viernes, 30 de enero de 2009

Entender

La vida entendida como una competencia, donde se trata de acumular bienes, reconocimiento social y aceptación es una carrera en la que tratamos da salir en los primeros puestos. Inclusive los hijos que tenemos forman parte del orgullo que buscamos sentir por lo que hacen, por como son, por los dones con que fueron bendecidos. Frecuentemente, cuando eso hijos no representan lo que consideramos el modelo de lo que deberían ser, cuando sus capacidades no son acordes a nuestras expectativas, sentimos que eso es un fracaso nuestro. No podemos sentirnos orgullosos de ellos en la forma que quisiéramos, no producen envidia en los demás, no nos permiten sentirnos importantes gracias ellos.

La vida entendida como esta competencia social y económica, es un juego al que juegan una enorme cantidad de personas sin darse cuenta siquiera del pasatiempo en el que participan con entusiasmo sin saber porqué. Simplemente como esos muñecos a los que se da cuerda, fueron echados a rodar en el mundo y lo hacen de la única manera que conocen, sin ningún atisbo de conciencia, sin ensayar una crítica.

La vida entendida de este modo hace imposible soportar la muerte de un hijo. Perder lo que más se ama, significa un vacío enorme. Nuestro inventario sufre un quebranto tan grande, desde lo afectivo y lo social, que no queda sino un largo camino signado por la frustración. ¿Cómo seguir viviendo según lo veníamos haciendo? Lo que nos pasó no tiene remedio alguno, no hay forma de reponer la pérdida y todo aquello de que se dispone, los “valores” que incentivaban a vivir, repentinamente no tienen ningún significado.

¿Que importa el éxito económico o el prestigio social frente a la muerte de un hijo? Cualquier padre los cambiaría con gusto por la vida de quien ya no está. Sin embargo no hay dónde realizar el trueque, las cosas son irremediablemente como son.

El mundo es lo que entendemos en nuestra cabeza que es. Lo armamos mentalmente, le asignamos significados, adoptamos valores. Nada de lo que creemos o pensamos es en sí, todas nuestras creencias y pensamientos provienen de la cultura, de lo que aprendimos consciente o inconscientemente. Cuando la muerte irrumpe en nuestras vidas, el juego descrito inicialmente, pierde todo significado, el mundo se derrumba, no quedan referencias para poder ubicarnos nuevamente. El sueño se ha terminado convirtiendo en una pesadilla y aquello que ayer era valioso hoy no tiene valor alguno. Las monedas de oro de ayer, son solamente latas pintadas. Los diamantes acumulados, simples trozos de vidrio. ¿Queda algo que haga que valga la pena vivir?
 
La muerte de un hijo es un golpe durísimo. Es una crisis enorme, y como tal, también encierra oportunidades. La primera es que al terminarse el sueño, podemos intentar entender la vida de una manera más real, más verdadera. No rechazar los datos que se ofrecen simplemente porque duelen. Entender que quizás duelen tanto porque hemos vivido rechazando su existencia, tratando de ignorarlos. No mirar lo que es, es una forma burda de construir el mundo según nuestro gusto, hacerlo a nuestra medida. Entretenernos en juegos que requieren de toda nuestra energía, sin tomar conciencia que son meramente juegos, no hace que el mundo sea distinto, solamente permite que nuestra percepción de él sea errónea. Solamente eso. Y cuando los hechos desnudan la mentira, buscamos afanosamente los culpables, sin la honestidad de reconocer que hemos estado mintiéndonos, los vidrios siempre fueron vidrios, quisimos creer que eran diamantes.
 
Cuando la mentira del éxito y el reconocimiento se caen, queda limpia la mente y el corazón para percibir. Como dice Víctor Frankl, el dolor hace al mundo transparente y al hombre lúcido. La vida debe ser algo distinto, quizás a pesar de todo tenga algún sentido. Quizás el dolor sea nada más que un síntoma de lo mal que entendemos y no la expresión del absurdo.

El camino que queda es indagar, tratar, con los límites propios de la parte intentando explicar el todo, de encontrar nuevos valores y significados a la existencia. No para apartarnos del mundo, sino para vivir en él dándole un significado nuevo. No para renegar de la vida porque la muerte existe, sino para revalorizarla casualmente porque es una experiencia finita que no podemos desperdiciar. Quizás no sea cuestión de impresionar a los otros, de “ganarles” esa carrera que no termina nunca y que nadie sabe para qué corre, ya que las satisfacciones que otorga no duran casi nada. Quizás debamos aprender a ser en la relación con los otros. No somos los otros pero no podemos ser sin ellos, no desde la competencia sino desde el amor. Tomarnos de la mano para facilitar la tarea en vez de tratar de ganar la delantera de un camino que no lleva a ningún lado, quizás a pesar de todo, la vida sea digna de ser vivida y los hijos que se fueron, con su partida, nos hayan quitado lo venda de los ojos. Si así fuera, no es poco lo que nos dejan y su presencia en nuestras vida, a pesar del dolor, habrá sido un bendición.

El despertar a la dimensión del espíritu, es comprender la fragilidad e impotencia humana, incorporar la paciencia y el estoicismo, entender a los demás como si fuéramos nosotros mismos deambulando por lugares distintos, tender lazos de comunicación y afecto, tener vocación por la empatía, aprender el amor sin condiciones, la solidaridad como actitud permanente. Ya no hay competencia, se termina la codicia, no hay huellas por dejar en este mundo cuyo devenir puede parecernos incomprensible. La vida es una experiencia enigmática y fugaz, como la muerte, es un misterio.

Cuando se abandona la soberbia, el yo sé como es, para observar y gozar de la experiencia de vivir, con menos explicaciones y mucho más receptividad, sin palabras para expresarlo, nos enriquecemos a niveles impensados. Hay mucho menos angustia y miedo, una mayor aceptación de las reglas del mundo como es, sin pretensiones de cambiarlo a nuestro gusto y criterio. Nos volvemos mas cautelosos con los juicios que emitimos y estamos dispuestos a aceptar nuestros equívocos ¡no hace falta impresionar a nadie¡

Estos cambios no anulan la ausencia física del hijo que se ha ido, pero permiten asumirla con mansedumbre, sin enojos ni rebeldías, la fe de que todo tiene un sentido se hace omnipresente, la muerte inquieta pero no asusta. El duelo entonces deja una experiencia rica y transformadora, el dolor da sus frutos, el absurdo cede lugar al misterio.

Cuando se entiende que se está transitoriamente en el mundo, que lo nuestro es un viaje evolutivo, la partida de los que amamos duele, pero es razonable por otra parte. Todos estamos de paso. Entender esto evita la tentación de fundar nuestro reino en la tierra, vinimos con nada cuando llegamos la mundo y cuando debamos irnos no nos llevaremos sino la experiencia de lo vivido. Los hijos son regalos de la vida que debemos agradecer, no son un derecho adquirido y la lógica humana de hay una secuencia para la muerte no es sino un engaño de nuestra mente. Basta observar la naturaleza para ver que los jóvenes de cualquier especie, animal o vegetal, también mueren antes que los más viejos.

Estas líneas no pretenden ser sino el testimonio de mi propia metamorfosis. Lejos de intentar un consejo más bien expresan cómo puede pasarse de la desolación y dolor más terribles a una comprensión serena de la vida y de las ausencias. No sentir que uno es víctima de una injusticia o que ha sido defraudado en sus creencias, sean religiosas o no, sino que formamos parte del Todo, y que de alguna manera inexplicable, como dice el Génesis en La Biblia, todo está bien. 

José Divizia

Somos lo que somos

Somos lo que somos, porque existen los pájaros, porque las plantas crecen, porque las abejas polinizan, porque el viento sopla, porque la marea sube y baja, porque la lluvia cae y porque los accidentes suceden. No hay nada que ocurra en el mundo que no nos afecte a todos de alguna manera. Inclusive el acto más insignificante que realizamos tiene algún efecto sobre el mundo. 

Todos vamos en la misma corriente de la vida. Todos tenemos nuestro origen en la misma fuente, pero no somos la fuente. Surgimos como una calidad especial de la fuente y volvemos a penetrar en ella, mientras la verdadera fuente permanece. Recorreremos nuestro camino único, pasaremos sobre los rápidos, por los estanques tranquilos, a veces furiosamente, en calma otras. 

Nos uniremos a otras corrientes y ríos a lo largo de nuestro camino, ganando fuerza y a veces impulso, o caeremos momentáneamente a un lado en algún charco lodoso y estancado. Sin embargo, no importa lo rápida ,lenta o apasionadamente que avancemos, a la larga todos llegamos al mismo fin, en el mismo mar. Regresamos a la fuente de la cuál surgimos. Por eso en un momento u otro, somos el principio, el fín y el camino, pero nunca somos ninguno de ellos permanentemente. Somos parte importante del proceso dinámico, pero nosotros, como todos los demás, solamente vamos de paso. Cada uno es una persona singular pero también, una persona universal. 

La mayoría de nosotros decimos que tuvimos un buen día cuando las cosas salen a nuestra manera. Creemos que una buena vida es aquella en la que realizamos nuestros sueños personales. No nos interesa, que cada noche miles de personas se van a dormir con hambre y desesperación, siempre y cuando no las veamos y nos dejen en paz. No es asunto nuestro que a los niños del mundo se les golpee y no reciban una educación adecuada. Nuestros hijos ya han crecido y les va bien, y no tenemos responsabilidad de los hijos de los demás. Solamente cuando alguno de esos niños hambrientos nos ataca o nos aterroriza en nuestro hogar, nos damos cuenta de la relación entre todas las cosas. Es una fantasía creer que la paz llega sin que todos nos movamos juntos, dentro de la corriente en unidad, alegría, amor y sorpresa. Un poeta inglés Francis Thompson, escribió una vez que no podía cortar una flor sin afectar a una estrella. 

De alguna manera, por insignificante u oculta, dependemos unos de otros. Una palabra, un acto, un sentimiento expresado, pueden reverberar formando amplios círculos en el estanque, alcanzando a viajeros insospechados. 
Nuestro humor al principio del día puede afectar a todos aquellos con los que entremos en contacto. El río sigue su curso. No podemos dejar de avanzar unidos y de afectar a todos los que encontremos en nuestro camino. 

L.Buscaglia

EN BUSCA DE LA ESPERANZA


La desesperación que nos invade frente a la pérdida de un hijo y el sufrimiento profundo que ello trae consigo, nos hace parecer que ya nada es posible, que jamás podremos recuperarnos de ese dolor inmenso que se ha apoderado de nosotros. Entonces cae la esperanza… y con ella la posibilidad de plantearnos una salida para nuestro problema. Nadie puede decir cuanto tiempo, ni de que manera se debe sentir la pena, pues los sentimientos de cada persona son únicos. Sin embargo existen elementos del pesar que son comunes a quienes han atravesado por la desdichada experiencia. Entender estos sentimientos, y el saber cómo otras personas los han tratado puede ayudar en gran medida a sobrellevar la experiencia. Confiando en que es posible recuperarse cuando se ha sufrido la muerte de un hijo, aunque el proceso sea lento, y el camino difícil, acercamos estas reflexiones al grupo para su discusión u análisis:

“Contribuye a la desesperanza, esa recurrente y permanente vivencia de desazón, de que ya nada importa, de que nunca podremos recuperarnos de nuestro dolor, de nuestra pérdida”. Existe el tiempo en su doble dimensión, es lento, cada día es una nueva agonía, la dificultad de comenzar la jornada, y por otra parte súbitamente miramos hacia atrás y cuesta creer que han pasado semanas, meses, años desde que nuestro hijo murió.

Nuestra fortaleza se menoscaba, se pierde la paciencia y nos sorprenden los altibajos de nuestro ánimo, las caídas recurrentes en la tristeza, la inseguridad y el miedo al futuro, que aunque poco importa es difícil visualizarlo en forma optimista o promisoria.

