jueves, 31 de marzo de 2011

La salida está por delante nuestro

Hemos trabajado con el convencimiento que, al enfrentarnos a situaciones límites nos damos cuenta, quizá por primera vez, que somos seres históricos, envueltos en nuestro propio devenir, que la historia ya realizada no puede ser cambiada, que no tiene sentido continuar rumiando eternamente sobre ese pasado, y que la salida existencial yace por delante nuestro, en lo que aún queda por realizar de nuestro futuro, en otras palabras, que la única manera de eliminar la oscuridad es dejando que entre la luz.

Así a lo largo de este trabajo con padres sufrientes y grupos de ayuda mutua hemos tratado de trasmitir la idea de algo común a todos los grupos de ayuda mutua: esto es que todos tienen que ver con el sufrimiento humano, más allá del origen de ese sufrir y que, por lo tanto, deben estar orientados hacia el hallazgo de sentido a ese sufrimiento, que el objetivo común no debe ser no sufrir, sino no sufrir en vano, que deben ayudar a sus integrantes, no a trabajar con los hechos del pasado que no pueden ser cambiados, sino a abrirse a ese mundo en el que esperan posibilidades aún latentes en sus vidas, que deben ayudarlos a elegir correctamente entre todas las posibilidades, que deben encontrar las opciones con sentido, que deben emprender el camino, el único camino con sentido que esta conmoción existencial les plantea: el camino final de humanización.

(Del mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos:: En Esencia y fundamentos de Renacer como grupo de Ayuda Mutua)

martes, 29 de marzo de 2011

Un regalo a los hijos con la propia vida

Cuando se pierde un hijo, la vida se da vuelta como un guante de goma que uno se saca de la mano, como los guantes finitos de los cirujanos que la única manera de sacárselos es dándolos vuelta, todo lo que estaba afuera queda adentro y todo lo que estaba adentro quedó afuera.

Así comienza a ser la vida para nosotros.

Cuando viene un aniversario, cuando viene un cumpleaños, sobre todo cuando viene el día del padre o de la madre, un lamento frecuente es “no tengo a mi hijo que me haga un regalo”.

Entonces hay que ponerse en ese el lugar que se ha dado vuelta, porque ahora somos nosotros los que tenemos que hacerle un regalo a ese hijo, tenemos que regalarle lo único que tenemos para regalarle que es nuestra vida y la manera como vivimos ese día.

Antes, cuando los chicos estaban, nosotros veíamos la vida a través de sus ojos, ahora ellos ven la vida a través de nuestros ojos y la obligación que tenemos nosotros es qué les vamos a dejar ver a través de nuestros ojos.

¿Les vamos a dejar ver todas las miserias, todas las penas, todo lo feo o vamos a dejarles ver la belleza que todavía tiene la vida?

Seguimos siendo responsables y el papel se dio vuelta y ahora en mi día, soy yo el que tengo que hacerle un regalo a mi hijo, con la manera como vivo ese día.

Hablando de regalos, hay mamás que tejen ajuares enteros y el día del cumpleaños del hijo o de su partida, llevan estos ajuares y personalmente los dan a mamás que han dado a luz en los hospitales necesitados; otros papás celebran el día del niño con todos los chicos amigos del hijo. ¡Hay tantas cosas para hacer! ¿Para qué quedarme en mi dolor?, ¿para qué revolverme en la tristeza?

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En Renacer Congreso – Montevideo, Uruguay año 2006)

Renacer es una actitud de vida

Si en un grupo de ayuda mutua permanecemos en el análisis y elaboración de la causa del sufrimiento y de los síntomas y emociones por él provocadas, el análisis de la propia existencia es imposible.

Si, por el contrario, nos reunimos para ver qué podemos hacer con lo que nos pasa, entramos de lleno en el plano del análisis de la propia existencia y nos vemos obligados a trabajar con los fenómenos humanos, en lugar de trabajar con categorías tales como antes y después o síntomas, trabajaremos con las dimensiones de lo mejor y lo peor, entonces se hace patente que el sufrimiento no es una enfermedad sino una condición existencial del ser humano al que se le abren perspectivas enteramente nuevas.

En última instancia, Renacer es una actitud de vida. Porque Renacer no es únicamente ir a las reuniones, yo siempre doy un ejemplo, si yo voy a una reunión y hablo y digo muchas cosas lindas y después cuando salgo, le pego una patada a un perro, eso también es Renacer, si tengo un negocio y estafo a alguien, también es Renacer, entonces, uno dice que debe ser una actitud de vida, pues de esa manera yo creo serle fiel a mi hijo.

Si nosotros vivimos mirando lo más alto posible, debemos tratar de llegar lo más alto posible.

Entonces, uno podrá decir: esta tragedia no fue en vano, perder un hijo no fue una cosa inútil, no fue una tragedia sin sentido.

Así es como nosotros lo vemos.

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En “La Ayuda Mutua como factor de renovación cultural, moral y social” y en Encuentro en Montevideo febrero 2001)

domingo, 27 de marzo de 2011

Sobre los miedos

Los miedos son un sentimiento muy fuerte después de la partida de los hijos que tenemos que aprender a manejar.

Surgen todo tipo de miedos, quizá, miedo a que les pase algo a los hijos que nos quedan, miedo de los hermanos a que les pase algo a los padres, miedo, a veces, cuando nos enfrentamos a la posibilidad de nuestra propia muerte o la muerte de los seres que nos rodean y que queremos y, a lo mejor, estamos con otros miedos y rogamos que la vida no nos mande más nada que nos cause dolor y resulta que no es así.

