jueves, 5 de febrero de 2009

El duelo con respecto a familiares y amigos

Desde nosotros:
  se perturba nuestra relación con los demás; 
  sentimos que no comprenden nuestro dolor;
  no entendemos sus actitudes
  queremos volver a convivir de la mejor manera pero no sabemos cómo hacerlo;
  nos molesta cuando nos dan consejos o, por no sufrir ellos, nos presionan a una pronta mejoría;
  todo lo sucedido nos trae emociones, sentimientos y pensamientos que son difíciles de trasmitir a quienes no han pasado por lo mismo que nosotros;
  solemos aislarnos;
  nos duele que eviten mencionar a nuestros hijos, que lo transformen en un tema tabú;
  solemos pensar que se han olvidado de ellos;
  como estamos en un estado de protagonismo descalificamos el dolor ajeno, comparándolo con el nuestro;
  somos ambivalentes: no queremos estar en familia pero, a la vez, nos quejamos si no nos tienen en cuenta o no nos convocan;
  nos molesta que se alejen o teman estar con nosotros;
  a veces nos sentimos culpables de no haber podido evitar su muerte y pensamos que seremos juzgados... eso también nos lleva a aislarnos;
  comprobamos que algunos amigos se transforman en extraños y algunos extraños en amigos;
  aprendemos que está en nosotros hacerles saber a los que nos rodean lo que necesitamos y lo que nos ayuda a estar mejor.

Desde ellos para con nosotros...

  la muerte de nuestros hijos también les impactó pero con una intensidad y duración diferentes:
  se sienten, en muchos casos, incapaces de ayudarnos; caen en silencios prolongados porque no saben qué decir ni qué hacer;
  la desaparición de nuestros hijos hizo irrupción en sus vidas pero la recuperación es más rápida que la nuestra. Y a veces sienten culpa al continuar viviendo como antes de la pérdida;
  no les es fácil comprender nuestro dolor;
  sufren por no poder o no saber cómo ayudarnos;
  omiten nombrarlos o recordarlos delante nuestro en la creencia que nos harían sufrir, sin saber que nos hace falta hablar de nuestros hijos;
  no saben cómo abordar el tema de la muerte o les falta coraje para hacerlo;
  consideran que hay un tiempo establecido para hacer el duelo y que, transcurrido dicho plazo -que para ellos es más rápido-, deberíamos recomponer nuestras vidas;
  creen que nuestra recuperación es más fácil de lo que realmente es;
  nos mortifica cuando nos dan consejos como una forma de ayuda, instándonos al "deberías...", "yo te aconsejo.." o "si hicieras...";
  no entienden nuestros estados de ánimos tan cambiantes de ira, enojo, tristeza, dolor, angustia, etc;
  pueden sentirse incómodos cerca nuestro; tienen miedo de causarnos más dolor o algo inapropiado


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