Frente a ello sólo queda la esperanza, y DEFENDER LA ESPERANZA ES TODA UNA MISION Y TODO UN TRABAJO QUE DEBEMOS ENCARAR Y EN EL CUAL NO DEBEMOS DESFALLECER.
La esperanza es lo único que nos puede mantener en camino, ya que en el momento en que nos abandonemos y bajemos los brazos, dejamos el camino y estamos perdidos.
La meta es recuperarnos de nuestro dolor, aunque ni siquiera sabemos ­ con certeza ­ si podremos alcanzar esa meta, lo cierto es que si no lo intentamos, con seguridad no podremos alcanzarla. El único motor que puede aparecer impulsando esa acción es la esperanza.

¿¿ Y QUE ES ESA ESPERANZA??
A lo mejor no mucho,… pero algo, un pequeño destello, un rayo de luz, una ventana, en medio de la oscuridad que nos rodea, algo que nos lleve a reconciliarnos con la vida, a aspirar a algo más que lo que hoy vivimos.

MANTENER LA ESPERANZA ES NO CAER EN LA TENTACIÓN DE MEDIR TODO DESDE LA NUBLADA OPTICA DE NUESTRO DOLOR. ADMITIR NUESTRAS LIMITACIONES, QUE NUESTRAS CAPACIDADES ESTAN BLOQUEADAS, NUESTRO ENTENDIMIENTO TURBADO, NO PODEMOS JUZGAR NI MEDIR DEFINITIVAMENTE EL FUTURO NI LA VIDA DESDE EL MOMENTO ACTUAL, QUE ES DEVASTADOR.

El gran peligro de quedarse dentro del dolor es la depresión.

“CREIAMOS QUE SE NOS HABÍA APAGADO EL SOL, PERO NUESTROS HIJOS NOS ILUMINARON EL ALMA”

martes, 27 de enero de 2009

Cambiando el ¿por qué? por el ¿para qué? se abren nuevos caminos.

 Alicia y Gustavo Berti - Encuentro en Renacer Congreso (2006) 

Cuando comenzamos con el grupo, nosotros dejamos afuera muy rápido una pregunta ¿Por qué?
Esa pregunta no tiene respuesta, mejor dicho esa pregunta no tiene respuesta de este lado de la vida y del otro lado de la vida no tendrá razón de ser, pues si hay otro lado, y nos encontramos con nuestros hijos, no les vamos a preguntar ¿por qué?, nos fundiremos en un abrazo y no va a haber necesidad de preguntar ¿por qué?
Entonces, la pregunta ¿Por qué? la dejamos de lado y pusimos al frente nuestro otra pregunta: ¿para qué?
La pregunta ¿para qué?, nos obligó a pensar en una categoría de cosas muy particular, nos obligó a pensar en lo mejor y en lo peor, nos obligó a pensar en lo bueno y en lo malo y esa categoría no pertenece a lo que se llama la “causalidad”, sino que pertenece a lo que se llama la categoría de “lo moral” o de lo “ético”, pues cuando entramos a hablar de lo bueno y de lo malo, entramos a movernos en la categoría de lo ético y de lo moral, eso se ve palpablemente en la tarea de los grupos Renacer.
Les voy a plantear un ejemplo que lo he planteado muchas veces, pero me sigue pareciendo válido.
Nosotros en nuestra familia somos tres hermanos varones, hay un hermano muerto, desaparecido en el proceso militar, quedamos cinco hermanos, tres varones y dos mujeres, y un día los varones decidimos salir un sábado a la mañana a hacer una obra de bien.
Nos dirigimos a la plaza del centro y en la primera esquina hay tres personas que están pidiendo una ayuda, entonces cada uno de nosotros sacamos del bolsillo unas monedas y se las damos y los tres hicimos así una obra de bien; en la esquina siguiente hay tres ciegos, entonces cada uno de nosotros tomamos un ciego de la mano y lo ayudamos a cruzar la calle y hemos hecho una buena obra; en la tercera esquina nos encontramos con una persona que está llorando y nos acercamos a ver que le pasa y la persona nos dice: “lloro porque he perdido un hijo”; ahí ninguno de mis hermanos puede hacer algo, ellos no han perdido hijos, ellos siguen de largo y ahí me quedo yo con esa persona y me tengo que responder a una interrogante: ¿si no lo hago yo, quién lo hará? y luego: ¿si no lo hago ahora, cuando lo haré? y finalmente, si lo hago, sólo por mí, entones, ¿qué soy yo?
Son preguntas que sólo yo las puedo contestar y tengo que decidir si lo hago o no lo hago; si no lo hago, no soy una buena persona y si lo hago en ese momento he hecho una buena acción.
Yo he perdido un hijo y de pronto estoy planteándome un dilema moral, ¿debo o no debo ayudar a otra persona?
Lo que me planteo no es el antes y el después, no me planteo si antes era más feliz o si después soy infeliz, no me planteo si antes no lo extrañaba y ahora lo extraño, ahora la pregunta está orientada a los demás: si debo o no debo hacer algo por otra persona.
¿Por qué se produjo ese cambio? Simplemente porque cambiamos la pregunta; porque salimos del antes y el después, para entrar en lo mejor y lo peor, es decir, cuando nos preguntamos el ¿para qué? estamos planteándonos los temas de lo mejor y de lo peor y cuando nos movemos en el antes y en el después, estamos centrados únicamente en el propio dolor.
Por eso les decía que no me preocupa lo que termina, yo sé lo que terminó cuando se fue Nicolás, lo que yo quería saber y he descubierto, es lo que empieza después.
Durante estos 18 años hemos estado recorriendo muchos lugares invitando a los padres a que piensen en lo que viene después, no en lo que ya pasó, porque eso no se puede cambiar.
Que piensen en los maravillosos caminos que pueden abrirse a partir de ese momento y que nosotros, como muchos de los padres que están aquí presentes hemos transitado. Ese camino luminoso, ese camino que siempre Moñi (Alicia) lo dice con palabras más lindas que yo.

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer (Parte Final)

Conclusiones

 En la tarea de la ayuda mutua se yergue omnipresente, como hilo conductor, el fenómeno de la trascendencia del ser humano, de su auto-trascendencia, de su ser-siempre-proyectado, fenómeno sin el cual ésta tarea sería imposible. 

  Está implícito, desde el comienzo, el carácter fenomenológico tanto de la manera en que los grupos funcionan, como del presente análisis. Es precisamente esta metodología la que nos permite obtener las siguiente conclusiones sobre la autotrascendencia tal como se despliega en los padres sufrientes, a menudo muy rápidamente, por no decir en la reunión inicial, en otras ocasiones a medida que pasan las reuniones —dos veces al mes— y se dan cuenta que sin la presencia del otro no habría grupo alguno:

1- El hombre como ser humano es trascendente( autotrascendente), no puede no serlo. Los padres prontamente se dan cuenta que no existe ayuda mutua sin la presencia del otro frente a ellos. En palabras de Levinas “no soy el otro; no puedo ser sin el otro”. El ser humano puede ilusionarse, dejar que un velo lo cubra, y creer que no es autotrascendente, hacer como si no lo fuera. Hecho este que lo lleva a la desesperación o angustia existencial, y que en el grupo se manifiesta por estados de profunda hiperreflexión, durante los cuales los padres sólo ven su propio dolor, fenómeno que hemos llamado como “el cortaplumas cerrado”, que impide toda observación e integración al mundo. Cuando la autotrascendencia es ignorada sistemáticamente aparece la neurosis existencial, el hombre vive escapando del ser(Heidegger). Transita, sin darse cuenta, del ser-ahí al ser-así(Frankl). En el grupo se manifiesta por lo que hemos descrito como sufrimiento anancástico o, en términos franklianos, depresión noógena.

2- Durante los primeros 6 años de actividad los grupos Renacer se autodenominaron de “autoayuda”. A medida que transcurrió el tiempo los integrantes comenzaron a darse cuenta que lo realmente valioso era el hecho de ayudar a otro padre sufriente, que en la medida en que se preocupaban más por el dolor del otro menos intenso era el dolor propio; aprendieron entonces que ese “alivio” de su sufrir era resultado de la ayuda brindada al “otro”, aún cuando inicialmente había sido la meta personal. De Frankl hemos aprendido que la felicidad no puede ser una meta sino el resultado de una tarea o una misión llevada a cabo adecuadamente, por lo tanto podemos afirmar que “la autoayuda es el resultado de una tarea adecuadamente cumplida que consiste en la ayuda a un hermano que sufre, y en ese ayudar a otro nos ayudamos a nosotros mismos en un proceso de ayuda mutua”. Esta vuelta de tuerca existencial, que va de “recibir para después dar” (tan frecuente en los objetivos de grupos de autoayuda) al “dar para recibir” de Renacer es consistente con el postulado cristiano y reafirma al hombre como un ser abierto al mundo y a los hombres. A partir de esta comprensión los grupos han decidido cambiar su denominación de autoayuda a ayuda mutua.

3- Cuando los padres dolientes descubren a la tarea grupal como un “encuentro existencial de seres sufrientes que confluyen en un objetivo común: trascender el sufrimiento”, descubren también al hombre, a sí mismos, como seres autotrascendentes, libres para decidir su actitud frente al sufrimiento, y responsables por esa decisión.

4- La decisión existencial de la ayuda mutua, conceptualizada en la frase: “El padre sufriente a quién amar se vuelve la tarea a cumplir, a través de los valores de actitud”, lleva al hombre a un cambio existencial de un ser-para-sí-mismo a un ser-para-otro, permite la reafirmación absoluta del tú, ayuda al ser sufriente a desplegar o explicar, casi sin darse cuenta, la autotrascendencia propia de su existencia y facilita el salto por sobre la barrera de sus emociones, arrastrado por la necesidad existencial de ayudar al hermano que sufre.

5- La ayuda mutua es una obra de amor, no puede no serlo, y el amor es el verdadero encuentro entre personas, relación en cuyo marco ambos integrantes del par “Yo-Tú” (Buber) se reconocen en toda su humanidad.

6- Renacer es el encuentro de padres y madres, hermanas y hermanos, abuelas y abuelos que concurren a dar algo de sí mismos en memoria de esos hijos, y si ese algo es el mismo amor que ha de perdurar y derramarse hacia la vida misma, entonces habremos comenzado a recorrer el único camino que esta conmoción existencial nos permite, el camino final de humanización.  

Un agradecimiento especial a Alicia y Gustavo Berti, por el material remitido


miércoles, 21 de enero de 2009

Personalismo

Estimados amigos,

Les envío un fragmento la transcripción de la charla que dio Gustavo Berti
en el Encuentro por el 20 Aniversario de Renacer en Huerta Grande,
septiembre de 2008.

Gustavo: Primero les voy a decir que hoy, realmente, me emocionó, se me
saltaron algunas lágrimas, hacía mucho tiempo que no lloraba, pero no
lágrimas de tristeza, sino de emoción; de emoción de ver a tantos papás y a
tantas mamás preocupados por como ayudar a los demás.

Yo recuerdo que cuando nosotros empezamos esta tarea, todas las preguntas
eran ¿qué hago con esto que me pasa a mí? ¿qué hago con mi dolor? ¿cómo hago
para superar esto? ¿cómo hago para vivir? Y hoy las preguntas son ¿cómo hago
para ayudar a otros?, esto ha sido un cambio notable.

Les voy a contar un poco que es lo que es Renacer, que ha cambiado en estos
veinte años, una cosa que cambió, es que ahora me siento para hablar,
(risas) eso no es por Renacer, esos son los años…

Renacer es un mensaje, nosotros estamos enormemente agradecidos por el
cariño que ustedes nos dispensan, pero también estamos igualmente seguros
que sin ustedes nosotros no seríamos nada, de manera que Renacer es una ida
y vuelta, lo ha sido siempre. El mensaje que nosotros hemos podido
trasmitir, lo hemos ido testeando, lo hemos ido probando a través de los
años y ustedes, con sus respuestas, nos han dicho que ese mensaje era
correcto.