Muchas veces hemos visto a lo largo de estos años que el miedo de los padres se relaciona directamente con la causa de la muerte del hijo o de los hijos, si fue un accidente, tienen miedo que los chicos estén en la ruta, si es una enfermedad van a tener miedo a cualquier resfrío que el hijo o la hija tenga y si es por violencia van a tener miedo de que salgan a la puerta de la calle y si es suicidio van a tener miedo si el hijo tiene algún síntoma de que ese día no se siente bien anímicamente.

Entonces, los miedos están relacionados, muchas veces, con la causa de la partida de los hijos, estemos atentos a esto, esto puede ser así, no necesariamente va a ser en todos los casos, pero en el caso que así sea, sepan que es normal, es natural tenerlos, pero no podemos dejar que ese miedo se convierta en el que maneje mi vida.

Yo persona, yo ser, yo manejo mi vida, al miedo lo llevamos de copiloto y lo vamos manejando hasta que el miedo vaya perdiendo importancia y mientras hagamos cosas con sentido en nuestra vida y nos ocupemos de cosas significativas para nuestra vida, esos miedos irán perdiendo importancia y nos van a permitir vivir.

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En Renacer San José, Uruguay – Reunión con padres)

Sobre la culpa

La mayoría de los padres se acercan al grupo Renacer con sentimientos de culpa a veces muy indefinidos, a veces puntuales. Sabemos que este sentimiento es, en la mayoría de los casos, injustificado, pero debemos esclarecerlo para que el padre logre ver el error de concentrar valiosas energías en un camino sin retorno.

Dice Elisabeth Lukas, que la culpa es una parte esencial de la vida humana, es natural sentirla, pero también debemos saber que, como todo aspecto de la vida humana, tiene un sentido, y una cualidad redentora inherente a ella.

Cuando una persona se lamenta: “Si hubiera hecho...”, “si hubiera sabido...”, “si le hubiera dado...”, “si no le hubiera dado...” Debemos recordarle que siempre hicimos y vivimos de la mejor manera que supimos y pudimos. Seguramente, no quisimos herir o causar daño alguno, todo lo que hicimos creímos hacerlo porque así debía ser. Somos humanos, y como tales, cometemos errores.

Aún así, algunas personas persisten en sus sentimientos de culpa, y es útil saber que hay en ella un potencial positivo, esa cualidad redentora a la que nos referíamos; la que nos permitirá admitir nuestros errores pero saber también que con ese reconocimiento va implícita la oportunidad de resolverla a través del cambio para bien.

Regresar a las causas de nuestro comportamiento en determinadas circunstancias es inútil. Para Lukas existen cosas más importantes que hacer que desenterrar errores del pasado; el presente debe ser utilizado y el futuro planeado”, esto nos recuerda una frase de Séneca: “El hombre feliz archiva su pasado, pone en orden su presente y está en condiciones de reformar su futuro cuantas veces crea necesario”

Nosotros compartimos plenamente este criterio, de aquí se desprende que el “trabajar” y “elaborar” los sentimientos negativos, reactivando momentos dolorosos, no sólo no es positivo sino que impide que se vea con claridad cuales son las opciones hoy.

El pasado no puede ser cambiado, pero lo que existe aún, es la libertad de elegir la actitud con que enfrentaré el futuro.

El perdonarse y perdonar nos permitirá trascender el sufrimiento egoísta, el camino sin retorno, para elevarnos por encima de lo mezquino e inmediato, en alas de las fuerzas indomables del espíritu, más allá del horizonte, hacia una vida plena de sentido.

El perdón nos libera, rescatando lo mejor de nosotros mismos.

Cuanto cambie la vida, será el resultado de haber aprendido de los errores, y de esa decisión personal de continuar con firmeza y dignidad en esta empresa de vivir la propia vida, tal y como nos ha sido dada.

Momentos como éstos, en que un ser sufriente logra alcanzar la paz interior a través del perdón, es capaz de generar los más bellos y profundos sentimientos y reflexiones por parte de los demás integrantes del grupo, aun de los recién llegados, muchos de los cuales ven desaparecer su propia sensación de culpa ante este acto supremo de valentía y amor de quién tomó la opción liberadora del perdón.

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: (Niveles por los cuales pueden transitar los integrantes de un grupo)

jueves, 24 de marzo de 2011

Sobre los sentimientos

El sentimiento es una manera, humana de ser en el mundo, es la manera en que nos encontramos en sintonía con aquellos seres que no somos nosotros y con el ser que somos nosotros mismos.

Estamos siempre, continuamente, experimentando algún sentimiento, o estamos en un cierto estado de ánimo; es imposible no hacerlo.

En realidad, los sentimientos son los que nos hacen sentir que existimos, de que somos.

A través de los sentimientos se abre un estado que permanece abierto, mediante el cual nos relacionamos con las cosas, con nosotros mismos y con aquellos que nos rodean, todo simultáneamente; son el verdadero estado, abierto a sí mismo, en el que fluye nuestro ser ahí, nuestro ser en el mundo, son, en otras palabras, los estados merced a los cuales tomamos una postura con nosotros mismos.

El hombre no es una criatura racional, está equipado con sentimientos, ya sea que éstos lo hagan admirable o despreciable, el estado de sentimientos es original en el hombre de una manera tal, que la voluntad y el pensamiento permanecen junto a él.

Es propio de los sentimientos su capacidad de abrirse y permanecer abiertos aunque algunos, en especial aquellos que llamamos de felicidad o alegría, tienen también la capacidad de “cerrarse”.

Tomemos, por ejemplo, el sentimiento de felicidad que produce la boda inminente de un hijo; perdura desde el momento en que se nos notifica, durante los preparativos y la ceremonia y puede hacerlo aún durante la luna de miel pero con el tiempo desaparece y si bien podemos seguir contentos porque se haya casado, ya no nos produce ese sentimiento tan particular.

