lunes, 4 de abril de 2011

Personalismo y moderadores

Si ingresamos a un grupo de ayuda mutua es porque solos no hemos sido capaces de encontrar la solución a nuestro problema. Esto es algo que no puede ser obviado y significa, en otras palabras, que todo lo que hemos hecho hasta entonces no nos ha servido, o no ha sido suficiente para evitar lo que nos ha sucedido, o para sobrellevarlo y, si podemos comprender esto, nos ha de hacer ver que, si no podemos controlar nuestra propia vida, ¡cómo hemos de pretender controlar la de otras personas!, de allí que los grupos sean de pares y se exija una absoluta igualdad existencial entre los integrantes.

El personalismo es tan nocivo porque implica no sólo “des-igualdad”, “des-paridad”, sino también una manera, a veces inconsciente y otras sutil, de ejercer poder sobre otros integrantes.

Sin embargo, sucede que todos los grupos para ser iniciados necesitan personas con empuje, proactivas, que se hagan cargo de tareas iniciales como es buscar un lugar donde funcionar, de visitar los medios de prensa para difundir el lugar y fecha de funcionamiento, y de otras tareas afines y, por lo general, esto les da a algunas personas la sensación de ser irreemplazables en la tarea.

Allí comienza el personalismo que al principio no es objetado, particularmente cuando la mayoría de los integrantes son nuevos, sea por comodidad o porque existe aún poca experiencia con la actividad grupal, pero cuando los miembros comienzan a sentirse un poco mejor y se dan cuenta de la manera en que los grupos están funcionando y de como deberían hacerlo, es allí donde comienzan los problemas

En lo que hace a las personas que eventualmente cumplen con la tarea de moderar una reunión, es evidente que depende de su actitud la bondad del servicio que brindan al grupo. Si desvirtúan su tarea merced al personalismo, en lugar de actuar con una visión de conjunto, quebrantan el factor aglutinante que representa la absoluta horizontalidad. Este problema produce serias fracturas en los grupos y profundo desencanto en muchos de los integrantes.

Lo correcto es que la conducta de los moderadores sea lo suficientemente generosa como para permitir y alentar la participación activa y protagónica de todos los asistentes, lo que facilitará la trascendencia de su sufrimiento y contribuirá a la capacitación necesaria para que todos puedan eventualmente moderar las reuniones de la mejor manera posible, dado que la ayuda mutua no es un regalo sino un préstamo que debe ser devuelto a quienes inicien el camino del sufrimiento más adelante.

El personalismo es un problema más fácil de resolver cuando se lo previene, puesto que cuando ya ha aparecido y se manifiesta con intensidad, tarde o temprano, suele llevar a la división y, en casos extremos, a la disolución del grupo.

A veces puede haber personalismos que pretenden justificarse en la bondad de la tarea realizada, argumentando su necesidad en que otras personas no colaboran o no “tienen capacidad” para llevar adelante el grupo, y que su accionar, si bien autoritario, lo intentan justificar por la abnegada tarea que llevan a cabo.

(Del mensaje de Renacer, sobre los peligros que acechan a Renacer: En “Sobre relaciones interpersonales en los grupos”)

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