Ese mensaje no nació de un día para otro, nació del sí que ustedes nos
dieron cuando nosotros arriesgábamos una idea, cuando nosotros nos
animábamos a decir que la muerte de un hijo debía servir como una plataforma
de despegue, como una plataforma de despegue espiritual, una plataforma
donde asentarnos, crecer y ser personas distintas; porque nosotros lo
experimentábamos, pero no sabíamos si ustedes podían hacerlo y nos
animábamos a seguir y ustedes con su respuesta nos decían sigan así.

De manera que este mensaje no es de Alicia y Gustavo, este es un mensaje de
todos nosotros, inclusive no es de nosotros, es un mensaje que viene de
nuestros hijos, a través nuestro, y se dirige a la vida.

Por eso cuando nos dicen en algunas preguntas, que en alguno de los grupos
hay personalismos, que hay personas que quieren adueñarse de los grupos, yo
digo ¿cómo se van a adueñar de algo que no existe, si Renacer es una entidad
virtual? No tiene personería jurídica, no tiene membrete, no tiene
autoridades, no tiene a veces ni siquiera lugar donde reunirse, que es lo
que es.

¿Cómo me voy a hacer dueño de algo que en el fondo no existe? ¿Cómo me voy a
hacer dueño de un mensaje que es de los hijos de miles de padres de todo el
país y de otros países?

Entonces, esto es de ida y vuelta, por eso nosotros les agradecemos, pero
queremos que se agradezcan a ustedes mismos también, porque el mérito es de
ustedes, pues, si cuando nosotros empezamos, y yo miro para atrás y veo las
cosas que decíamos el primer año, pero las decíamos de corazón y buscando
siempre una palabra de aliento, pero si hoy las leyera, no me quedaría más
que reírme, cómo puede decir aquellas cosas, entonces, ustedes agradézcanos,
pero agradézcanse a ustedes mismos, porque ustedes son forjadores también de
este mensaje.




Un Abrazo,

Juan Francolino
Papá de Luciana


lunes, 19 de enero de 2009

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer (4ta. Parte)

Desarrollo de una reunión

Antes que nada es necesario aclarar que en la reunión participan todos los padres que asisten al grupo, sin importar la causa de la muerte ni la edad del hijo o hijos al morir puesto que aquello que une a todos los integrantes es el hecho de haber entregado hijos a la vida antes de lo que hubiéramos deseado. La importancia de esta decisión de estar todos juntos desde el primer momento ha probado ser valiosa para desalentar la hiperreflexión y favorecer el despliegue de la autotrascendencia, como veremos más adelante. Hemos visto ya que antes de comenzar con la reunión propiamente dicha existe una instancia que hemos llamado el “recibimiento” que facilita la inserción grupal de los que recién llegan.

Volviendo a las diferentes instancias que generalmente se desarrollan durante una reunión, podemos ahora hablar de los diferentes niveles en los que el grupo puede funcionar, y así describir tres niveles en RENACER. Esto no significa tres grupos distintos, sino niveles o momentos dentro de la misma reunión:

 l) Tradicional: en este nivel el grupo está más orientado a lo que podemos llamar comportamiento testimonial, en el que la catarsis y las emociones predominan. Uno de los problemas que estos padres confrontan es la disolución como grupo luego que todos los testimonios se conocen tan bien que no queda ya nada por decir; otra posibilidad es la transformación en un grupo de víctimas, en el los integrantes se reúnen para luchar contra los victimarios, reales o supuestos. A este sentimiento de victimización están particularmente expuestos los padres de hijos asesinados, o muertos en accidentes de tránsito por responsabilidad ajena, real o supuesta. El problema que esto plantea es que es característica de la víctima transferir la responsabilidad existencial —es decir por su vida y cómo la vive— al victimario; lo que implica que la victima nunca puede ser responsable por su vida y, por lo tanto, elegir cómo vivir su duelo, su sufrimiento.

2) Análisis Existencial: en este nivel de funcionamiento los padres actúan como seres a quienes la vida les ha hecho una pregunta extremadamente dura, y bucean en su inconsciente espiritual por recursos interiores con los que ni siquiera habían soñado inicialmente. Aquí el grupo funcionaría en el nivel de análisis existencial. A los padres que ingresan al grupo se les ofrece precozmente una alternativa que ha demostrado ser muy valiosa para inducir una temprana dereflexión y facilitar, a la vez, la fase de análisis existencial: se les dice que pueden ver al grupo de dos maneras, una es acudir para buscar consuelo y un hombro donde apoyarse y que en general eso ayuda pero no alcanza, la otra forma de ver al grupo es como un lugar donde van para dar algo en recuerdo y memoria de sus hijos. La mayoría de los padres elige la segunda opción y es ahora cuando se les plantea la siguiente pregunta: ¿Qué van a dar en memoria de sus hijos? ¿Qué es lo único que un padre puede dar en memoria de sus hijos? ¿Odio? ¿Bronca? ¿Ira? ¿Deseo de venganza?, a partir de aquí surge, de manera espontánea, el amor, el mismo amor que los padres sienten por sus hijos, como única respuesta. Desde este momento en adelante se hace posible trabajar con lo más sano, lo más valioso de cada padre.

 Para Viktor Frankl, el análisis existencial entiende al hombre como un ser esencialmente responsable(18). Y agrega que no es el hombre el que debe cuestionar a la vida, sino que es él el que está siendo interrogado; solo que su respuesta debe siempre basarse en la acción, es solo a través de su accionar que las "preguntas vitales" pueden ser respondidas. Aquí Frankl va más allá aún para decir que la responsabilidad es la base fundamental del ser humano en cuanto representa una dimensión espiritual y no meramente impulsiva. Es aquí donde RENACER actúa como una escuela de vida, asistiendo a cada padre en su propio análisis existencial, rescatando todas las experiencias positivas y cambiando todo lo que necesita ser cambiado. Es cuando los padres utilizan el grupo en este nivel cuando las preguntas que componen la tríada trágica: sufrimiento, culpa y muerte encuentran respuesta. El sufrimiento puede ser resuelto a través del servicio, hacia otros padres dolientes o cualquier otro ser sufriente, así vemos muchos padres miembros de los grupos que visitan orfanatos, hogares de ancianos, fomentan la donación de órganos, constituyen fundaciones para el alivio del mal responsable por la partida de sus hijos, etc. La culpa es resuelta a través del cambio existencial y la muerte ahora se convierte en acicate para la acción responsable.

 Cuando los padres comienzan a darse cuenta que una persona que ha perdido uno o más hijos nunca volverá a ser la misma, que algo cambia para siempre, es aquí donde RENACER se abre al análisis existencial. Ahora, apoyado por sus pares, el padre dolorido logra percibir, no aún de una forma consciente, que lo que debe morir es su ego y no su ser. Comienza a comprender, con el apoyo del grupo, que la pérdida de un hijo es la pregunta más importante que la vida le ha hecho, y por lo tanto la respuesta debe ser de igual importancia. El todavía no sabe cuál es esta respuesta, pero su intuición le dice que debe estar basada en una transformación espiritual. En este nivel, el grupo continua funcionando como un grupo de análisis existencial, el que puede continuar a lo largo de toda nuestra vida.  

 3) Trascendental: este nivel lo podemos llamar de "iluminación", trascendencia de los problemas analizados a un nivel existencial; liberación, que en nuestro caso significa, llegar a un estado de paz interior, pero también haciendo uso de la responsabilidad que viene con la libertad, dándonos cuenta que somos responsables frente a nosotros mismos, frente a la sociedad, frente a Dios, y por sobre todo frente a aquellos que en los momentos difíciles de la vida nos están mirando y protegiendo, y que son nada menos que nuestros hijos quienes nos han precedido en el viaje evolutivo que llamamos muerte. De esta manera, los padres se muestran capaces de responder a las preguntas del destino en la forma más elevada posible, a través del ejercicio de los valores de actitud, que en este momento, con total comprensión de su significado, se vuelven contagiosos en el grupo de pares.

 El grupo se expande al máximo de su potencial cuando cualquiera de los miembros trasciende sus sentimientos expresados en el nivel de análisis existencial y comienza a trabajar como ayudador. Después de una reunión a la que asistió una mamá por primera vez con todo su dolor, otra madre con un poco más de experiencia en el grupo dijo: “es la primera vez que he podido dejar mi dolor de lado y pensar solo en el suyo, y lo que podía hacer para ayudarla”. Cuando los padres comienzan a distanciarse de su dolor y comienzan a prestar más atención al de los otros, frecuentemente mencionan la falta de palabras para describir sus sentimientos más íntimos, los que llegan a mucho más que la mera "felicidad", o un deber que ha sido cumplido, es más una sensación de que "todo está bien, que están finalmente en paz con la vida, que quizá este fue en realidad, su destino ". Que la vida, después de todo, necesita seres compasivos, y que es extremadamente difícil volverse compasivos leyendo libros, que es sólo como dice Frankl, a través del “sufrimiento sufrido con coraje” que la compasión puede ser ganada. 

 Cuando un padre nos dice que no puede contener su asombro ante lo que siente cuando sus esfuerzos para ayudar a alguien han sido respondidos, y que carece de palabras para describir estos sentimientos, nosotros sabemos que una comunión absoluta, un verdadero encuentro con el otro ha sido logrado, y ahora podemos detenernos brevemente en el significado de encuentro: es la reunión de dos o más personas en la que que el contacto o el vínculo se da a partir de lo humano en cada uno de ellos, y lo humano en el hombre es su dimensión espiritual. También hemos mencionado que se produce, merced al encuentro, una comunión, alcanzada a través de la intuición. En las palabras de Bergson: “intuición es la empatía a través de la cual nos transportamos dentro de lo más íntimo del otro para coincidir con lo que es único y por lo tanto inexpresable”(19). ¿Y qué puede ser más único e inexpresable que la muerte de un hijo?  

 Existen padres que pueden trascender su dolor más rápido que otros y obtener así una mejor calidad de vida. Estos son los que rápidamente se acomodan en el nivel trascendental. Son capaces de levantarse por sobre su dolor, “mirar al horizonte” y usar su capacidad para auto-distanciarse y muy rápidamente comienzan a ayudar al hermano que sufre. Son personas importantes como ayudadores, siempre con la palabra justa, con una actitud consoladora mientras se convierten no solo en referentes para el grupo, sino también en referentes sociales.

Ellos son prueba, una vez más, que la única forma de ser ayudados es ayudando a otro. Estos padres se consideran a sí mismos seres totalmente responsables por sus propias vidas, han llegado a ver en la muerte de un hijo una pregunta muy importante que espera ser respondida, y es que precisamente ayudando a un hermano que sufre donde se encuentra la respuesta.

 Teilhard de Chardin, tuvo ocasión de experimentar el fenómeno de la ayuda mutua durante la primera gran guerra y, en cartas que escribía a una prima suya surge con fuerza indescriptible la comunión alcanzada con sus compañeros de destino: “existe un lazo que, sin inquirir sobre modos, espíritu y convicción, une a los más dispares, contradictorios y contrarios entre sí, en un sólo, viviente, actuante y sensible cuerpo: el compañerismo, el participar de idéntico destino”... “En la guerra se había producido una rajadura en la costra de las banalidades y convenciones. Una 'ventana' se abrió a los mecanismos misteriosos y a las caras profundas del acontecer humano. Se había formado un ambiente donde le fue posible al hombre aspirar un aire cargado del cielo... En la paz, todas las cosas se cubrirán otra vez con el velo de la monotonía y de la pequeñez” Aquí Teilhard nos estaría dando una visión transubjetiva (trascendental) de una experiencia grupal, donde se analiza la existencia humana al desnudo, que podría compararse a la experiencia de Frankl y tantos otros héroes anónimos en los campos de concentración durante la segunda guerra mundial. Es importante notar que estos conceptos, que en esencia hablan sobre la ayuda mutua en situaciones límites, fueron escritos casi dos décadas antes de la aparición en los Estados Unidos, en 1934, del primer grupo de autoayuda, es decir de Alcohólicos Anónimos

jueves, 15 de enero de 2009

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer ( 3ra. Parte)

LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA

 Mientras el trabajo con los grupos proseguía se hizo muy claro que, como dice Elisabeth Lukas: "Nunca la pregunta por el sentido de la vida está tan presente como ante una pérdida dolorosa"(14). Todos los padres se preguntan si la vida aún tiene sentido. Algunos temen el vacío existencial que perciben les espera, mientras que otros se dan cuenta por primera vez que éste ha sido el compañero inseparable de sus vidas.

