sábado, 15 de enero de 2011

Donde el conocimiento científico fracasa, surge el porqué de la Ayuda Mutua



Nunca es el ser humano confrontado tan abruptamente con el sufrimiento, la culpa y la muerte como cuando pierde un hijo. Muy profundo dentro nuestro nos damos cuenta que esto que nos sucede no es una enfermedad, sino una experiencia existencial, por lo que no encontramos, en la mayoría de los casos, ayuda adecuada de instituciones o profesionales.
Si, como dice Víctor Frankl: "Sólo el hombre que está adentro sabe” y aunque sea inevitable que su juicio pueda no ser objetivo y su evaluación fuera de proporción”, este solo pensamiento convalida la creación de grupos de ayuda mutua para personas que enfrentan un sufrimiento espiritual, una verdadera conmoción existencial inevitable.
Más aún en las palabras de la Dra. Elisabeth Lukas: "Donde el conocimiento científico fracasa, lo esencialmente humano debe prevalecer. En los límites de la comprensión la empatía debe encontrar las palabras"
Cuando un hijo muere, uno anda como un barco a la deriva, para que ese barco no encalle es necesario un faro que marque donde está la costa y ese faro es un papá que ya ha trascendido su dolor, un papá que tenga un rostro sereno.
Es importante que el padre nuevo vea un faro, vea que otro papá que ha pasado por lo mismo que él, está bien, porque si no, no tendrá idea de donde está plantado.
(Del Mensaje de Renacer, sobre ayuda mutua: En “La muerte de un hijo. Resolución a través de la Ayuda Mutua” y en Huerta Grande 2003)

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