Hay otros sentimientos como el de estar en armonía con la vida que pueden perdurar indefinidamente, desaparecer durante crisis para reaparecer espontáneamente una vez que la crisis ha pasado.

Existen, entre otros, sentimientos de fortaleza, de debilidad, de vergüenza, de timidez. Hay, además, sentimientos de paz, de pena. En éste último podríamos intercambiar, con el mismo significado el sentimiento de tristeza y de dolor no físico. Los sentimientos de pena suelen ser, por naturaleza, más persistentes que los de felicidad.

Nosotros no podemos ser en el mundo sin un estado de sentimiento determinado. Heidegger ha dicho que aún el no sentir nada por nadie, como se dice vulgarmente el “no tener miramientos para nadie” es un estado de sentimiento caracterizado precisamente por “un no tener miramientos para nadie”. Esto adquiere importancia al darnos cuenta que un sentimiento no puede desaparecer sino es reemplazado por otro.

Es aquí, entonces, donde adquiere pleno significado el decir que para eliminar la oscuridad sólo hay que dejar entrar la luz.

(Del Mensaje d Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En “La Ayuda Mutua como factor de renovación cultural, moral y social”)

El amor y el odio, pasiones que engrandecen o disminuyen

Entrando en el terreno del análisis de las pasiones, nos hemos de referir al amor y al odio.

El odio, como las emociones, tampoco puede ser decidido por nosotros, nunca tomamos la decisión de odiar a algo o alguien. El odio parece, apoderarse de nosotros en una manera similar a como lo hace la ira. Sin embargo, la manera en que se apodera de nosotros es esencialmente diferente.

El odio también puede explotar bruscamente, pero sólo porque ya se ha apoderado de nosotros, porque ha estado creciendo dentro de nosotros por un tiempo y porque lo hemos nutrido, lo hemos cultivado, de la manera que puede ser cultivado algo que ya está ahí y está vivo.

Por lo contrario, a diferencia de las emociones, nunca decimos, pensamos o creemos que hemos cultivado nuestra ira.

A raíz de que el odio se mueve muy profundo en nuestro ser, tiene una fuerza adhesiva. El odio proporciona cohesión y persistencia a nuestro ser. El odio, a diferencia de la ira, una vez que nos toma no desaparece espontáneamente, sino que germina, crece, se solidifica, cavando su camino hacia adentro y consumiendo nuestro mismo ser.

Pero esta cohesión y persistencia que trae a la existencia, no ciega al hombre como la ira, al contrario, le proporciona visión y premeditación.

El que odia nunca es ciego, es sagaz y malicioso. Sólo la ira es ciega.

Tampoco el amor nunca es ciego: es perspicaz. Sólo el engreimiento o vanidad es ciego, débil y susceptible, como que es una emoción y no una pasión.

Una pasión es aquello a través de lo que, y por lo cual, tomamos comando de nosotros mismos y nos volvemos lúcidos, amos de lo que nos rodea y de nosotros mismos.

Por eso es común ver a seres sufrientes seguir un camino de odio, porque los mantiene vivos, cruelmente vivos, les hace sentir que son, no sólo que existen, sino que se dan cuenta de su existir, que les proporciona una razón, una causa y les da fuerza para seguir viviendo.

Esta realidad la vemos expresada por algunos grupos que buscan justicia para sus familiares víctimas de crímenes.

La gran diferencia entre el odio y el amor es que, siendo ambos fenómenos humanos, mientras el amor nos alimenta, nos nutre, el odio debe ser alimentado y cultivado por nosotros.

En cierta medida, se puede considerar al odio como una pasión interactiva; si bien es cierto que aparece sin que medie nuestra voluntad, es decir, que toma a nuestro ser sin preaviso, también es cierto que necesita de nuestro continuo alimentarlo, de nuestro ser para el odio.

Este aspecto del odio nos ha de ser útil para enfrentarlo y superarlo, pues para ello sólo es necesario un pequeño paso: dejar de alimentarlo voluntariamente, pues sólo subsiste merced a nuestro esfuerzo y nuestra voluntad.

Con el amor sucede lo contrario, no podemos amar ni dejar de hacerlo por nuestra voluntad y, a decir verdad, pareciera que sólo es posible cambiar una gran pasión por otra, en efecto, pareciera que sólo podemos dejar de amar a alguien cuando comenzamos a odiarlo.

Es importante recordar aquí, aunque muy brevemente, que el perdón es una opción de la que dispone el hombre y nunca un sentimiento. En otras palabras, que debemos perdonar para estar bien, y no esperar a estar bien para recién entonces perdonar.

Resumiendo, el amor no sólo nos posee sino que además nos alimenta, nos engrandece, nos hace ser mejores, nos coloca en armonía con la vida, mientras que el odio también nos posee, sólo que al odio debemos alimentarlo, nos disminuye como seres, extrae lo peor de nosotros y nos aparta de la armonía con la vida.

Uno es una gracia, una bendición, el otro, si bien no es buscado, en cuanto a su permanencia, es solamente una elección, nuestra elección.

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En “La Ayuda Mutua como factor de renovación cultural, moral y social”)

martes, 22 de marzo de 2011

Sobre las emociones

Una vez comprendida la realidad existencial del sufrimiento y su carácter sustancial con capacidad de dar origen a emociones, pasiones y sentimientos, hemos de tocar un tema que ha sido siempre conflictivo, como es el tema del papel que juegan en nuestra vida las emociones, pasiones y sentimientos.