 Y así como Frankl les dice a sus camaradas prisioneros(15), nosotros lo hacemos en el grupo: que no importa lo que nosotros esperemos de la vida sino lo que la vida aún espera de nosotros. Que debemos dejar de preguntarnos sobre el sentido de la vida y más bien vernos a nosotros mismos como los que estamos siendo cuestionados, y que la pérdida de un hijo es la pregunta más importante que la vida nos ha hecho. Cómo respondemos a este interrogante marcará la diferencia entre una vida llena de sentido —quizá por primera vez— o una sumida en la desesperanza y la tristeza. Más aún hará la diferencia entre encontrar sentido en la partida de nuestros hijos o llorar para siempre sobre preguntas sin respuesta, permitiendo así que nuestra vida sea destruida por esa persona que tanto amamos. Si nuestra elección es la primera, al vivir nuestra vida en homenaje a nuestros hijos los hacemos trascender en la forma en que la vivimos. En otras palabras: siendo responsables.  

  En los grupos se enfatiza que, como seres únicos e irrepetibles que somos merecemos vivir una vida plena de sentido, y nuestro desafío yace en descubrir qué tarea la vida aún nos reserva. Nadie puede vivir nuestra vida por nosotros, el grupo puede sostenernos, apoyarnos, amarnos y guiarnos para encontrar nuestro propio camino, pero no puede cargar nuestra cruz individual. Nuestra oportunidad se encuentra en la forma en la que llevamos nuestra carga. Saber que nuestro sufrimiento puede tener un sentido nos ayuda a darnos cuenta de la oportunidad de crecimiento personal y espiritual inherentes al sufrimiento, haciéndolo más dulce y fácil de llevar.

 De acuerdo con Frankl hay tres caminos principales para llegar al sentido de la vida y los hemos visto hacerse realidad en RENACER(16):

 1- A través del encuentro con alguien, o sea los valores vivenciales. 
 2- A través de los valores de creación, realizando una tarea.
 3- Simplemente viviendo nuestra vida cuando las circunstancias no pueden ser cambiadas; tratando solo de comprenderla tal como es y vivirla con coraje; no escapándose de ella, no ocultándose de ella, enfrentándola con valentía, sea lo que sea, buena o mala, divina o maligna, el cielo o el infierno. Recordemos que Frankl dijo en una ocasión: “de las cosas que más orgulloso me siento son aquellas que nadie me envidiaría, son los sufrimientos vividos con dignidad”. En otras palabras, sufriendo cuando el tiempo de sufrir ha llegado, pero sufriendo con dignidad, elevándonos por encima de nosotros mismos, trascendiendo ese sufrimiento y demostrando así uno de los aspectos más humanos del hombre: la capacidad de convertir una tragedia personal en triunfo. Estos tres caminos confluyen en uno sólo, como quizás en ninguna otra ocasión en la vida, en RENACER: el ser sufriente a quien ayudar se vuelve la tarea a cumplir, a través de los valores de actitud (17).

 Y así lo hacen los padres, al emerger más sabios, más amorosos, más receptivos hacia aquellos que los necesitan, preparados para extender una mano o prestar un hombro hermano. Sabiendo que, frente a lo irreversible, frente a aquello que no puede ser cambiado, el hombre tiene aún la última de las libertades individuales: elegir la actitud conque lo enfrentará. Si será como la débil hoja arrastrada por los primeros vientos de otoño, o como el árbol fuerte pero flexible que se inclina y estremece pero se yergue fortalecido cuando la tormenta pasa.

En las palabras de Kübler Ross: “Si protegiéramos las quebradas de los vendavales nunca veríamos la belleza de sus tallados”
 De esta manera, los padres en los grupos son testimonio viviente que hay una dimensión en el ser humano que lo ayuda a trascenderse a sí mismo hacia metas más allá de sí, hacia un sentido que está más allá de sus necesidades personales. Es esta libertad individual lo que le da propósito y sentido a la vida. Y nosotros sabemos que esto es lo menos que les debemos a nuestros hijos y a nosotros mismos.

 En las reuniones de grupo tres instancias se suceden, como veremos más adelante, sin que esto implique un orden o duración estrictas de las mismas. Si bien en un primer momento consideramos que una primera instancia debía ser la de catarsis, pronto nos dimos cuenta que este volver atrás sobre los hechos dolorosos y la exploración de emociones tan encontradas y negativas, propias de los primeros tiempos después de la partida del hijo, nos mantenía en un nivel emocional desde donde se hacía muy difícil vislumbrar un proyecto de vida. Y lo que es más aún, se hacía difícil no caer en la hipereflexión, consecuencia lógica de este tipo de procesos.

 Eventualmente nos dimos cuenta que los padres que se acercan a RENACER lo hacen en realidad no sólo porque han perdido un hijo, sino que habiéndolo perdido no quieren seguir viviendo como lo están haciendo. La mayoría de ellos han hecho catarsis, quizá durante el velorio del hijo, los días posteriores con amigos, o familiares. Al llegar al grupo y advertir inmediatamente que no son los únicos que sufren, su perspectiva cambia inevitablemente. Como una primera instancia entonces, hemos llamado "el recibimiento", a ese espacio de tiempo antes de la reunión en sí, donde los padres más antiguos van recibiendo a los nuevos, en una atmósfera distendida, de una manera cálida, interesada, y si no ha habido contacto previo con este papá, es esta la oportunidad de enterarnos de sus nombres, el nombre del hijo que partió, y su circunstancia particular de vida.

Hay un aspecto que es necesario aclarar con respecto a la catarsis, y es que lo correcto es decir que no la fomentamos, no que no la permitimos. Así es que los padres que coordinan las reuniones —y que rotan en cada reunión—, han aprendido que si la primer pregunta que se le hace al padre que se acerca por vez primera es ¿Cómo estas?, ¿Cómo te sientes?, o algo similar, la respuesta invariablemente es una catarata de llanto y catarsis, la que, a su vez, es contagiosa para el resto del grupo; por eso es que primero hablan los padres más antiguos y hacia la mitad de la reunión se les da la palabra a los padres que recién se acercan y se les pregunta ¿Qué opinan de lo que han escuchado? ¿Se sienten cómodos? U otras preguntas que tienden a hacer dirigir la mirada hacia los otros integrantes del grupo.

También se les pregunta por las dificultades puntuales que están encontrando en sus vidas, sobre sus dudas y todo aquello que pueda ser respondido desde una perspectiva existencial antes que psicológica o emocional.

 Muchas veces el primer contacto se hace a través de una nota personal y algún material de RENACER, y quizá una visita previa antes de la primera reunión, lo que facilita la inserción del padre nuevo al grupo. De esta manera, y mezclando padres con diversos tiempos de duelo y asistencia a RENACER desde el primer momento los padres que recién ingresan tienen la posibilidad de incluir a otros en su vida (dereflexión)

 Con respecto a la catarsis, si bien como hemos dicho, no es fomentada, es importante describirla solamente con el fin de objetivar los inconvenientes previamente señalados. Durante la catarsis los sentimientos de culpas y pérdida de la auto estima predominan. Hemos encontrado que el continuo desmenuzamiento de la forma en que los hijos se van, de lo que ocurrió ese día etc. no es útil para el proceso de recuperación, por el contrario, es el aquí y ahora que deben ser considerados y toda las energías puestas en planear el futuro sin el ser amado. El grupo asiste al padre a comprender la futilidad de mirar hacia el pasado que no puede ser cambiado, ya que, como padres, hemos actuado "de la mejor manera que supimos y pudimos" y al mismo tiempo enfatiza el potencial positivo de la culpa y lo que podemos aprender de nuestros errores de manera de no repetirlos. De esta forma el padre se da cuenta que el cambio, la transformación, es una actitud redentora que ayuda en la recuperación de la autoestima

 En algún momento comienza la aceptación de la realidad, al comprender el padre que ya su hijo “no volverá”. Es aquí que debemos aprender a dejar ir a esos hijos con nuestro permiso, después de todo es lo más importante que han hecho en su vida; puede no gustarnos, pero debemos respetarlo. Hemos encontrado que ésta es una instancia muy importante para dejar el enojo y la rebeldía atrás y concentrarse en responder la pregunta: ¿Qué hago con mi vida de aquí en más?

Al distanciarse el padre de sus sentimientos que hasta ese momento no lo han dejado ver con claridad, al comenzar a aceptar la realidad, puede ahora escuchar y considerar las ideas y perspectivas expresadas por los miembros más experimentados del grupo quienes ya han vivido lo mismo, para aplicar a su propia realidad. En este momento el padre tiene la oportunidad de verse reflejado en los otros padres, quienes hacen las veces de espejos o referentes, ayudándolo a comprender, aceptar y finalmente trascender los sentimientos negativos, reemplazándolos por otros más positivos y constructivos. Esto ayuda a esclarecer conceptos e ideas que hasta ese momento han sido considerados desde una perspectiva totalmente negativa. Es aquí donde el ejercicio de ladereflexión -según es explicada por la Logoterapia- es especialmente útil. A los padres se les explica cómo una misma situación, o un mismo sentimiento pueden ser vistos desde una perspectiva totalmente opuesta, mucho más reconfortante y constructiva, y el énfasis es puesto en los aspectos positivos de la vida de la persona, en sus puntos fuertes, lo que le ayudará a construir su nueva vida a partir de allí.  

  A medida que el padre va descubriendo más aspectos positivos en su vida, ésta aparece como un proyecto a considerar nuevamente, pero de otra manera. Hasta ese momento el dolor lo ha hecho consciente sólo de sus necesidades, nadie sufría más, ningún otro dolor importaba. Ahora incluye a otros en sus consideraciones, y se da cuenta que, simplemente llegándose al otro, elevándose más allá de sí mismo hacia un hermano que sufre, provee a su propio sufrimiento de sentido, haciéndolo más suave de llevar. Como lo dice la Logoterapia: la derreflexión es una liberación de la hiperreflexión y el egocentrismo. En las palabras de Elisabeth Lukas: "Es un impulso hacia la dimensión espiritual del ser humano". Cuanto más pronto el padre trascienda su propio sufrimiento, más pronto logrará tomar responsabilidad por su propia vida.

  Frankl nos dice que el sentido de la vida no puede prescribirse, debe ser hallado individualmente en las opciones concretas que la vida presenta al hombre. Sin embargo hemos visto que RENACER provee a muchos padres, durante un período en sus vidas en el que el sentido no se encuentra (y mucho menos se lo espera), con un sentido colectivo (principalmente aliviando el sufrimiento del otro) que está allí para tomarlo. Esta opción es ansiosamente aceptada por muchos padres mientras comienzan a reconstruir sus vidas destrozadas y, al tener nuevos proyectos, ayudados e incentivados por el grupo, comienzan la búsqueda por un nuevo proyecto de vida.

 En este punto hemos visto que los pensamientos de Frankl sobre el sufrimiento resolviéndose a través del servicio y la culpa a través del cambio existencial se hacen realidad. Y más aún, la muerte ya no es el temido enemigo porque los padres aprenden a apreciar las oportunidades que la vida les ofrece para realizar acciones de valor en homenaje a sus hijos, y deben hacerlo hoy, ya que desconocen la duración de sus propias vidas.

 Nosotros consideramos a RENACER como un grupo de crecimiento interior y transformación y como tal de potencial ilimitado. Y no puede ser de otra manera. Confrontado el hombre con una verdadera conmoción existencial como la pérdida de uno o más hijos, tarde o temprano se enfrasca en un diálogo mano a mano con su conciencia. Allí surge, sin cuestionamiento o racionalización alguna, todo lo bueno y lo malo que hemos hecho y por sobre todo surge aquello que debe ser cambiado. Pero todo cambio asusta y más un cambio existencial. Allí es donde el grupo acompaña a cada uno de sus integrantes a dar ese gran salto, le apoya y fortalece, le da las herramientas para ese cambio que, después de todo, sólo puede hacerse en la más absoluta soledad existencial.

