jueves, 13 de enero de 2011

Qué es Renacer

Renacer, es el ámbito, el lugar, las personas, el mensaje que cobija, protege, que ama, que acuna a los padres y les hace recordar esa melodía única e irrepetible que sólo cada uno de nuestros corazones puede entonar, con la que hemos nacido, la que Dios o la vida puso en nosotros al nacer.

Renacer hace que despertemos de ese dolor, despertemos de esa angustia, despertemos de los rencores, despertemos de las emociones que nos hacen daño, para escuchar, nuevamente, la melodía de nuestro corazón, única e irrepetible, donde residen nuestros valores, los valores espirituales, aquellos que son los verdaderos, los fundamentos de nosotros como seres humanos, esos valores que también a veces relegamos en el diario vivir y cuando nos toca vivir esta conmoción existencial de perder uno o más hijos, o al único hijo, la vida ahora nos desafía, entonces, nos olvidamos un poco de esa nuestra melodía, pero está allí, tenemos que saber y aprender a despertarla y a escucharla nuevamente.

Y, así, vivir en sintonía con esa melodía y esa melodía, es el fluir con la vida, es el aceptar lo que venga de la vida.

Renacer es un oasis, no es el lugar a donde yo voy a descargar todas mis broncas, todas mis tristezas, porque eso realmente lo puedo hacer en muchos otros lugares o a solas, en el baño en mi casa..

A Renacer yo voy a compartir lo mejor de mí porque eso es lo que mi hijo merece, mi mejor esfuerzo.

Renacer es para los valientes, para los que no quieren rendirse, para los que no quieren entregarse en la vida, a pesar de la pérdida de un hijo.

Ese es el desafío, el desafío para nosotros, no es lamentar lo perdido, sino encontrar los nuevos caminos que se abren a partir de esa pérdida; nuevos caminos de esperanza, de amor, de solidaridad, de compasión, de tratar de ser mejores.

Ese es el desafío al que nos enfrentamos todos los días de nuestra vida.

La clave está en que en los grupos no nos reunimos para llorar a nuestros hijos, sino para encontrar una vida plena de sentido, para ver qué hacer con lo que nos ha pasado.

No venimos a ahondar el sufrimiento, no es eso con lo que trabajamos se va aprendiendo a seguir la propia vida y a ser artífices del propio destino, a salir de a poco del individualismo extremo en que se vive y a darse cuenta de que sólo podemos realizarnos a través de la presencia del otro, entonces, el drama de la pérdida de un hijo no es el final, sino el comienzo de una nueva vida.

Los grupos no tienen asistencia médica, religiosa o psicológica. Hemos tomado esta tarea como una misión, nuestros hijos están presentes todos los días; ellos forman parte de nuestra vida cotidiana.

(Del Mensaje de Renacer, sobre ayuda mutua: En Mercedes, Uruguay 1997 y En En Reportaje periodístico por Encuentro en Huerta Grande, setiembre de 2008)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Deja aquí tu comentario o tu testimonio