Tomemos, como ejemplo, el enojo, que es una emoción.

Nosotros no planeamos o decidimos estar enojados. El enojo nos toma, nos controla, se apodera de nosotros, nos afecta de manera súbita y turbulenta, sacándonos de nosotros mismos.

Lo mismo sucede con otra emoción como es la alegría, a tal punto que cuando estas emociones son particularmente intensas decimos que la persona está fuera de sí misma por un enojo, o loca de alegría.

Empujados por las emociones, actuamos impulsivamente; las emociones nunca son “cultivadas” por nosotros.

Resulta entonces evidente, que las emociones nos afectan haciéndonos perder el dominio sobre nuestro propio ser, nos hacen perder el poder de reflexión y, por lo tanto nos ciegan.

Merced a estas características, en especial al hecho que no son deseadas ni buscadas y son de breve duración, la respuesta puramente emocional al sufrimiento que se da en el periodo inicial, sólo entonces tiene valor como descarga ante una gran crisis.

Por lo tanto, pretender basar la tarea de un grupo de ayuda mutua, en el análisis y “elaboración” de fenómenos transitorios y tan incontrolables como son las emociones, representa no sólo una pérdida de energía, de por sí tan escasa en esos momentos, sino también una pérdida de tiempo para todo el grupo.

Creemos que es suficiente con saber que, así como las emociones son de intensas, así también lo son de breves y desaparecen oportunamente.

Si en un grupo de ayuda mutua, permanecemos en el análisis y elaboración de la causa del sufrimiento y de los síntomas y emociones por él provocadas, el análisis de la propia existencia es imposible.

Si, por el contrario, nos reunimos para ver qué podemos hacer con lo que nos pasa, entramos de lleno en el plano del análisis de la propia existencia y nos vemos obligados a trabajar con los fenómenos humanos, en lugar de trabajar con categorías tales como antes y después o síntomas, trabajaremos con las dimensiones de lo mejor y lo peor, entonces se hace patente que el sufrimiento no es una enfermedad sino una condición existencial del ser humano al que se le abren perspectivas enteramente nuevas.

(Del Mensaje de Renacer, sobre emociones, pasiones y sentimientos: En “La Ayuda Mutua como factor de renovación cultural, moral y social” y en “Podemos convertir en triunfo una tragedia”)

jueves, 17 de marzo de 2011

La misión es llevar esperanza

Para las reuniones de Renacer, no hay realmente una fórmula, nosotros siempre pensamos que en las reuniones deben mantenerse en no hacer catarsis, no alentar la catarsis, alentar sí el pensamiento positivo y amoroso de los papás que van ingresando y hacerles ver que todavía en su vidas hay un horizonte pleno de posibilidades para que ellos elijan, como vivir su vida y que cada uno tiene que hacer su mejor esfuerzo y que la responsabilidad de cómo vivimos nuestra vida es nuestra siempre, desde el primer día.

Una vez que eso queda claro, el papá sabe que no hay una fórmula mágica alguna, que el esfuerzo es personal, si se da cuenta y ve la actitud y semblante de tantos papás que están con un rostro de paz, de que todo está bien a pesar de lo que me ha pasado, entonces se puede dar cuenta que “si ellos pudieron yo también puedo”, pero no todo el mundo está dispuesto al desafío.

Nosotros pensamos que lo mejor que puede ofrecerse para una recuperación integral de los papás y de su grupo familiar es Renacer, es el estar con un par, estar con el otro igual que yo, aclarando que no nos reunimos para llorar, si bien las lágrimas pueden ser parte de la reunión; sino que me reúno para encontrarle un sentido a esto que me pasó, a mi sufrimiento, para poder encaminarme nuevamente en la vida y vivir una vida plena de sentido y no simplemente sobrevivir.

Para nosotros y para tantos papás de los grupos, la misión es llevar esperanza a esas personas que hoy les toca transitar este camino tan duro.

(Del Mensaje de Renacer, sobre catarsis: En Renacer San José, Uruguay, Conferencia de Prensa)

miércoles, 16 de marzo de 2011

II – Sobre catarsis

La pura catarsis, con su implícito egocentrismo, es radicalmente opuesto al concepto de Ayuda Mutua

Si bien en un primer momento consideramos que una primera instancia debía ser la de catarsis, pronto nos dimos cuenta que este volver atrás sobre los hechos dolorosos y la exploración de emociones tan encontradas y negativas, propias de los primeros tiempos después de la partida del hijo, nos mantenía en un nivel emocional desde donde se hacía muy difícil vislumbrar un proyecto de vida, y lo que es más aún, se hacía difícil no caer en la postura de sólo verse a sí mismo, consecuencia lógica de este tipo de procesos.

Los padres que se acercan a Renacer, lo hacen no sólo porque han perdido un hijo, sino que habiéndolo perdido no quieren seguir viviendo como lo están haciendo y la mayoría de ellos han hecho catarsis, quizá durante el velorio del hijo, los días posteriores con amigos, o familiares.

Hay un aspecto que es necesario aclarar con respecto a la catarsis, y es que lo correcto es decir que no la fomentamos, no que no la permitimos.

Los moderadores de un grupo no deberían fomentar las manifestaciones emocionales de los seres sufrientes, más bien deberían orientar a esas personas a la búsqueda del sentido inherente en cada situación, no importa cuán difícil o dolorosa sea.

Debemos saber que una simple pregunta hecha para iniciar una reunión puede desmoronarla por completo hasta convertirla en lo que llamamos “un lloratorio”, por ejemplo, cuando poco después de un día de la madre o del padre un moderador inicia una reunión preguntando ¿cómo te sientes hoy? esta pregunta con frecuencia obtiene un lamento como respuesta, con un marcado efecto dominó concomitante, a menos que el moderador haya elegido una persona que esté muy bien para responder en un tono optimista.