 Y siguiendo con esta misma línea de pensamiento podemos decir que toda persona que ingresa a un agrupo de ayuda mutua lo hace porque está atravesando una circunstancia de vida muy difícil para ser trascendida individualmente, y si bien es verdad que los padres inicialmente identifican "trascendencia" con "dejar atrás el dolor", pronto se dan cuenta que fundamentalmente significa elevarse por encima de si mismos para dirigir su esfuerzo y amor hacia otros. Desde ese momento el grupo se vuelve una entidad capaz de facilitar su crecimiento interior. Ya hemos visto que la mayoría de los padres dolientes que se acercan a RENACER lo hacen porque no les gusta la forma en que están viviendo sus vidas. Esto implica un deseo, consciente o no, de lograr una transformación interior, de ser, de alguna manera, diferentes y por sobretodo, mejores personas de lo que fueron alguna vez. En muchos grupos esto es descrito como un camino a la espiritualidad, que podría ser definida como un estado de conciencia ampliado, expandido, en el que valores como la solidaridad, el bien, la compasión, la justicia y el amor incondicional predominan.



 

martes, 13 de enero de 2009

Búscalo y lo encontrarás...


Si un ser amado ha partido, búscalo y lo encontrarás.
Si extrañarlo te provoca llanto, hazlo si lo necesitas, pero no lo busques desde tus sollozos.
Si crees ser el único que sufre su ausencia, sufrirás, pero no lo busques desde el sufrimiento.
Si te angustia la soledad por no tenerlo a tu lado, por no verlo, ni sentirlo, enciérrate en ella, pero no lo busques desde ese lugar.
Piensa sólo en el amor que aún sientes por él, siéntelo cerca de ti y él se acercará cuando tu menos lo esperes, porque el no ha partido.
Piensa en el amor que se siente...... divúlgalo...... hazlo partícipe de cada acto de tu vida.
Protégelo cuando sientas que debas hacerlo, y recibe su protección cuando la necesites. El sabrá el momento y acudirá en tu ayuda, pero debes saber que ya no estará a tu lado de la misma manera. Aprenderás que ha iniciado el feliz tránsito hacia le evolución infinita y felicidad eterna.
Cuando tu llanto cese y tu angustia se desvanezca, podrás percibir su maravilloso mundo de Amor y Paz. Comprenderás que está a tu lado como tú estás a su lado. Sentirás sus aromas, sus caricias y su presencia permanente.
Los seres que abandonan la vida terrenal, no eligen solos su destino......El Dios Creador no destruye jamás lo que ha creado....pero nos conduce hacia la vida eterna cuando llegue el momento y nos haya preparado para ello.
Cuando tu manifestación de Amor sea tan intensa, cuando recobres la Fe y la Esperanza, lograrás lo que tanto has ansiado, lograrás comunicarte con tu ser amado. Entonces, tal vez la tristeza y el dolor vuelvan a tu mente en algún momento, pero ya no estarán en tu corazón ni serán parte permanente de tu vida.
Reconocerás que la muerte no existe y que sólo hay Vida Después de la Vida.
Cuando acudas por ayuda al sentir la necesidad, y cuando sientas placer al ayudar al necesitado, cuando te transformes en un ser compasivo, entonces comprenderás que la vida que estás viviendo tiene sentido, y que tu Ser de Luz que creías haber perdido para siempre, no ha partido, sólo se ha hecho momentáneamente imperceptible a tus sentidos.


poema a los amigos

Borges Poema A Los Amigos +
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lunes, 12 de enero de 2009

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer ( parte 2)

Frankl nos dice, más adelante, que cuando el hombre se rinde y es incapaz de ver el futuro, vive de pensamientos retrospectivos (10). El pasado atenúa el horror del presente haciéndolo aparecer menos real. Y así ocurre con nosotros cuando tratamos de vivir en el pasado donde aún estaba nuestro hijo en su presencia física. Hemos visto repetidamente que esta faceta del duelo puede no ser trascendida jamás, haciéndose así evidente la cualidad atemporal del dolor cuando no existe ayuda adecuada; esto es lo que los analistas existenciales han denominado sufrimiento anancástico. Este aspecto es de una gran importancia práctica puesto que una de las cosas que más alteran a los padres que inician este largo camino es la incapacidad para alejar de su pensamiento la manera en que su hijo ha fallecido, es decir el momento y la forma del accidente, asesinato, suicidio o, en caso de enfermedad, los sufrimientos padecidos. Estos pensamientos se transforman, para muchos padres, en verdadera tortura por su continuidad temporal y la imposibilidad de su alejamiento o reemplazo por otros pensamientos. En nuestra experiencia, este problema sólo puede resolverse mediante un abordaje prospectivo, es decir orientado hacia el futuro, en otras palabras, es necesario que los padres asuman compromisos existenciales con orientación al futuro. No alcanza con comprender este hecho, es necesaria la acción. Para aclarar este punto que es, insistimos, de vital importancia en el comienzo de duelo, debemos detenernos por un instante en algunos conceptos heideggerianos sobre el ser-en-el-mundo y la temporalidad.

Entendemos por mundo la estructura de relaciones significativas en la cual la persona existe y participa en su diseño. Estar consciente del mundo propio implica al mismo tiempo estar diseñándolo. Este mundo incluye los eventos pasados que condicionan nuestra existencia y todo aquello que nos determina. Pero son estos eventos en la manera en que soy consciente de ellos, que los llevo, que los moldeo y los voy formando en cada minuto de mi existencia. El mundo no se limita a los eventos determinantes del pasado, sino que incluye las posibilidades que se abren ante nosotros, es decir aquello que yace en nuestro futuro y espera ser realizado por nosotros. Es esta apertura del mundo lo que distingue el mundo humano del mundo cerrado de los animales y las plantas.

En el pensamiento occidental ha predominado la tendencia a pensarnos como seres espaciales, a pensarnos, desde Descartes, como res extensa, como cosas u objetos materiales “frente a los ojos”, cuando en realidad somos seres temporales, y esta temporalidad nos marca el hecho que somos seres proyectantes, siempre orientados, proyectados hacia algo que no somos nosotros mismos. Ahora bien, si perdemos la proyección, si desaparece la orientación hacia las posibilidades latentes en el futuro, entonces sólo queda morar en nuestra temporalidad ya pasada (el mundo de los recuerdos), o en nuestra espacialidad presente, actual y experimentarnos entonces como res extensa. Desde una perspectiva ontológica esto implica una transformación existencial de un ser-ahí a un ser-así, fijo, sin posibilidad de cambio. Esta falta de futuro, de deseo de futuro, de deseo de proyección, esta an-orexis, esta falta de deseo existencial-temporal nos convierte en seres primariamente espaciales, extensos, biológicos. La persona, al reducirse temporo-existencialmente se agranda corporalmente, se espacializa, de aquí la prominencia de los síntomas somáticos al comienzo de un duelo.

Para Heidegger son los sentimientos los que abren al hombre el mundo y a sí mismo y así también abren lo vivido que permanece para siempre en el mundo de nuestro pasado como lo ya realizado, lo eternizado en la realidad más indestructible. Estamos hablando de un pasado que es accesible, es decir, al que se puede acceder, que contiene valores realizados, que es teñido por el sentimiento o la emoción que lo evoca y que es influenciado por las decisiones que se toman y los proyectos que se tienen y que, a su vez, tiene influencia en la producción de los estados de animo o temple.

En la situación que nos atañe, si existe como proyecto de vida el ayudar a otro padre que ha perdido un hijo, es necesario que del pasado se rescate sólo el hecho neutro, el fenómeno, que el ayudador también ha perdido un hijo, pero no se puede dotar a ese hecho, no se puedo vestirlo, con emociones y sentimientos negativos, dolorosos, puesto que si se procede de esta manera es evidente que no se estará en condición de ayudar a esa persona. Si, por otra parte, no existe proyecto alguno, entonces se vivirá en el pasado y rescatará continuamente el hecho en si, pero esta vez vestido con todas las emociones que a él corresponden y propias de un mundo cerrado, sin horizontes, sin proyectos, sin nada por lo que valga la pena seguir viviendo, por lo que es de esperar que se priorice el rescate de aquello más doloroso, aquello que más sufrimiento ha originado y que, además, se vuelva una y otra vez, en un eterno movimiento circular, a aquello que tanto nos ha marcado; lo que muestra la manera peculiar de manifestarse en oleadas de la hiperreflexión.

Por otra parte, en la medida en que el pasado no es el ahora que fue, sino que es la dimensión en la que queda guardado todo lo realizado por el hombre, el granero del que habla Frankl, es, a la vez, el reservorio de donde ese hombre puede seleccionar y rescatar todo aquello que sea útil a sus proyectos, todo aquello que sea de valor, todo lo que ayude a ese hombre a encontrar sentido. Dicho en otras palabras, lo que el hombre aspira a ser determina, en gran medida, lo que rescata de su pasado, de su ha-sido. En este sentido podemos decir que es el futuro el que determina el presente del pasado.

Tomemos ahora como ejemplo el recuerdo de un ser querido que ha muerto y nuestras maneras de recordarlo. Cuando lo recordamos, no lo percibimos como realidad frente a nosotros sino como recuerdo (realidad inmanente) Esta distinción no hace a la persona percibida en su con¬tenido fáctico, sino al modo en que se lo capta. Las maneras de darse del ser captado en la rememoración son diversas: ser imaginado, deseado, amado, pensado. Todo esto se lleva a cabo en una actitud fenomenológica. Si ahora, con una actitud natural, empírica, recordamos nuevamente a ese ser querido, lo hacemos de otras maneras, también diversas pero naturales (psicológicas): dolor, pena, angustia, bronca, ira, etc. (11). Esta manera de ver nuestra existencia en situación de duelo, es decir con la capacidad de desapego suficiente como para poder discernir que todas estas maneras de rememorar son reales y posibles de ser realizadas, nos ha de permitir elegir un modo de recordar más suave, más dulce, más amoroso.

El anclaje existencial en el pasado, que afecta a tantos padres sufrientes se expresa también por una incapacidad para tomar decisiones, para cambiar, justificada por muchos padres al decir que no pueden cambiar puesto que “ellos son así”, haciendo gala de lo que se ha llamado fatalismo neurótico. Aquí es importante analizar los conceptos de Jaspers sobre la historicidad del hombre. De acuerdo a Jaspers el ser no puede ser comprehendido sino en su historicidad, en un determinado modo, dado que para él el ser es como un horizonte en el cual todo se ve nítido, pero cuando creemos haberlo alcanzado nos damos cuenta que delante de nosotros hay un nuevo horizonte. Podemos entonces decir que el hombre que puede ser dicho, comprehendido, no es el hombre verdadero. Cada hombre es inagotable; por eso al examinarlo, queda reducido(12). Mucho tiempo antes que Jaspers, Lao Tse ha señalado que el Tao que puede hablarse no es el Tao eterno (13).

Esto tiene su importancia, como hemos mencionado, en la medida en que nos brinda una alternativa para resolver el problema de lo que hemos llamado “fatalismo neurótico” en el duelo. Si nos remitimos a lo analizado previamente, ahora le podemos hacer ver a esos seres sufrientes que es ese momento de su persona que es así, y que de él depende que sea sólo un momento histórico, un horizonte al que se ha llegado, para de nuevo emprender un camino, solo que esta vez puede ser un camino nuevo, diferente, un camino mejor, un camino que lo aleje del ser-así para conducirlo nuevamente a una manera de ser-ahí.

