un cielo más allá de las estrellas –sin indicación relativa al medio mecánico de tránsito empleado para cruzar el aterrador espacio-. Los procesos de la Naturaleza son, sin duda, maravillosos, y, para nosotros, a menudo incomprensibles; pero jamás contrarían a la razón ni al sentido común. Cuando te quitas tu sobretodo en tu casa, no por eso vuelas a la cumbre de una montaña lejana; quedas parado exactamente donde estabas antes, aunque puede ser que presentes una apariencia externa diferente. Precisamente, del mismo modo, cuando un hombre deja su cuerpo físico, se queda exactamente donde estaba antes. Es cierto que tú no lo ves ya, pero esto no implica
que él haya ido a otra parte, sino que el cuerpo que ahora usa es Invisible a tus ojos físicos . 
Probablemente sabes que nuestros ojos no responden sino en proporción muy pequeña a las vibraciones que existen en la Naturaleza, y por consiguiente las únicas substancias que podemos ver son aquellas que pueden reflejar esas especiales ondulaciones. La vista de tu “cuerpo espiritual” es igualmente cuestión de respuesta a cierta clase de ondulaciones; pero estas son de orden totalmente distinto de las físicas, proviniendo de un tipo de materia mucho más fino. Todo esto, si te interesa, pueden encontrarlo detalladamente en la literatura teosófica. 
Por el momento, todo lo que nos concierne entender es que, por medio de tu cuerpo físico, puedes ver y tocar el mundo físico únicamente, mientras que por medio del “cuerpo espiritual” puedes ver y tocar las cosas del mundo espiritual. Y recuerda que éste no es, en sentido alguno, otro mundo, sino sencillamente una parte más refinada de este mundo. Una vez más te repito que hay otros mundos, pero que no nos conciernen por ahora. El ser que tú consideres ausente, en realidad aún está contigo. Cuando te hallas junto a él, tu en el cuerpo físico y él en el vehículo espiritual, no están consciente de su presencia porque no le puedes ver; mas, cuando tú dejas tu cuerpo físico durante el sueño profundo, te juntas a él con plena y perfecta conciencia, y tu unión con él es en todos sentidos tan completa como antes. De modo que, durante el sueño, te hallas feliz cerca de aquel ser a quien amas; únicamente durante las horas de vigilia es
cuando sientes la separación. 
Desgraciadamente, para la mayoría de nosotros existe un lapso entre la conciencia física y la conciencia del cuerpo espiritual, de tal suerte que, aun cuando en la última podemos recordar perfectamente la primera, muchos encontramos imposible el traer a la vida de vigilia la memoria de lo que hace el alma cuando, durante el sueño, está ausente del cuerpo físico. Si tal memoria fuera perfecta para nosotros, no existiría, de verdad, la muerte. Algunos hombres han alcanzado ya esta continuada conciencia, y todos la podrán alcanzar gradualmente, porque es parte del desenvolvimiento natural de los poderes el alma. En muchos, tal desenvolvimiento ha empezado ya, y a éstos les llega fragmentos de memoria; pero hay una tendencia a calificarlos meramente como sueños, y por lo tanto, sin valor, tendencia que prevalece especialmente entre los que no han hecho estudio de los sueños y no comprenden lo que realmente son. Más, aunque todavía sólo unos
pocos poseen vista y memoria plena, hay muchos que han podido sentir la presencia de sus seres amados, aun sin poderlos ver, y hay otros que, aun sin memoria definida, despiertan del reposo con una sensación de paz y bendición, resultante de lo ocurrido en aquel mundo superior. 
Recuerda siempre que este es el mundo inferior y aquél el superior, y que en este caso, el mayor contiene en sí lo menor. En aquella conciencia recuerdas perfectamente lo que sucede en ésta, porque a medida que te transportas de ésta a aquella al sumirte en el sueño, estás desechando un impedimento: el obstáculo del cuerpo inferior; mas al retornar a esta vida inferior, asumes de nuevo esa carga, y al asumirla se te velan de nuevo las facultades superiores y caes en el olvido. Síguese, pues como consecuencia, que si deseas participar una noticia a un amigo difunto, no tienes más que formularla con claridad en tu mente al dormir, con la resolución de decírsela, y puedes tener la seguridad de hacerlo así en cuanto te encuentres con él. 
Puede que a veces quieras consultarle sobre algún punto, y aquí el hueco entre las dos formas de conciencia te impedirá generalmente traer una contestación clara. Sin embargo, aunque no pudieras regresar con un recuerdo definido, a menudo despertarás con una impresión bien determinada respecto a su deseo y decisión, y por regla general, podrás suponer que tal impresión es verídica. 
No obstante, debieras consultarlo lo menos posible, puesto que, como 
veremos más adelante, es censurable molestar a los supuestos muertos, en su mundo inferior, con asuntos que pertenecen al departamento de esta vida, del cual ellos se han liberado 

 del Grupo Renacer Yahoo

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