Esta última eventualidad muy difícilmente ocurra cuando los grupos recién inician su tarea.

El marcado tono de lamento que impera en algunos grupos es una de las principales razones para el abandono por parte de los integrantes.

Por eso decimos que la pura catarsis, con su implícito egocentrismo, equivale a lo radicalmente opuesto al concepto de Ayuda Mutua, que es uno de los problemas que se presenta para la disolución del grupo, pues luego que todos los testimonios se conocen tan bien, no queda ya nada por decir.

(Del Mensaje de Renacer, sobre catarsis: En “Niveles por los cuales pueden transitar los integrantes de un grupo”)

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No ha sido sencillo trasmitir este mensaje

Este mensaje fue muy difícil de transmitir al principio.

Nuestra cultura indicaba que lo acostumbrado era trabajar con las emociones y sentimientos y así, cuando nos encontrábamos con padres cuyos hijos habían sido víctimas de hechos violentos y les decíamos que Renacer era un mensaje de amor y que, en nombre de nuestros hijos sólo tenía sentido devolver una obra de amor a la vida, esos mismos padres nos miraban con desconfianza y en ocasiones hasta con desagrado, y nos hablaban, una y mil veces, sobre sus emociones y sentimientos.

A pesar de todas estas dificultades iniciales, continuamos mostrando a Renacer como un mensaje de amor y sosteníamos que, para ver y mostrar a otros padres a Renacer como una obra de amor, no era necesario hacer catarsis en las reuniones.

Decíamos, por entonces, que se podía ver a Renacer de varias maneras, entre ellas como un lugar a donde íbamos a que alguien pusiera un brazo en nuestros hombros y nos dijera “pobre, yo se lo que se siente, yo pasé por lo mismo” y eso era importante, pero no alcanzaba..., también, les decíamos, pueden ver a Renacer como un lugar donde van a dar algo de ustedes en memoria y en homenaje a ese hijo que partió; luego preguntábamos a los padres como preferían ver a Renacer y la inmensa mayoría respondía que les agradaba más verlo como un lugar a donde iban a dar algo de ellos en homenaje a sus hijos.

Ahora venia la pregunta obligada: “¿Qué van a dar en homenaje a ese hijo? ¿Llanto, dolor, desesperación, bronca, odio, deseo de venganza? ¿O preferían dar amor, ese mismo amor que sentían por sus hijos?

Así se hizo patente que, para dar amor, para devolver ese amor a la vida, no era necesario analizar nuestras emociones, no era necesario hacer catarsis.

(Del Mensaje de Renacer, sobre catarsis: En comunicado del 21 de diciembre de 2001)

Tenemos la oportunidad de transformarnos

Nosotros hablamos, fíjense, de una transformación interior, decimos que a través del dolor tenemos la oportunidad de transformarnos; ¿por qué me voy a transformar? ¿Por qué tengo la oportunidad de transformarme? ¿Por qué debo hacerlo?

Porque cuando lo trágico nos acontece, despierta una conmoción existencial, que significa que toda nuestra existencia está siendo conmocionada de raíz.

Nos miramos al espejo y no nos reconocemos, estamos en un mano a mano con la conciencia, sabemos lo que hicimos bien y lo que hicimos mal.

Es como si estuviéramos de rodillas frente a la vida diciendo: “solo sé que no sé nada”, “yo creía que la vida era una cosa, pero resulta que la vida es otra cosa”.

Los hijos que no están, despiertan en nosotros ese amor incondicional, aquel que no tiene ni reclamos ni expectativas, que no necesita siquiera de la presencia física del ser querido para amar, para expandirse, pues pese a no tenerlo físicamente igual los seguimos amando.

Y frente al amor incondicional, sabemos que esta vida es vista, por primera vez, con los ojos del espíritu, los ojos al desnudo, mi yo frente a mi existencia, desnudo frente a mi existencia.

Por eso tengo la posibilidad desde allí, desde esa posición de rodillas frente a la vida, levantarme porque elijo hacerlo y porque elijo, por sobre el dolor, elijo el amor.

El amor por nuestros hijos debe ser el que, lentamente, vaya ganando terreno al dolor, por eso hablamos de que el dolor va cediendo, pero será en la medida en que, como siempre decimos, debemos ejercer la autorrenuncia, cuando entramos a un grupo como Renacer que nos muestra ese camino.

¿Por qué la autorrenuncia?

Significa un gran desafío, renunciar a muchas cosas, pero significa renunciar, por sobre todo, a mis emociones que son encontradas, violentas, opuestas, renuncio al dolor desesperado, pero para que haya un acto de renuncia, uno sólo puede renunciar a algo por algo más elevado, algo que de por sí, contenga un sentido a esa renuncia y esto es el amor por los hijos, por los hijos que no están, por los hijos que están que nos reclaman, por la vida y por nosotros mismos.

Tenemos que recuperar el sentido de la autovalía; hay un momento en que pensamos que no servimos para nada, el dolor es tan grande que creemos que ya no servimos para nada, no hemos podido llevar a buen puerto a nuestros hijos, nos parece que, de alguna manera, hemos fallado.

En lugar de debatirnos en todas esas emociones y sentimientos que realmente son totalmente pasajeros y contingentes, renunciamos por algo más elevado: por el amor a los hijos.

(Del Mensaje de Renacer, sobre el poder de transformación: En Montevideo febrero de 2001)

La vida nos da una segunda oportunidad

Son pocas las veces en que la vida nos da segundas oportunidades.

