jueves, 14 de abril de 2011

El egocentrismo conduce a enfoques psicologistas

Nada hace más egoísta al ser humano que el sufrimiento, así es posible ver que el hombre sufriente, literalmente, se dobla sobre sí mismo llegando, sin esfuerzo alguno, a situaciones de intenso ensimismamiento, dando lugar a la categoría existencial de ser para sí mismo, despojado de toda orientación hacia otro ser, hacia el mundo, hacia la comunidad.

Esta situación de concentración acentuada en sí mismo provocada por el sufrimiento, puede perdurar por períodos de tiempo muy prolongados, y en ocasiones de por vida, dando origen a un sufrimiento de carácter atemporal, durante el cual el ser no sólo es un ser para sí mismo, sino también es un ser que no puede ser de otra manera, un ser desprovisto de toda autotrascendencia.
Este estado induce a enfoques psicologistas por los cuales estarán condicionados de por vida al círculo reducido a los sentimiento y emociones, en un estado en el que se da vuelta continuamente, en círculos sin salida, llevando al lamento continuo que impide el salto hacia la dimensión espiritual del hombre, máxima expresión de su libertad.

Sujeto a condicionamientos, sean estos sociales, biológicos o psicológicos, se está determinado por ellos sin poder librarse, lo que significa, nada más ni nada menos que no es ni puede llegar a ser libre.

El hombre puede ilusionarse y dejar que un velo lo cubra, y creer que no es autotrascendente y hacer como si no lo fuera, hecho éste que lo lleva a la desesperación o angustia existencial, que en el grupo se manifiesta por estados de profunda egocentrismo, durante los cuales los padres sólo ven su propio dolor, fenómeno que hemos llamado como “el cortaplumas cerrado”, que impide toda observación e integración al mundo y el salto hacia la dimensión espiritual del hombre.

En cambio, el sufrimiento correctamente vivido despierta la trascendencia dormida. Según Frankl “el hombre que se levanta por encima de su dolor para ayudar a un hermano que sufre, trasciende como ser humano”.

Un nuevo modo de ser se hace presente: un ser para otro.

Este transitar del ser para sí-mismo a un ser para otro, representa el salto a la trascendencia a través de la salida de sí mismo, que se transforma en una escalera hacia la dimensión espiritual del hombre.

(Del mensaje de Renacer, sobre los peligros que acechan a Renacer: En “Renacer: presente, pasado y futuro”)

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