¿De qué manera puede un grupo de ayuda mutua auxiliar más adecuadamente a esa persona para llegar a un nuevo ser histórico? ¿Haciéndole reflexionar y analizar continuamente las dificultades que este momento de su persona le plantean? ¿O abriéndole su horizonte de libertades —posibilidades— y ayudándole de ésta manera a encontrar su nuevo momento histórico, su nueva manera de ser, en ese, su nuevo camino, sólo que esta vez acompañado y ayudado por sus compañeros de destino? Parece evidente que al hombre que tiene que hacer su viaje por la vida con un platillo de la balanza sobrecargado por las realidades que el destino, ya sea biológico, psicológico o circunstancial le ha deparado, la mejor forma de ayudarlo no es alivianar el platillo de su destino —hecho de por sí imposible de llevar a cabo—, sino cargando el platillo de sus posibilidades —que esperan ser realizadas— más que el del destino. Es sabido que para apuntalar un arco o una bóveda es necesario aplicarle peso encima, y con el hombre pareciera ser igual.

Retornando al paralelismo entre los padres sufrientes y los prisioneros del campo de concentración, podemos ver que, confrontados con la pérdida de un hijo, algunos padres se sienten prisioneros de campos de concentración, pero no de guerra, sino del destino, el que aparece no sólo como un cruel guerrero sino también como el regidor de sus vidas.

También muchos puntos en común con la Logoterapia se hicieron evidentes, particularmente el hecho que pone el acento en la vida desde este momento en adelante, preocupándose no por los de dónde y los por qué sino por los para qué y trabajando con los aspectos más fuertes de nosotros mismos, haciéndonos ver que no somos víctimas indefensas del destino. Como dice Elisabeth Lukas, nuestra lucha con el destino no es tan desigual como parece. Él nos interroga —para algunos las preguntas pueden ser más complejas (el suicidio de un hijo, la pérdida de un único hijo, la pérdida de todos los hijos)—, pero nos da a todos igual oportunidad de responder, como tan bellamente lo dijera Rilke al comienzo de su Libro de Horas:

"la hora gravita y me invade
con su nota metálica y clara.
Tiemblo, y siento que puedo,
son mías las formas del día",

y si elegimos responder a través de los valores de actitud lo hacemos de la manera más digna y elevada que el hombre puede elegir. Pues estos valores que emanan del hombre mismo, no están dirigidos a él —aunque eventualmente retornen a su origen—sino a los demás, a la vida misma, a Dios, y representan el máximo grado de responsabilidad individual ante la vida.

Se hace necesario, en este momento, una breve digresión sobre el destino, tema este de profundos planteamientos existenciales por parte de los padres, planteamiento que en algunos nunca puede ser superado, con todo lo que ello significa en un proceso de duelo. Las situaciones límites extremas, de las que la muerte de un hijo es la más severa, presentan al hombre la oportunidad de lograr la pérdida de la angustia ante la posibilidad de tener que “elegir”, puesto que ya todo ha sido elegido por él. Según Kierkegaard, el ansia o la angustia en el hombre se debe a la necesidad o la obligación de tener que decidir. Siguiendo esta línea de pensamiento podemos decir que aquello que sucede en la existencia a partir de un destino que no puede ser cambiado, presenta en sí una enorme capacidad redentora, pudiendo transformarse en una experiencia liberadora. Esto no es una mera especulación teórica puesto que en los grupos de ayuda mutua para padres que han perdido hijos, muchos de ellos manifiestan haber perdido el miedo ante la incertidumbre a partir de su pérdida. En esos casos es muy común escuchar: “¿Qué más puede pasarme ya? ¿Qué me queda por perder? ¿Qué miedo puedo tener ante lo que vendrá?”

El sufrimiento, el sufrimiento intenso, ese sufrimiento que lleva implícito en él la capacidad de aniquilar al hombre, así como la de elevarlo, presenta la característica de poder conducirlo por un camino existencial peculiar por su bidireccionalidad, puesto que puede hacer que seres humanos retrocedan a la categoría de entes al dejarse vencer por un sufrimiento al que no han sabido encontrarle un sentido, pero también puede hacer que otros seres al haber perdido la angustia merced a una decisión que ya ha sido tomada por el destino, y usando esa libertad plenamente, lleguen a adquirir una experiencia del ser tan intensa, tan profunda, que los lleve a un estado de iluminación, de gracia, de profunda paz interior, de plenitud existencial.

Sin principio ni final

Queridos amigos:
que enorme gusto comunicarme con mis pares a traves de nuestra lista
yahoo, la misma que nos permite estar comunicados a pesar de la
distancia, la misma que refleja nuestras tristeza, nuestro sacrificio
para tratar de salir de esta tragédia, nuestra lucha, nuestra fé..hoy
quiero compartir el texto de una hermosa canción de los nocheros que
después de escucharla varias veces me sentí totalmente envuelto con
mi querida Mariela, sobre todo a partir del nombre de la misma:
"Sin principio ni final", porque aquel gran amor que comenzó a
gestarse en el vientre de la mamá de mi hija, la empecé a querer y el
final esta siempre abierto, aunque no creo que hayan vidas
suficientes para poder cobijarlo.Espero les guste. Recibanlo con el
cariño y el respeto de siempre. De parte de un papá, que sufre y ama
como ustedes, igualito, haciendo el sacrificio día a día. no más
allá, para poder estar bien, para honrar la vida y la muerte de mi
amada "Maru".Ricardo Gonzalez: grupo Lanús.


Sin Principio ni final

Te vuelves parte de mi ser en mis palabras
Estas aquí tocando el centro de mi alma.
Como un eclipse sin final de sol y luna
Como lo eterno del amor en una alianza

Podría hacer que el mar se junte con el cielo
para lograr la inmensidad que hay en su vuelo
que me regala tu mirada y tu desvelo
bajo la luna cuando danza en mis sueños.

Te voy a amar y me amarás
te amo sin principio ni final
y es nuestro gran amor
mi angel de la eternidad.

Te voy a a mar y me amaras
te amo y es mi única verdad
y es nuestro gran amor
lo que nunca morirá.

La noche baila con tu luz en la distancia.
tu imagen reina y es su brillo el que me alcanza
me elevo en cada movimiento de tu sombra.
que baila cada vez que mi canción te nombra.
quiza esta vida se termine dando cuenta
que es ella solo un momento de esta historia
Porqué este amor va mas allá de mi existencia.


viernes, 9 de enero de 2009

CUANDO UN HIJO MUERE. Logoterapia y Ayuda Mutua en el Proceso de duelo. Experiencia de los Grupos Renacer

Trabajo Publicado en la Revista Mexicana de Logoterapia en 2003 (1ra. parte)

Dr. Gustavo A. Berti y Prof. Alicia E Schneider-Berti

DESARROLLO
Nosotros consideramos la pérdida de un hijo (irrespectivamente de la edad y causa de la muerte) el desafío existencial más severo que el ser humano pueda vivir, desafío para el que no encontramos referencia previa en nuestra historia personal que nos ayude a superarlo en soledad. Nunca es el ser humano confrontado con el sufrimiento, la culpa y la muerte tan abruptamente como cuando pierde un hijo. Muy profundo dentro de nosotros nos damos cuenta que esto que nos sucede no es una enfermedad, sino una situación de gran sufrimiento espiritual por lo que no encontramos, en la mayoría de los casos, ayuda adecuada de instituciones o profesionales. Como dice Frankl: “Solo el hombre que está adentro sabe. Su juicio puede no ser objetivo, su evaluación fuera de proporción, esto es inevitable...” Este sólo pensamiento convalida la creación de grupos de ayuda mutua para personas que enfrentan un sufrimiento espiritual, una verdadera conmoción existencial inevitable. En las palabras de Elisabeth Lukas: “Donde el conocimiento científico fracasa, lo esencialmente humano debe prevalecer. En los límites de la comprensión la empatía debe encontrar las palabras”(7)
Durante el primer año de trabajo en el grupo recogimos experiencia de una manera intuitiva. También aprendimos de Kübler Ross que el proceso de duelo en padres dolientes se asemeja estrechamente a las etapas por las que atraviesa un paciente terminal (8):
1-Shock, negación.
"No, no mi hijo", cuando se nos notifica del accidente, o se nos da un diagnóstico.
2-Enojo, rebelión.
"Por qué yo", "por qué mi hijo", "Dios no existe", "Qué clase de Dios es este"
3-Negociación. (generalmente con Dios)
"Si me dejas ver a mi hijo una vez más te prometo..."
4-Depresión.
"La vida no tiene sentido"
5-Aceptación.
"Todo está bien"

Sin ayuda social (el grupo) hemos visto a padres quedarse en cualquiera de las primeras cuatro etapas por largos períodos de tiempo, pueden ser años, y en muchos casos puede prolongarse de por vida.
Inicialmente trabajamos de una manera intuitiva, con el concepto de que en medio de tanta adversidad, nosotros debíamos no solo sobrevivir, sino llevar nuestro sufrimiento con dignidad, "caminar con la frente alta". Estábamos siendo, sin advertirlo, testigos del despertar "del poder indomable del espíritu", llegándose muy profundo dentro de la dimensión de la libertad humana no sujeta a leyes deterministas. Un año después un "regalo de Dios" vino a nuestras manos en forma de un pequeño libro: "El hombre en Busca de Sentido" de Viktor Frankl. Al leerlo experimentamos el fenómeno del ¡ahá! (9).
Inmediatamente encontramos un paralelo entre nuestros sentimientos y los de los prisioneros en campos de concentración:
Como el prisionero, para el padre que pierde un hijo, el tiempo parece ilimitado y eterno. Frankl lo llama "la extraña experiencia del tiempo", un día puede antojársenos eterno, mientras que una semana puede pasar inadvertidamente en su totalidad. Cada día debe ser vivido con todos sus minutos, con los recuerdos diarios y las rutinas sin la presencia del ser amado. Confrontados con la realidad de nuestro hijo muerto sentimos, como lo expresa Frankl que "todo lo que poseemos es nuestra existencia al desnudo". La experiencia nos muestra con toda su crudeza y por primera vez, la transitoriedad de la vida. Confronta a los padres con su propia finitud. Como el prisionero, ven ahora la existencia como provisional y de duración desconocida. No saben cuánto tiempo se sentirán de esta manera, no saben cuánto
tiempo podrán vivir de esta manera. Frankl dice que "el hombre que no puede ver el fin de su existencia provisional es incapaz de plantearse una meta en su vida. Cesa de vivir para el futuro". En nuestro caso la vida misma no puede ser concebida sin ese hijo, esa posibilidad nunca fue siquiera considerada. Por lo tanto debemos encontrarle un nuevo sentido a nuestra existencia
Hemos perdido aún nuestra identidad, ya no sabemos cuáles son nuestras creencias, y nos cuesta reconocer nuestra propia imagen en el espejo.



(Dado lo extenso de este trabajo el mismo será publicado por partes)

¿Qué clase de personas vamos a ser?

Alicia y Gustavo Berti - Encuentro en Renacer Congreso (2006)

Después de perder un hijo nunca más somos las mismas personas, somos otra persona distinta y una vez más tenemos que elegir.
¿Qué clase de persona vamos a ser? No quedan más que dos caminos o soy mejor persona o soy peor persona; si alguien conoce otra posibilidad quisiera que lo diga, no conozco otras opciones.
No puedo dejar que mi dolor maneje el auto de mi vida y vivir como un “zombie” sentado dejando que mi dolor maneje mi vida.
Entonces se nos plantea a nosotros el problema de la propia responsabilidad.
¿Qué hago de mi vida de aquí en más?
De pronto uno se da cuenta y se dice: “tengo que sufrir, no puedo evitarlo”, pero ¿puedo elegir cómo sufrir?
¿Es lo mismo sufrir dignamente, que sufrir miserablemente?

Alicia: ¿Es lo mismo?

Padres: No.

Gustavo: ¿Es lo mismo caminar por la vida buscando monedas en el suelo, que caminar con la
frente alta? No.
Recuerden ustedes una frase del refranero popular que dice: “Al que se ayuda, Dios lo ayuda” y nosotros en Renacer le agregamos “y sin darse cuenta, ayuda a los demás”. (aplausos)

Alicia: Ya sé por qué están aplaudiendo, porque algunos se estaban durmiendo (risas…) entonces,
cuando aplaudimos hacemos que la gente se despierte…
Gustavo lo dijo así, y lo dijo muy bien: todo está en nosotros.

miércoles, 7 de enero de 2009

Seguimos siendo padres con las mismas obligaciones.