La vida nos da segundas oportunidades cuando estamos cerca de la muerte y nos salvamos, pero también nos la da cuando perdemos un hijo y decidimos vivir, pues si yo me muero con mi hijo, el mensaje que le estoy dando a la vida, es que mi hijo va a terminar siendo mi verdugo y ese es un mensaje que nadie quiere dar.

Entonces, viendo las cosas desde este punto de vista, nos damos cuenta que cuando perdemos un hijo, hablar en términos de duelo, hablar en términos de elaboración de emociones y elaboración de sentimientos, son palabras muy pequeñas para lo que nosotros podemos alcanzar, son logros que si uno mira bien, son subterráneos, pero tienen su lugar y su lugar es a ras del suelo, no es un lugar elevado.

Por supuesto que algunas personas, algunos papás querrán hacer esto y no hay nada malo en que lo hagan, que hagan un duelo y que trabajen elaborando el duelo y priorizando sus emociones y sentimientos, la tragedia, sería que el grupo Renacer no pudiese mostrarle a esos papás que hay algo que trasciende a todo eso, que hay algo que cualitativamente es superior a todo eso.

El hecho de rechazar COMO MODELO DE TRABAJO en los grupos Renacer, la elaboración del duelo, no significa negar su existencia.

Lo que se advierte, es que a partir de una mera elaboración de un duelo, que es un proceso absolutamente individual, egocéntrico y despojado de toda trascendencia hacia otro ser humano, puedan surgir seres más compasivos y solidarios con el dolor ajeno, capaces de elegir libremente la manera de sufrir dignamente, abiertos al mundo en que se insertan, junto a otros padres con quienes comparten dicho mundo y hacer honor al concepto contenido en la frase: “Busqué Dos y no lo encontré; busqué a mí mismo y no me encontré; busqué al prójimo y encontré a los tres”.



(Del Mensaje de Renacer, sobre el poder de transformación: En Huerta Grande 2008 y en “Renacer según la filosofía de Heidegger”)

martes, 1 de marzo de 2011

Estamos frente al máximo grado de responsabilidad de la vida

Como el prisionero, para el padre que pierde un hijo, el tiempo parece ilimitado y eterno. Frankl lo llama "la extraña experiencia del tiempo", un día puede antojársenos eterno, mientras que una semana puede pasar inadvertidamente en su totalidad. Cada día debe ser vivido con todos sus minutos, con los recuerdos diarios y las rutinas sin la presencia del ser amado. Con nuestro hijo muerto sentimos, como lo expresa Frankl que "todo lo que poseemos es nuestra existencia al desnudo".

Nos muestra con toda su crudeza y por primera vez, la transitoriedad de la vida. Enfrenta a los padres con su propia finitud. Como el prisionero, ve ahora la existencia como provisional y de duración desconocida. No sabe cuánto tiempo se sentirá de esta manera, no sabe cuánto tiempo podrá vivir de esta manera.

Frankl nos dice que "el hombre que no puede ver el fin de su existencia provisional es incapaz de plantearse una meta en su vida. Cesa de vivir para el futuro". En nuestro caso la vida misma no puede ser concebida sin ese hijo, esa posibilidad nunca fue siquiera considerada. Por lo tanto debemos encontrarle un nuevo sentido a nuestra existencia.

Hemos perdido aún nuestra identidad, ya no sabemos cuáles son nuestras creencias, y nos cuesta reconocer nuestra propia imagen en el espejo.

Muchos puntos en común con el análisis existencial de Frankl se nos hicieron evidentes, particularmente el hecho que pone el acento en la vida desde este momento en adelante, preocupándose no por los “de donde” y los “por qué” sino por los “para qué” y “hacia donde”, trabajando con los aspectos más fuertes de nosotros mismos, haciéndonos ver que no somos víctimas indefensas del destino, aprendiendo que esa lucha con el destino no es tan desigual como parece.

El destino nos interroga, quizá para algunos las preguntas pueden ser más complejas, el suicidio de un hijo, la pérdida del hijo único, la pérdida de todos los hijos, pero a todos nos da igual oportunidad de responder. Si esta respuesta se canaliza a través de los valores de actitud lo haremos de la manera más digna y elevada que el hombre puede elegir. Pues estos valores que emanan del hombre mismo, no están dirigidos a él sino a la vida misma, a Dios, y representan el máximo grado de responsabilidad individual ante la vida.

Los valores de actitud son la respuesta existencial del hombre frente a situaciones que no pueden ser cambiadas, en las que sólo queda la actitud a tomar, viviendo nuestra vida tratando sólo de comprenderla tal como es y vivirla con coraje, no escapándose de ella, no ocultándose de ella, enfrentándola con valentía.

(Del Mensaje de Renacer, su fundamento filosófico: En “La muerte de un hijo. Resolución a través de la Ayuda Mutua” y en “La pregunta sobre el sentido de la vida” Revista Mexicana de Logoterapia 2002)

El lenguaje del hombre que lucha por encontrar sentido a los interrogantes de la vida

Nuestro trabajo en Renacer está profundamente influenciado por la obra de Víctor Frankl; en su obra hemos encontrado los fundamentos antropológicos y filosóficos necesarios para llevar adelante esta tarea.

Nuestra introducción a Frankl vino un año después que habíamos comenzado a trabajar con los grupos; inicialmente trabajábamos de una manera intuitiva, con el concepto de que en medio de tanta adversidad, nosotros debíamos no solo sobrevivir, sino llevar nuestro sufrimiento con dignidad, "caminar con la frente alta", decíamos. Estábamos siendo, sin advertirlo, testigos del despertar "del poder indomable del espíritu", llegándose muy profundo dentro de la dimensión de la libertad humana no sujeta a leyes deterministas.

Un año después un "regalo de Dios" vino a nuestras manos en forma de un pequeño libro: "El hombre en Busca de Sentido" de Víctor Frankl.

Al leerlo experimentamos el fenómeno del ¡ahá!, ¡aquí está!

Como ya hemos señalado, Frankl entiende al hombre como un ser consciente y responsable, viviendo en la tensión entre el ser y el deber ser y guiado por la permanente búsqueda de sentido a las preguntas que la vida le plantea, su sistema presenta la particularidad de ser aplicable tanto como modelo terapéutico, por el hombre enfermo, como por el hombre no enfermo, que busca respuestas a sus interrogantes existenciales, es, precisamente, es en este último sentido que nosotros hemos aplicado la filosofía frankliana.

El mismo Frankl ha dicho en sus obras que la Logoterapia no es sino el lenguaje del hombre común y corriente que lucha por encontrar sentido a los interrogantes de la vida, traducido al lenguaje de la ciencia.

El modelo frankliano nos facilitó el lenguaje y los conceptos para definir y transmitir lo que ya experimentábamos, lo que percibimos en nuestro propio despertar a una nueva manera de vivir, lo que sentimos en esa nueva dimensión de nuestro ser al luchar con dignidad, al ser capaces de enfrentarnos y oponernos a esa parte nuestra que quiere morir con nuestros hijos.

Para describir este proceso de transformación interior a otros padres que están por comenzar este trágico y a la vez maravilloso camino, para esto nos sirve la Logoterapia.

Pero, si bien ha sido la obra de Frankl, la que nos dio los fundamentos teóricos, fue su vida la que nos dio un mensaje invalorable y nos sirvió de ejemplo: prisionero en cuatro campos de concentración nazi durante la segunda guerra mundial donde perdió a su esposa y un hijo por nacer, su madre, su padre y un hermano y, aun así, pudo decir “A pesar de todo sí a la vida”.

(Del Mensaje de Renacer sobre, su fundamento filosófico: En Revista Mexicana de Logoterapia 2002

Un aporte hacia los próximos 50 ó 100 años de Renacer

Hubo una frase de la Dra. Kübler Ross que nos llamó mucho la atención, esa frase dice: “Por más absurdo que pueda parecer, el hecho de perder un hijo, podía provocar en los padres un verdadero despertar espiritual.”

A partir de ahí, empezamos a buscar, empezamos a leer para encontrar una definición adecuada de lo que es la espiritualidad que sirviese a Renacer y la encontramos cuando llegó a nuestras manos un libro de un filósofo francés llamado Michel Foucault.

Foucault llama espiritualidad a la búsqueda, a la práctica o las experiencias, mediante las cuales el sujeto efectúa en sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad; para. él espiritualidad es el conjunto de esa búsqueda y agrega que sin una transformación, la persona no puede acceder a la espiritualidad y con ello a la verdad.

Explica que esas prácticas o métodos consisten, entre otros, en el ascetismo, en la meditación profunda y en los cambios existenciales; esto último, los cambios existenciales, es lo que nos atañe a nosotros porque nuestra existencia cambió en el mismo momento que murió un hijo.

Como sostiene Foucault, los cambios existenciales son la puerta de acceso a la espiritualidad; en otras palabras, a través de un cambio existencial el hombre, si lo desea, si es corajudo, si continúa en este viaje, puede tener acceso a la dimensión espiritual, cuyo resultado será estar en la verdad.

Concordantemente, Víctor Frankl dice: “El sufrimiento posee no sólo dignidad ética sino también relevancia metafísica: hace al hombre lúcido y al mundo transparente”, y estar en la verdad significa estar lúcido, estar despierto, estar consciente y ver al mundo como realmente es, sin ningún velo que lo cubra.

Foucault va más allá y dice que a través de las conmociones existenciales, en las que una persona resulta verse bruscamente de cara a la verdad, tiene, como contrapartida, la paz interior y el cese de todas las turbulencias de las emociones.

En esencia, la muerte de un hijo que es una situación límite, al producir un cambio existencial, abre una puerta de acceso a la espiritualidad y como consecuencia se puede llegar a la verdad y la verdad tiene una contrapartida que es la paz interior.

Cuando tratamos de definir a la espiritualidad entramos en terrenos complejos en los que a la intuición le faltan las palabras para definirla.

Las lenguas occidentales poseen términos muy deficientes para definirla; por esa razón hemos acudido a conceptos del Dalai Lama que nos da una definición de espiritualidad que transcribimos porque nos parece adecuada para todas las creencias, sean o no religiosas:

"La espiritualidad me parece algo relacionado con las cualidades del espíritu humano, como son el amor y la compasión, la paciencia, la tolerancia, el perdón, la contención, el sentido de la responsabilidad, el sentido de la armonía, etc., que aportan la felicidad tanto a uno mismo como a los demás. Así como el ritual y la oración, junto con las cuestiones del nirvana y la salvación, están directamente relacionadas con la fe religiosa, estas cualidades internas, las espirituales, no tienen por qué estarlo. Por lo tanto, no existe razón alguna por la cual no deba el individuo desarrollarlas, incluso hasta su grado máximo, sin recurrir a ningún sistema de creencias religiosas o metafísicas. Por eso digo algunas veces que la religión es algo sin lo cual nos podríamos pasar. En cambio, de ninguna manera podemos prescindir de esas cualidades espirituales básicas."