Alicia y Gustavo Berti - Encuentro en Renacer Congreso (2006)

Gustavo: Hay una realidad de la que muchas veces nosotros no nos damos cuenta, y es que por más
que un hijo haya partido, así sea el único, no nos priva a nosotros de la condición de padres.
Seguimos siendo padres pues los hijos son para toda la vida, estén o no estén con nosotros, ellos siguen siendo nuestros hijos y nosotros seguimos siendo sus padres y tenemos que pensar qué clase de padres queremos ser.
Eso lo habíamos pensado antes cuando los hijos estaban al lado nuestro ¿o no? ¿Nos habíamos dicho tengo que ser un padre digno para este hijo o hijos, tengo que ser un padre que muestre valores, que enseñe valores? o ¿voy a dejar que se críe el solo sin ningún ejemplo?
¿Ejemplo de qué, dimos nosotros a nuestros hijos cuando estaban vivos? ¿Por qué vamos a dejar de darlo ahora que no están?
Es importante darse cuenta que seguimos siendo padres con las mismas obligaciones que teníamos cuando nuestros hijos estaban presentes físicamente.


Martes 6 Enero 2009 — gruporenacer

EL PERDON

El perdón es una expresión de amor.
El perdón libera de ataduras que amargan el alma y enferman el cuerpo.
Muchos de nuestros intentos de perdón fracasan pues confundimos escencialmente lo que es perdonar y nos resistimos ante la posibilidad de empequeñecer los eventos ocurridos u olvidarlos.
El perdón no es olvido, no es olvidar lo que nos ocurrió.
No significa excusar o justificar un determinado evento o mal comportamiento.
No es aceptar lo ocurrido con resignación.
No es negar el dolor.
No es minimizar los eventos ocurridos.
No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes.
Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó
Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.
Creemos erradamente que el perdón debe de conducirnos inexorablemente
a la reconciliació n con el agresor.
Pensamos que perdonar es hacernos íntimos amigos de nuestro agresor
y por tal motivo lo rechazamos.
No implica eso para nada, el perdón es UNICAMENTE PARA TI y para nadie más.
No hay que esperar que la persona que nos agredió cambie o modifique su conducta pues lo más probables es que ésta persona no cambie y es más, a veces se ponen hasta peor.
El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó.
La falta de perdón te ata a las personas desde el resentimiento.
Te tiene encadenado.
El perdón se debe de realizar "sin expectativas" sin esperar que nada suceda.
Si esperamos que el agresor acepte su error, estaremos esperando en vano y gastando nuestro tiempo y nuestras energías en una disculpa que jamás llegará.
Si estamos esperando esta reacción, luego de haber perdonado, pues realmente no perdonamos de corazón pues seguimos esperando una retribución, un resarcimiento.
Seguimos anclados en el problema, en el ayer, queriendo que nos paguen por nuestro dolor.
Entonces no hemos perdonado, y quien tiene el control de nuestra vida es el EGO.
EGO que quiere a toda costa castigar o cobrar al agresor.
No existe nada ni nadie que pueda resarcir el dolor ocasionado en el pasado, el pasado no tiene cómo ser cambiado.
Ningún tipo de venganza o retribución podrá subsanar los momentos de tristeza y desolación que vivimos, lo mal que nos sentimos.
Al esperar una disculpa, que se acepte el error; nada de eso cambiarán los hechos, lo ocurrido en el pasado, sólo estaremos queriendo alimentar nuestro ego, nuestra sed
La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.
El perdón es una declaración que podemos y debemos renovar a diario.
Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas.
Perdonando desde nuestro corazón, logramos mirar los hechos tal y como sucedieron
y luego decidimos dejarlos ir, dejarlos en el ayer.
Aceptamos que somos APRENDICES!
Que la lección ya se encuentra aprendida y que hemos logrado vencer las circunstancias negativas
que nos tocaron vivir.
Perdona para que puedas ser perdonado.
Recuerda que con la vara que mides, serás medido...

lunes, 5 de enero de 2009

TUS HIJOS

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad. Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.


Khalil Gibran

Del libro "Muertes inesperadas"

La ley psicológica es que cuanto más apego más dependencia, y más posibilidad de ser dominados, ante la muerte inesperada de un ser amado, por la orfandad y el vacío.

El apego es estancamiento, quedar detenido en el proceso de la evolución de la vida. Es truncar las potencialidades que viven dentro de cada quien, dispuestas a realizarse. Es vivir una vida inauténtica en función de lo que el otro anhela o imagino que hubiera querido. Es justificar con el "rebusque" de la pena o el recuerdo de "quien murió" el no seguir avanzando por los senderos que debo recorrer.

No hay nada mejor para curar el apego que el amor. El amor que no es sólo una palabra, sino la aceptación de que el otro no es mío, que sólo en libertad existe el amor y que debo aprender a dejar partir tanto como a no permanecer mirando la partida. El amor es, no se inventa, es una disposición no un impedimento. Es una fuente que mana agua que fluye no porque tenga adónde ir sino porque no puede hacer más que fluir.

En suma, el apego se cura con amor y amor es aceptar al otro tal como es, haga lo que haga, aun morirse sin "avisarme".

Juan caminaba por una calle de un modo lento. A su lado un discípulo le preguntaba cómo liberarse del apego. Juan pensaba en una respuesta adecuada para su discípulo y le preguntó: "Dime, ¿adónde vas?". El discípulo le respondió: "Te sigo, Maestro".

-Bien -dijo Juan-, es hora de que cada cual viaje solo. Porque sólo el que pueda independizarse de las personas sabrá amarlas como son. La soledad es necesaria para comprender. El vacío hace que tengamos miedo de perder a las personas que amamos y es entonces que las perdemos y nos perdemos. Si alguien muere de pronto, no estamos preparados porque el apego es grande. Es la oportunidad de sanar el apego y tener gratitud hacia quien fue capaz de morir para ayudar a enseñarnos esta lección.

"Es peligroso vivir de la memoria, del pasado.

Sólo el presente está vivo. Es el ahora lo que importa, porque ahora es la vida, ahora es todo posible, ahora es la realidad."

ANTHONY DE MELLO

Luego del desgarrón y el desapego, comienza la tarea de decir adiós de un modo sostenido y comprender que se puede seguir recordando a quien ha muerto de forma inesperada, aun después de habernos despedido de él para siempre.

Decir adiós no significa olvidar, sino cortar las amarras que nos ataban, que no deberían haber existido, pero que a veces, ni sabíamos que estaban y que sólo las descubrimos cuando el otro murió.

De modo que hay que enfrentarse, para deshacerlas, con una programación psicológica que iguala el adiós al olvido, tan fuerte como la que asimila apego a amor.

Romper estas amarras implica, en principio, aprender a vivir el presente, ya que es el único tiempo vivo que tenemos. Dejar de lado el huir hacia el futuro o el escapar hacia el pasado.

Para lograrlo se necesita dar tres pasos:

. * conocer lo sucedido (enfrentar el pasado tal como fue y no como quisiéramos que hubiese sido), pero no con una actitud intelectual sino humana de buscar respuestas;

. * perdonar y perdonarse, ya que no hay nada que perdonar, y

. * asimilar el sentido de experiencia vivida.

Todo esto implica aceptar el desapego como guía de nuestros afectos y la mortalidad como un tránsito.


Envía Pipina Tavarone


(material extraido del Boletín electronico de los Grupos Renacer)

viernes, 2 de enero de 2009

Renacer es para todos, no todos son para Renacer.

Este concepto, “Renacer es para todos, no todos son para Renacer”, tantas veces expresado y repetido una vez más en Huerta Grande 2008, da pie a una reflexión individual para quienes estamos en Renacer, tratando de respondernos la pregunta ¿por qué estoy en Renacer?

Puede ser producto de una intuición en cuyo caso, no es necesario que nos hagamos la pregunta, pues la respuesta puede resultar inexpresable, en el sentido dado a la intuición por el filósofo Bergson para quien "intuición es la empatía a través de la cual nos transportamos dentro de los más íntimo del otro para coincidir con lo que es único y por lo tanto inexpresable."

“Hay estados interiores para los que no existen las palabras”, dijo Alicia en Huerta Grande 2008.

También puede ser tan inexpresable como lo es “la esperanza” en los términos descritos por Alicia Berti en Renacer Congreso, Montevideo 2006, cuando dijo: “Sentir esperanza, no es negar que las cosas sean como “parecen ser”, simplemente es afirmar que en ese ´parecer ser´ no se agota todo lo que esas cosas son.”. por eso puede afirmar categóricamente en Huerta Grande 2008: “Yo estaba convencida que Nicolás no podía irse de nuestra vida y dejarnos como su legado solamente dolor”.

O producto de la fe, sin aferrarse a la actitud “ver para creer” de Santo Tomás, como lo dijo Susana en Huerta Grande 2008: “Yo me manejaba antes, con “si no lo veo no lo creo”, era una frase que a veces me repetía, tenía que ver para creer, y ahora, viendo el trabajo que se hizo en estos veinte años ¡cuánto hubo que creer para que hoy podamos ver esta realidad!”

“Lo que motiva a las personas a ingresar a un grupo de ayuda mutua es el deseo de que las cosas no sigan siendo como son, el anhelo de cambio, no de un cambio material sino de una transformación interior, un anhelo de crecimiento interior.”, dice Alicia y Gustavo Berti.

También puede ser obra de una serie de circunstancias concatenadas entre sí, por las que se dé como resultado, encontrar en Renacer aquello que estábamos buscando.

En todos estos casos es muy importante el concepto de los grados de significación, de acuerdo con los cuales una cosa dada puede tener diferente significado o grados de importancia, para diferentes personas, dependiendo no sólo del nivel cultural, social o intelectual, sino, por sobre todo, del estado de conciencia a través del cual el acto de percepción se lleva a cabo fe, esperanza, intuición, búsqueda etc.

Dice Gustavo Berti que esto tiene extrema importancia en los grupos Renacer, en los cuales los padres entran con una crisis existencial tan abrupta y violenta, con estados de conciencia tan alterados y confusos que dificultan aún el “simple vivir” en la realidad cotidiana, la que parece tan lejana y ajena, como si estuviese siendo observada desde afuera en una perspectiva atemporal.

Lo confirma Alicia Berti cuando expresa, dirigiéndose a los padres nuevos: “es natural estar triste ¿verdad? es natural llorar un poquito, extrañarlo, pero no esa desesperación, no ese desasosiego interior que no puedo estar ni conmigo mismo ni dentro de mi misma”.

Se hace entonces evidente que el grupo tiene diferente significado para aquellos padres que llegan en estados de conciencia alterados, que para los que han alcanzado algún grado de paz interior.

Pese a las dificultades señaladas queremos aventurar nuestra reflexión sobre ¿Por qué estamos en Renacer?, aceptando el concepto vertido por Gustavo Berti en huerta Grande 2008 al decir: “tenemos la posibilidad de elegir lo que queremos ser, y eso no solamente es un desafío, sino que es una aventura, como Renacer fue una aventura”.

Estamos en el crepúsculo de nuestras vidas, lo cual nos agrega el compromiso de aceptar el desafío, como también la aventura, de hacer partícipe de nuestras reflexiones a quienes puedan interesarles.



Nuestra experiencia



Poco tiempo antes de la partida de nuestro hijo Enriquito, quien se fue por su propia decisión, luego de padecer durante nueve años una enfermedad psíquica, él había tomado contacto con una filosofía de origen oriental, que propicia un estado de meditación mediante un “mantra”.

Luego de su partida, pusimos nuestra atención en el enigma de ese “mantra” y lo tomamos como un legado a descubrir.

La búsqueda nos llevó a la lectura de los libros del filósofo japonés Daisaku Ikeda, entre otros: “La Vida Un Enigma", "La Noche Anuncia la Aurora", "Escoge la Vida" y "Los Valores Humanos en Un Mundo Cambiante"

Allí, oculto bajo el manto de misterio que rodea al pensamiento oriental y envueltos en la bruma del simbolismo y revestidos de un halo mágico, yacente en lo más profundo del conocimiento humano, descubrimos los principios de una forma de vida destinada a iluminar las conciencias.