Prestemos atención aquí a aquello que es de capital importancia; Foucault dice en palabras claras lo que muchos de nosotros hemos experimentado, que las modificaciones de la existencia son puerta de acceso a la espiritualidad, que aquellos a quienes se les cambia la existencia radicalmente, se les otorga como premio el de acceder a la verdad y por ende a la libertad.

Interróguense ahora, a ustedes mismos, si no es correcto decir que después de perder un hijo ya no podemos seguir siendo la mismas personas que antes, como hemos sostenido desde la primera reunión de Renacer, el 5 de Diciembre de 1988, que es imposible volver a ser la misma persona, siendo “la misma persona menos un hijo”, que es imposible porque en nuestras vidas se ha producido un cambio radical.

Esta manera de acceder a la verdad, nos coloca en el pensamiento filosófico y no en el psicológico, otra de las razones por las que es incorrecto fundamentar la tarea del grupo en el análisis de las emociones y sentimientos.

Entonces, para que se dé la espiritualidad en una persona es preciso que el sujeto se modifique, se transforme, se convierta, en cierta medida, en distinto de sí mismo, pues la verdad sólo es dada al sujeto a un precio que pone en juego el ser mismo de éste, o sea que no puede haber verdad sin una transformación del sujeto.

Foucault, cita lo que él llama efecto "de contragolpe" de la verdad sobre el sujeto, y aquí tenemos algo sumamente importante para nosotros los que permanecemos en grupos de Ayuda Mutua, insistiendo en que la verdad no es simplemente lo que se da al sujeto para recompensarlo; la verdad es lo que ilumina al sujeto, lo que le da la bienaventuranza, lo que le da la tranquilidad del alma.

Si nosotros no somos capaces de ver a Renacer con estos ojos, jamás seremos capaces de comprender la razón por la que muchos integrantes permanecen por años en un grupo, precisamente, porque han accedido a la verdad y con ella a la liberación y la paz del alma.

Renacer es un lugar donde vamos a dar lo mejor de nosotros en nombre de todos los hijos que, con su partida, han contribuido a despertar espiritualmente a tantos padres a ser seres solidarios y compasivos, receptivos al dolor de los que sufren.

El padre que a través del dolor descubre, asombrado, su dimensión espiritual, y a través de ella su capacidad de trascender y renunciar a su sufrimiento, lo hará a través de lo que escucha en Renacer y de su propio camino intuitivo, alimentado por el amor que encuentra en el recibimiento y en las reuniones en sí, y no lo hará porque lo leyó en los objetivos, menos aún si se hace con la visión reduccionista y psicologista de quienes niegan en el ser humano su dimensión espiritual.

Así también decimos que la paz y la serenidad no son objetivos en sí mismos, sino el resultado de una tarea bien hecha al trascendernos para acercarnos al otro ayudándolo a recuperar su esperanza, nace en nosotros una paz interior profunda y perdurable.

El Mensaje de Renacer lo que hace, realmente, es despertar la fuerza indómita del espíritu de cada papá cuando entra a Renacer.

El Mensaje de Renacer, asentado en los valores espirituales, los valores más humanos del hombre, sostiene que de una experiencia tan dolorosa pueden surgir seres más fuertes, más solidarios y compasivos, capaces de vivir una vida plena de sentido, afirmándose de esta manera como una escuela de vida.

En la dimensión espiritual es donde se generan los fenómenos más humanos del hombre: el amor, la libertad y la responsabilidad, que son los que nos permiten darnos cuenta de un hecho capital para enfrentar nuestro destino: una cosa es lo que nos ha pasado y otra cosa, y muy distinta, es lo que cada uno de nosotros decide hacer con aquello que nos ha sucedido.”

Es necesario trabajar con una nueva realidad, una realidad que ha estado oculta, pero que comienza a dejarse ver a través de este camino de espiritualidad al que la muerte de un hijo nos abre las puertas, toda otra visión, todo otro proyecto, enfrentado a éste queda disminuido.


Alicia Schneider Berti- Gustavo Berti

Renacer es un grupo ecuménico que apela a la responsabilidad como valor neutro

Es menester aclarar, y eso lo tienen que saber todos, todos lo tienen que saber; Renacer es un grupo ecuménico, es decir, que no nos identificamos con ninguna religión aceptamos a todos los papás que tengan la religión que tengan y aún aquellos que no la tienen y no practican ninguna fe, es más, algunos vienen peleados con Dios y otros jamás necesitaron de una religión y a veces esos papás no se sienten tan comprendidos porque se encuentran con que la mayoría de los papás de los grupos son practicantes y hablan del reencuentro con los hijos y ellos sienten que, en realidad, no se van a reencontrar con los hijos.

Bueno, a ellos también los tenemos que aceptar. Y no tenemos que tratar de convencer al papá de que crea que se va a encontrar con su hijo, yo digo lo que yo siento y bueno, yo creo que me voy a encontrar con mi hijo, pero si ese papá o esa mamá no piensa lo mismo, yo debo respetar esa manera de pensar y ese papá y esa mamá tiene que saber que, justamente, si ellos piensan que esto es todo lo que hay, pues entonces, tengo que dedicarme a vivir en plenitud esta vida que tengo acá y con más razón, ser el guardián del mensaje en nombre de mi hijo.

Si un papá quiere hablar de religión lo escuchamos pero no hacemos debate sobre la religión, no le decimos a un papá que debe ser creyente para salir adelante, respetamos sus creencias, apelando a la responsabilidad de las personas.

Una de las cosas más hermosas y poderosas del mensaje de Renacer, tomado de Víctor Frankl, es la apelación a la responsabilidad, que es una apelación a un valor neutro.

(Del Mensaje de Renacer, sobre fundamento filosófico: En Revista Mexicana de Logoterapia 2002 y en Huerta Grande 2008)