El camino propuesto para llegar a la verdad, es vivir en un estado predominante de altruismo donde lo más importante es el otro.

La profundidad y pragmatismo del altruismo de esta filosofía, expresado hace más de 3.000 años, quedó evidenciado para nosotros al proclamar la igualdad absoluta entre el hombre y la mujer, como seres espirituales eternos, contenidos en un cuerpo temporal.

A continuación transcribimos algunos de los conceptos vertidos en sus libros por el filósofo Daisaku Ikeda sobre la importancia de alcanzar el estado predominante de altruismo en nuestras vidas

“El ser humano se encuentra en estado de altruismo cuando sus mejores cualidades sabiduría, determinación, amor y coraje, se funden con la energía de la fuerza de la compasión para hacer el bien a otros.

Al decir "fuerza de la compasión" me refiero a una potente energía que fluye de lo más hondo de la vida humana.

El modo en que las personas comunes pueden lograr la meta última, es cultivarse por medio de actos altruistas, con lo que la energía de la compasión brota de las fuentes más íntimas de la vida.

A fin de compartir el dolor ajeno, es preciso experimentarlo en carne propia. La compasión es un tipo especial de conocimiento, que implica identificarse con el estado fundamental de la vida de otro.

La gran compasión es como la empatía de una madre por su hijo.

Tal vez la similitud más importante entre la compasión y el amor materno consiste en que ambos son totalmente incondicionales.

El verdadero amor materno carece de egoísmo: nada, ni si quiera la vida de la misma madre, puede interponerse en el desarrollo o la felicidad del hijo; hay una empatía casi perfecta.

Todos nacemos con una tendencia a la compasión, aunque rara vez nos damos cuenta de ello hasta que se presenta una ocasión especial.

El yo, demasiado propenso al egoísmo, poco a poco asume un carácter más altruista, crece en sabiduría, criterio y conciencia; sus deseos espirituales se tornan más fuertes.

Mientras uno se atrinchera en el egoísmo, no habrá forma de encontrar la felicidad, sin embargo, cuando uno rompe su propio cascarón y sale a actuar en bien de los demás, su vida se renueva con vibrante vitalidad.

En el caso del ser altruista, la lucha por ayudar a otros es, en sí, un ataque frontal al yo egoísta.

La energía vital fundamental fluye bajo la forma de sabiduría y compasión.

En el estado de altruismo, toda la vida es sustentada por la fuerza de la compasión.

El altruismo es el medio más efectivo de autorrealización y perfeccionamiento.

Hacer el bien es el mejor modo de mejorar el propio carácter y encontrar una mayor felicidad.

A fin de aliviar el sufrimiento de otra persona, uno debe identificarse con ella y compartir su sufrimiento, es un caso de identificación con el estado fundamental de la vida de otro.

Esta misma identificación es el modo de practicar la compasión, y el acto de aliviar los sufrimientos ajenos y brindarles felicidad lleva a la perfección del ser.

El ser altruista se sumerge entre sus prójimos y trata de tomar sobre sí el sufrimiento y la tristeza de todos, es capaz de pensar profundamente y goza de una penetración segura, pero eso va inseparablemente unido a la acción práctica.

Al ayudar a otros el ser altruista, se modifica a sí mismo, pues al hacer el bien suprime el egoísmo latente en él, permitiendo que la luz de su sabiduría interior ilumine la maligna oscuridad del mundo circundante.

La actuación constante en beneficio de los demás, despertará la fuerza vital necesaria para lograr una vida plena y feliz.”

“Las cuatro virtudes principales del ser altruista son: fortalecimiento del yo, el concepto de eternidad, la pureza de sus acciones y su felicidad.

La virtud del yo significa el fortalecimiento del ser a tal punto que pueda soportar los desafíos exteriores y convertir las dificultades en oportunidades para su desarrollo.

La eternidad significa una firme creencia en la vida eterna, junto con un esfuerzo fundado en ella por avanzar incesantemente hacia la meta. El sentido de la eternidad fortalece la propia confianza en que, mediante los actos compasivos, uno podrá cambiar al prójimo, el ambiente, el país y hasta el mundo entero.

La pureza se refiere a una vida limpia y brillante, donde los instintos malignos o egoístas no tengan el poder de cambiar nuestra dirección. Una vida dedicada a ayudar a otros, en vez de buscar la ventaja propia, vierte la luz de la verdadera sabiduría y la inteligencia.

La felicidad es la alegría de vivir sobre una base inconmovible, arraigada en la fuerza vital del cosmos.”



En nuestra búsqueda descubrimos el misticismo del “mantra”, que Enriquito nos había legado, expresado en castellano que consiste en “considerarse una manifestación de la fuerza vital cósmica, que a través de la ley de causa y efecto, reina armoniosamente sobre todas la funciones de nuestra vida.”

Así intuimos la presencia espiritual de nuestro hijo conduciéndonos hacia la búsqueda de ese estado de altruismo descrito por Ikeda, pero nos preguntábamos ¿cómo llevarlo a la práctica? ¿en qué ámbito? ¿de qué manera?

Cuando supimos de la existencia de Renacer, de su esencia y de sus fundamentos, inmediatamente nos dimos cuenta que, a través de Renacer, era posible aspirar al altruismo al cumplir sus objetivos, como uno de los fines de esta etapa de nuestra existencia.

Es así que el altruismo inserto en la esencia de Renacer, como ayuda mutua, representó para nosotros la forma de llevar a la práctica el fin que intuimos como esencia de nuestra presencia en la tierra, constituyéndose, en el mejor homenaje que le podíamos hacer a nuestro hijo, como legatarios del “mantra” que había traído al seno familiar.

A través del mensaje de Renacer comprendimos que la conmoción existencial producida en nuestras vidas por la partida de nuestro hijo, “es la puerta de acceso a la espiritualidad, es decir, que a través de un cambio existencial el hombre, si lo desea, si es corajudo, si continúa en este viaje, puede tener acceso a la dimensión espiritual, cuyo resultado es estar en la verdad”, como ha dicho Gustavo Berti.

Intuimos que las transformaciones existenciales en situaciones límites son una puerta de acceso a la espiritualidad y a la verdad y nos enfrentó a la gran opción de elegir cómo queríamos ser, una oportunidad de hacer realidad el ansiado estado de altruismo, aceptado hasta entonces por nosotros con entusiasmo como una expresión teórica, sin embargo carente de una forma concreta de llevarlo a la realidad de nuestras vidas.

Tenemos los defectos inherentes a todo ser humano, pero hemos descubierto que a través del servicio, la solidaridad, la tolerancia, la paciencia, el cambio de actitud, aceptación de los demás antes que juzgarlos, la aceptación de lo que nos toca vivir etc., condensados en la tan incomprendida expresión “amor incondicional” de dar sin esperar nada a cambio, podemos llegar a ser mejores personas, pues siempre hay un amplio campo para cada día, a cada hora, a cada instante asumir una actitud positiva en homenaje a nuestros hijos.

Cada día la vida nos da la oportunidad de aprender algo más en nuestro camino hacia una vejez plena, con la esperanza de lograr que en nuestra próxima etapa de vida, dentro de nuestra existencia eterna, podamos elevar nuestro estado, hasta merecer ya sea “sentarnos a la diestra de Dios Padre”, o entrar en el “Nirvana” o si la “verdad última” es que no hay nada luego de nuestra partida, haber vivido esta parte de nuestra vida en armonía con la ley universal, cumpliendo con el postulado del filósofo Manuel Kant al sostener que estamos en esta vida para evolucionar y ayudar a evolucionar a nuestros semejantes.

Teresa de Calcuta ha indicado cual es el camino al decir “el fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es el amor, el fruto del amor es el servicio, y que el fruto del servicio es la paz interior.”

En ello no hay especulación alguna, es haber intuido que nuestra misión en esta vida ha tomado ese camino, sin otra aspiración que aprender una lección y cumplir una tarea, estamos en Renacer por haber perdido un hijo, lo cual no constituye mérito alguno.

Conocimos a Renacer recién dos años después de la partida de Enriquito, en consecuencia, sabemos lo que es vivir sin brújula, en la bruma, sin encontrarle sentido a la vida, viviendo como si el dolor nos acompañara para toda la vida, como vemos a muchos padres que se debaten sumergidos en ese pensamiento; no es nuestro caso y por ellos nuestra mayor preocupación.

Estamos en Renacer en homenaje a Enriquito y lo estaremos hasta el último suspiro de nuestras vidas, tratando de trasmitir las potencialidades que se encuentran larvadas en cada ser humano que es posible descubrir, la raíz de la conmoción existencial provocada por la partida de nuestros hijos, pues ese hecho, en palabras de Elisabeth Kübler Ross, puede generar en los padres un “despertar a la espiritualidad”.

El Mensaje de Renacer rebasa todos los límites que nos aferran a las emociones, como sostiene Víctor Frankl cuando define al ser humano como aquel ser que tiene la posibilidad de oponerse a todo aquello que lo condiciona, entre lo cual nuestras emociones son el condicionamiento más significativo de nuestras vidas, pues, al decir de Berti, ellas son la parte reducida del ser humano.

Ya en 1994 Berti decía: “El grupo debe concentrar sus esfuerzos tratando de que el padre pueda elevarse por encima de los condicionamientos de sus emociones y de las circunstancias, y – apoyado en su dimensión espiritual- mirar más allá, hacia un horizonte de esperanza.”

Así se lo trasmitimos a los padres nuevos, con toda la fuerza que nos trasmite nuestro hijo, no porque creamos que tengamos “la precisa”, nosotros no inventamos nada, sólo trasmitimos el Mensaje de Renacer tal como lo manifiestan Gustavo y Alicia Berti, sus creadores, y tal como nos lo piden que lo hagamos al decirnos:

“Utilicemos esas armas, utilicémoslas para ser libres, para ser conscientes, para ser responsables, para ser personas morales por sobre todas las cosas.

Esperamos de todo corazón que estas palabras hayan llegado a ustedes, que hayan llegado con claridad, para que ustedes puedan después retransmitirlas.”

“Debemos ser fieles al mensaje y honestos con el mensaje, porque, en realidad, lo que cuenta es el mensaje.

Yo estoy en Renacer, no por méritos propios, sino por Nicolás, como está cada uno de ustedes, no estamos acá porque uno sea más capaz que otro o más inteligente, o lo que sea, estamos porque hemos perdido un hijo.

En la medida que cada uno de nosotros nos veamos, nada más y nada menos que como mensajeros, sin pretender ser más que eso, las cosas van a andar bien.”

No nos apartamos un ápice de los enunciados contenidos en el mensaje de Renacer, pues nos mantenemos files a su esencia y fundamentos, sin pretender agregarle ni sacarle nada.

Finalmente, queremos aclarar que no obstante intuir la espiritualidad y la inmortalidad de nuestra parte espiritual, convicción reafirmada hoy con las experiencias trasmitidas por el Dr. Brian Weiss, no pertenecemos a ninguna religión, a las cuales respetamos, pero no necesitamos ningún rito ni representación física para sentirnos parte del comos.

Eso sí, como dice el “mantra”: nos sentimos una manifestación de la fuerza vital cósmica, la cual, a través de la ley de causa y efecto, reina armoniosamente sobre todas la funciones de nuestra vida, que es la misma fuerza vital cósmica, de la cual participa nuestro hijo Enriquito, desde el lugar en que se encuentra alojado en nuestro corazón.

Entonces: ¿Por qué estamos en Renacer?



Por que fuimos traídos, de la mano, por nuestro hijo Enriquito.



No sabemos si existe una razón por la que hoy estamos haciendo éstas reflexiones, sólo sabemos que sentimos intuitivamente la necesidad de hacerlo y así lo hemos hecho

Ana y Enrique ( Renacer Congreso - Ecos de Huerta Grande 2008)